Entrevista > Gracia Bañón / Médica (Elda, 23-junio-1991)
Como muchos otros, Gracia Bañón estudió Medicina por su deseo de ayudar, cursando la carrera en la Universidad Autónoma de Barcelona. “Las prácticas las hice en el hospital Vall d’Hebrón y después decidí regresar a Elda, para preparar el MIR”, comenta.
Pasó con nota, se incorporó al hospital Marina Baixa de Villajoyosa y cuatro años después comenzó la pandemia. “Vivimos unos meses horribles”, rememora y la decisión de dedicarse a la urgencia sanitaria tambaleó, “frustrada ante tanto sufrimiento”.
“No quería dedicarme a algo que no genere felicidad o esperanza al paciente”, relata, cinco años después. Decidió dar un vuelco a su profesión y orientarla a la Medicina Estética; hoy sus clínicas -dos en Sant Joan- y tratamientos son una referencia, “con once médicos en el equipo”.
La pandemia ¿fue un antes y un después?
A nivel psicológico fue horroroso. Pensaba: no he estado tantos años estudiando para toparme con una situación que solo me haga llorar. ¡No tenía sentido! Había, por otro lado, empezado el máster de Medicina Estética -sin idea todavía de abandonar Urgencias-, simplemente porque me gustaba.
¿Qué sucedió una vez estabilizada la covid?
Volvieron a reabrir algunas clínicas, recordemos, y entonces mi amiga Irene Esteve, odontóloga estética, me propuso iniciarme como médico estético en una de sus clínicas, la ubicada en Alicante. Resultó un gran impulso porque en aquel momento era inimaginable abrir un nuevo centro, estábamos saliendo de la pandemia.
Pronto me di cuenta de cuánto me apasionaba el trato con el paciente y que vivía la consulta médica de otra manera. Además, regresaban encantados…
Pasaste a tenerlo clarísimo.
Fue un proceso, siendo consciente que ya no me iba a dedicar en exclusiva a la urgencia hospitalaria, porque este camino también me proporcionaba una alta felicidad. Tenía mucho en lo que formarme, pues los pacientes de ese momento no disfrutaban de todas las posibilidades que brinda la Medicina Estética.
«Debemos respetar la anatomía del paciente y embellecerla, no decidir qué labio o pómulo ponerle»
¿Era el momento de abrir tu propia clínica?
Empezamos a crecer muy rápido, mi hermana Carmen se volcó, gestionándome todas las agendas. Del mismo modo, establecí una relación más estrecha con Teresa Andrés Gonzalvo, especialista en marketing, y un día -en julio de 2020- decidimos crear nuestra propia marca, ENEA. Abrimos en febrero del año siguiente.
¿Buscáis la mejor versión de las personas?
Siempre siendo ellos mismos. Muchas veces se ha dicho que nuestra disciplina transforma a las personas, que las convierte en ‘muñecas’. Lucho por transmitir que un médico estético no es nadie para decidir cómo debe ser la forma de tu cara.
Debemos respetar la anatomía del paciente y embellecerla, no decidir por mis gustos propios qué labio o pómulo ponerle. Retrasamos el envejecimiento y potenciamos sus propios rasgos anatómicos, sin crear nuevos.
«Sin duda, las redes sociales han ayudado a divulgar nuestra disciplina, a dar una buena información»
¿El paciente lo entiende?
La Medicina Estética está viviendo también una educación social. El paciente ya comprende que hacerse un labio no es convertirlo en gigante o copiar el de otra persona, sino potenciar su forma, hacer que no envejezca o se vea deshidratado.
Me costó mucho transmitírselo a mis pacientes, me llegué a sentir sola e incomprendida. En ese sentido, las redes sociales, sin duda, han ayudado mucho a divulgar nuestra disciplina, a dar una buena información.
¿Cuáles son vuestros tratamientos más habituales?
Se centran en optimizar las arrugas faciales, la calidad de la piel y rejuvenecimiento de labio o pómulos. Mis pacientes son mayoritariamente mujeres, en un porcentaje aproximado del 70%.
No obstante, cada vez hay más hombres que consideran que tratarse estéticamente no solo pertenece al género femenino.
«Busco que mis pacientes envejezcan a mi lado, porque les ayudo a sentirse bien y siguen reconociéndose»
¿Cómo es el proceso que realiza uno de tus pacientes?
Primero les pregunto qué le preocupa o qué le ha hecho dar el paso hacia nuestra clínica. A continuación, realizo un diagnóstico completo sobre lo que considero pueden mejorar, para encontrar un punto intermedio y empezar a trabajar.
Me suelen hacer caso. De hecho, si no estoy de acuerdo en el tratamiento que me piden, invierto mucho tiempo en hacerle entender que no le va a beneficiar en su belleza.
¿En la sociedad actual importa demasiado la imagen?
A todos los niveles. Es difícil, por ejemplo, encontrar a una mujer de unos treinta años llena de canas o a gente que lleve unos dientes totalmente estropeados. Cuidarse o verse bien forma parte de nuestra cultura actual, beneficiándonos en la salud y el bienestar.
La Medicina Estética ayuda a sentirse bien, pero desde luego no es el pilar fundamental de la felicidad. Si se convierte en eso, el paciente no es candidato a un tratamiento.
También poseéis una clínica en Madrid.
Persigo que igualmente se convierta en una referencia y que mis pacientes deseen envejecer a mi lado, porque les ayudo a sentirse bien y continúan reconociéndose.