Han pasado más de dos décadas del cruel asesinato de Anthony y Linda O’Malley, un matrimonio británico que fue hallado muerto en un chalé en la urbanización Varadero Gelat, a las afueras de Alcoy. Son vagos los recuerdos que tenemos de este caso acontecido en septiembre de 2002 y que incluyó extorsión, secuestro y homicidio.
El crimen fue sumamente mediático tanto en España como en el Reino Unido. La pareja, naturales de Llangollen, al este de Gales, llevaba una vida acomodada, gracias a su próspero negocio de venta de coches.
Anthony, de 42 años, y Linda, de 56, deseaban cumplir el sueño de comprar una casa en el litoral alicantino, para iniciar en nuestro país nuevos proyectos y poder disfrutar de su jubilación. Pero todo se truncó por la avaricia de dos delincuentes, Jorge Argenis Real y José Antonio Velázquez.
El engaño
Los O’Malley, alojados en Benidorm, vieron en un diario el anuncio de una casa que se vendía a cinco kilómetros de Alcoy. Cumplía todos los requisitos que buscaban y anhelaban, es decir, tranquilidad, paz y buen clima.
No dudaron en contactar con Real y Velázquez, unos cuñados venezolanos que les recibieron con amabilidad y una amplia sonrisa, haciéndose pasar por los propietarios de la casa (que sí habían alquilado previamente).
Les condujeron al sótano, donde los falsos dueños -lejos de concretar la venta- amordazaron, encadenaron y torturaron a Anthony y Linda. Seguidamente, ya cautivos, les dieron instrucciones muy claras de cómo debían comportarse y qué debían hacer.
Anthony y Linda O’Malley, galeses, soñaban con disfrutar de la jubilación en nuestro país
Extorsión y asesinato
Primeramente, les quitaron todo el dinero que llevaban encima y las tarjetas de crédito, dejándoles encerrados en el sótano de la casa. En las siguientes semanas, y siempre bajo la amenaza de asesinar a su mujer, obligaron a Anthony a retirar varias sumas de dinero de su cuenta bancaria en una sucursal de Benidorm. Le robaron un total de 25.000 euros.
Días más tarde, cuando se dieron cuenta que era un problema mantener a sus víctimas con vida, los asesinaron y enterraron en el mismo sótano. Taparon posteriormente sus cuerpos y sellaron el lugar por medio de una capa de cemento de unos 25 cm. de grosor.
Una vez hallados, la autopsia reveló que Anthony había sido estrangulado, mientras Linda no pudo soportar tanto sufrimiento y murió de un infarto, debido a la situación de estrés.
Bajo la amenaza de que asesinaran a su mujer, Anthony entregó muchísimo dinero (25.000 euros)
Una codicia inagotable
Los meses fueron pasando y los familiares de Anthony y Linda desconocían dónde se hallaban. Lo último que sabían del matrimonio es que habían ido a visitar una casa para adquirirla en propiedad.
Varios, entre ellos el hermano de Anthony, se desplazaron a la Costa Blanca, en busca de información, sobre todo tras recibir mensajes de una procedencia desconocida que afirmaba tener datos sobre su paradero. La codicia de los homicidas no parecía tener fin y comenzaron a reclamar dinero (12.000 euros) a sus familiares.
Las llamadas se volvieron cada vez más sospechosas y las autoridades quisieron indagar si tenían alguna vinculación con la desaparición del matrimonio. ¿Qué quería la persona del contacto telefónico? ¿Qué otras pistas podrían revelar más información sobre la desaparición y qué intenciones tenía?, se cuestionaban.
La autopsia reveló que él fue estrangulado y ella murió de un infarto debido al fuerte estrés
Confesión y entrada en prisión
Fueron muchísimas las averiguaciones realizadas hasta la captura de Jorge Real en marzo de 2003 cuando iba a recoger el dinero del rescate, haciéndose pasar por un mero intermediario. Confesó de inmediato dónde estaban los cuerpos del matrimonio, en el sótano de la casa alquilada.
Su cuñado fue igualmente detenido, y en 2006 la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Alicante les condenó a 62 y 56 años de cárcel, respectivamente. Las penas se impusieron en su grado máximo por la brutalidad de las muertes y, según la sentencia, “la persistente actitud criminal de los acusados que trascendió más allá del crimen al tratar de cobrar un rescate”.
Su currículo delictivo
Real, auténtica cabeza pensante del crimen, acumulaba ya un amplio currículo delictivo en su Venezuela natal, donde le constan varios secuestros, entre otros delitos reconocidos. En la prisión de Fontcalent pronto tuvo problemas, al ofrecer al entonces director 2.000 euros por usar un ordenador, algo totalmente prohibido para los reos.
Le hizo llegar un poema del escritor uruguayo Mario Benedetti en un sobre con cuatro billetes de quinientos euros. La carta fue enviada desde fuera del penal, sin remitente, aunque la clave para saber quién se escondía detrás del soborno estuvo en las erratas tipográficas, pues la máquina de escribir de Real tenía una letra en malas condiciones.
El condenado reconoció los hechos y se conformó con un año más de condena, aunque en 2015 intentó fugarse -sin éxito- al no regresar durante un permiso penitenciario.