Entrevista > Elisa Lledó / Actriz
Elisa Lledó es el vivo ejemplo que los sueños que tenemos durante la infancia se pueden cumplir, aunque como nos remarcará, hace falta mucho más que imaginárselo. Es necesario mucho trabajo, sacrificio y, por supuesto, una alta dosis de talento.
Por fortuna, posee estos requisitos y muchísimos más. Con las ideas muy claras estudió en la Escuela de Arte Dramático de Murcia -donde comenzó a actuar-, marchándose acto seguido a Madrid para cursar un Master de Interpretación y Cine.
Destacó primero en el género cómico, pero su versatilidad le condujo a hacer casi de todo, triunfando especialmente en sector audiovisual: ‘Vaya Semanita’ y series tan populares como ‘Allí Abajo’ y ‘Desaparecidos’. A nivel autonómico, no podemos ignorar su papel de Empar en ‘L’Alqueria Blanca’, lleno de intrigas, ni el de ‘Bon dia, bonica’.
¿De niña ya querías ser actriz?
Con ocho años ya lo tenía clarísimo. Era muy fan de Lina Morgan: me grababa sus películas –‘La tonta del bote’, ‘Sí, al amor’ y tantas otras- y me las ponía hasta aprenderme sus diálogos. También me encantaban las actuaciones que había en el ‘1, 2, 3…’. Recuerdo que cuando recibíamos visita les hacía un show, disfrazada de Doña Rogelia o Macario.
¿Algún aprendizaje te marcó especialmente?
En esta profesión debes seguir formándote continuamente. Si no entrenas, te oxidas, y debido a que se trata de un trabajo muy inestable, temporal, no podemos parar.
Irme a Madrid fue en parte arriesgado, porque no conocía a nadie, estaba sin trabajo y debía invertir en las clases. Pero me concedieron una beca en la Fundación Séneca y pensé “estoy en el camino correcto”.
¿Te sentiste ahí actriz con mayúsculas?
Percibí que no me había equivocado, que tenía un respaldo. Pude centrarme en los estudios, dándome cuenta de lo diferente que era actuar frente a la cámara, ya que hasta entonces había hecho teatro.
Tras años dedicada al mundo audiovisual volví al teatro con ‘Si no te he visto no me acuerno’, un monólogo escrito por mí tras una ruptura amorosa real. Fue una especie de catarsis de humor que me ayudó muchísimo a sanar.
Gustó mucho y lo representé durante años: enfrentarse sola al público impone, pero le acabé cogiendo el gustillo (ríe).
«Debemos formarnos, porque en un trabajo tan inestable y temporal si no entrenas te oxidas»
¿Por qué el teatro os engancha?
Empecé en el instituto, en mi Elche natal, y desde el primer momento me sentí muy libre para poder expresar, sin ser juzgada. Pronto me di cuenta de que es una vía de comunicación maravillosa en la que puedo emplear mi imaginación y puedo jugar ¡todo el rato!
Así me lo tomé siempre, como un juego, en el que participamos todos, tanto los que actuamos como los que reciben la obra, los espectadores. Sin duda, lo que se vive en el teatro es muy intenso y los vínculos que se generan entre los compañeros son verdaderos.
En cambio, la televisión…
Si los escenarios me engancharon, en la tele encontré la ruta para mostrarme, abriéndoseme una gran puerta. Antes de finalizar el máster en Madrid ya estaba en una serie, por lo que tuve que renunciar a la beca. Hice varios castings, casi siempre azarosos, y me surgió la oportunidad de trabajar.
Seguidamente la vida me llevó a San Sebastián, para incorporarme al programa ‘Vaya Semanita’, ganador de varios Premios Ondas. Eran tan buenos los sketches que hacíamos que se difundían en los diferentes zapings. Gran parte de lo que sé de audiovisual lo aprendí en la cadena autonómica vasca.
«El teatro es una vía de comunicación maravillosa en la que puedo imaginar y jugar ¡todo el rato!»
¿Qué significó después ‘L’Alqueria?
Muchísimo. Aprendí otra forma de interpretar, más natural, costumbrista: he tenido un sinfín de escenas dramáticas, sumamente potentes. Empar, mi papel, primero fue criada de la familia más acomodada, aunque fue evolucionando permitiéndome trabajar registros tan dispares como monja o madre de familia. Además, significa mucho para mí poder actuar en mi tierra.
Tras tres décadas de profesión, ¿sabes la actriz que eres?
Me considero una actriz muy versátil, ya que, aunque iniciara mi carrera en el mundo de la comedia, con los años he trabajado en otros registros en los que del mismo modo me siento cómoda.
«En ‘L’Alqueria Blanca’ aprendí otra forma de actuar, más natural, con escenas muy potentes»
¿Alguno te falta?
De mala malísima no he hecho, y lo estoy deseando. Querría hacer un thriller de acción, con asesinatos… y mucha sangre.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Un monólogo en el que trato temas como la maternidad, la edad de las mujeres y el odio gratuito que todos notamos en las redes sociales.
También el libro ‘Víctimas y besugos’, una recopilación de obras de teatro y piezas cortas escritas por mí. Se publicará en breve.