Entrevista > Jesucristo Riquelme / Doctor en Filología (Orihuela, 20-noviembre-1956)
Su nombre de pila ya predestinaba a Jesucristo Riquelme ser una persona diferente y con gran parte de su vida cumplida podemos afirmar que ha decepcionado a muy pocos, dando enormes alegrías a muchísimos más. Doctor en Filología, catedrático, articulista y un sinfín de cosas más, es sobre todo un gran conocedor de la figura de Miguel Hernández.
De hecho, ha escrito unos veinte libros sobre nuestro poeta más universal, algunos de ellos, señala orgulloso, de texto para bachiller. Incluso sus estudios o análisis han sido utilizados por estudiantes de València y Murcia para preparar las pruebas de acceso a la universidad.
En su latente resiliencia, determinantes fueron sus etapas en la Cooperación Internacional Española, entre 1987 y 1992, primero en Guinea Ecuatorial y seguidamente en Chile. “Fueron cinco años extraordinarios, donde aprendí muchísimas facetas”, confiesa.
«Entre mis libros sobresale ‘La obra completa de Miguel Hernández’ y ‘El epistolario general de Miguel Hernández’»
¿Cuándo empiezas a interesarte en la obra de Miguel Hernández?
Durante la carrera ya defendí una tesina sobre el auto sacramental, a mediados de los setenta. Al iniciar mi tesis doctoral, a finales de esa década, en Madrid, comencé a estudiar en profundidad al escritor oriolano. Le dediqué siete años de investigación a una propuesta de análisis del discurso teatral -la puesta en escena-, todos los elementos que se precisan.
Tenía obviamente en cuenta el contenido, aunque me interesaba mucho la escenografía, el decorado, la iluminación o los movimientos de los actores. Mi intención era grabarlo con un mínimo de dos cámaras, sumamente complejo en aquella época, para detectar y fijar mejor todo el espectáculo y contar con un testimonio estable (básico) de cada propuesta escénica.
¿Qué le propusiste al profesor Lázaro Carreter?
Realizar mi tesis doctoral sobre el grupo catalán ‘Els Joglars’, ya comandados por Albert Boadella y muy en boga. Al profesor le gustó la idea, pero me indicó que convenía no centrarse en un colectivo, sino en un autor individual, a ser posible fallecido, y que hubiera escrito en castellano. ¡Eran los años de la transición democrática!
¿Por eso te centraste en Hernández?
Exacto, autor de una obra bastante amplia, pese a que le dejaron morir a los 31 años. Le estudié a continuación muchísimo y conforme leía su obra me iba viendo reflejado.
Me explico. Soy de familia de agricultores, nacido en Orihuela -ciudad religiosa-, igual que Hernández, quien tuvo una primera etapa oriolana en la que escribió poemas fervorosos a la Virgen y un auto sacramental espléndido, en la línea de Calderón.
«Es un gran orgullo que mi obra se utilice como libro de texto de secundaria o incluso en la selectividad»
Ambos fuisteis después a Madrid.
Miguel fijó su residencia en la capital en 1935, después de conocer muchos pueblos de España, su pobreza, dándose cuenta que la religión no es tan redentora y salvadora como pensaba, ingenuamente, durante sus años en Orihuela.
Entonces cambió de parecer y conoció personalidades que le brindaron su amistad y su conocimiento artístico (Pablo Neruda o Vicente Aleixandre), una historia muy similar a la mía, sin ser yo escritor creativo. Los dos nos dimos cuenta que lo vivido en el pueblo no era la realidad global.
¿Te decepcionaste, como Miguel?
Posiblemente. Recordemos que en los años setenta y ochenta España vivió numerosas transformaciones, como había sucedido en los treinta y cuarenta. Aprecié que la iglesia católica estaba demasiado asociada al poder e identificada con él, hasta entonces un poder dictatorial.
Lo único que me interesaba, y lo sigue haciendo, es la facción religiosa de la Teoría de la Liberación. Me empapé, por ejemplo, de la obra de Ernesto Cardenal.
¿Cuántos libros has escrito del poeta oriolano?
No lo sé exactamente, quizás una veintena. Entre los más relevantes, los que se focalizan en la fijación del texto, como ‘La obra completa de Miguel Hernández’ (2017), donde aparece todo lo publicado por el poeta: teatro, poesía, narración, cuentos, obra periodística…
Asimismo, ‘El epistolario general de Miguel Hernández’, lanzado dos años después. Aglutino toda la recopilación de sus cartas, las que tenemos, y ambos juntos superan las tres mil páginas.
«Ramón Sijé, pese a ser tres años menor, fue una de las personas que más influyó en él»
¿Son cartas destinadas a su mujer o políticas?
Fundamentalmente son privadas. Muchas de ellas, las que presentan mayor interés, son las que dirige a Josefina Manresa, su esposa, pues observamos una evolución biográfica y sentimiento profundo. Van parejas a la producción poética.
De igual modo son importantísimas las cartas que escribió a Ramón Sijé, una figura capital en el devenir de Miguel Hernández.
¿En qué sentido?
Le influyó muchísimo. Sijé era tres años más joven, falleció por enfermedad con solo veintidós, y, aun así, fue vital en su vida. Hoy es conocido solo por la ‘Elegía a Ramón Sijé’, escrita en 1936 como homenaje a su amigo recién fallecido.
Sijé estudió Derecho en Murcia y era hijo de una familia más acomodada. Destacó por su mentalidad, que definimos como teocéntrica, pues era tremendamente católico y pensaba que todo emanaba del poder de Dios, incluso el poder político.
Pero lo más relevante fue que a Miguel también le abrió el camino de la poesía moderna, la que tan de moda estaba en Francia. Me refiero a la poesía simbolista, representada en Paul Verlaine, Stéphane Mallarmé, Jean Rimbaud o Charles Baudelaire.
Fue un giro radical para Miguel.
No solo leía esos poemas, sino que se atrevió a traducirlos, con el francés limitado que tendría. ¡Y tenemos los manuscritos de esas traducciones, todos!
Eso le abrió los ojos a Miguel y le llevó a leer a los grandes del Siglo de Oro de nuestra literatura, desde Garcilaso de la Vega hasta Lope, pasando por Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, Fray Luis de León, Pedro Calderón de la Barca…
Además del gusto de leer, sabía entender y digerir la poesía, intentando después emularlos, como hizo con Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez o Jorge Guillén.
«La poesía de Miguel Hernández era clara, sencilla, pero obviamente tenía sus códigos, que debemos descifrar»
¿Hasta dónde pudo haber llegado, de no haber muerto tan joven?
Eso nunca lo sabremos. Lo mismo sucede con Federico García Lorca, pero indudablemente lo que hicieron ha tenido una repercusión enorme. Miguel Hernández es el poeta con mayor repercusión popular en el mundo hispánico.
Naturalmente, al morir joven, su mito se agrandó. A los tres mártires de la Guerra Civil española -la Guerra ‘Incivil’, como gustaba decir a Américo Castro-, Machado (muerto en el exilio), Lorca (asesinado) y Hernández (a quien murieron en el protofranquismo), se les ha colocado una aureola que los ha proyectado universalmente, por su calidad literaria.
De hecho, Hernández escribió mucho sobre la utopía de la sociedad.
Y del progreso, para convertirla en derechos actuales. La poesía de Miguel Hernández va dirigida a los idealistas que luchan por hacer, de las utopías de ayer, los derechos de hoy. Con unos poemas de profundo calado humano y estético: miren, si no, la cancioncilla bautizada ‘Las nanas de la cebolla’ o ‘El vals de los enamorados y unidos hasta siempre’.
Hernández supuso un capital avance desde el punto de vista humano, porque la literatura también es eso. Terminó luchando contra lo que en la época se llamaba poesía pura, aquella que venía de Juan Ramón Jiménez o los simbolistas franceses.
Realmente asombroso.
Se trataba de una poesía ya anticuada, desgajada de lo social, lo político, como si se manchara. Era poesía pura, se decía, desde ‘El rayo que no cesa’ y, sobre todo, ‘Viento del pueblo’. Estaba cargada, como si de un arma se tratase.
Cuando dejó Orihuela, poco antes de la guerra, Miguel ya utilizaba la poesía como un arma de concienciación, para abrir los ojos del gran público. No olvidemos poemas vehementes como ‘Sonreídme’, de 1935.
«Cuando deja Orihuela, poco antes de la guerra, Miguel ya utiliza la poesía como un arma de concienciación»
¿Ese era su principal objetivo?
Exacto, que el pueblo entendiera su situación de oprimido, mediante una poesía más clara, simple. Un ejemplo evidente es ‘El niño yuntero’, que emociona y hace llorar a quien lo lee.
Su influencia es tal que sus poemas son cantados también por raperos…
¡Claro que sí! El primero que lo puso de moda fue Nach (Ignacio José Fornés Olmo), rapero nacido en Albacete. La primera canción de uno de sus discos está compuesta con retales de versos de Miguel Hernández y suena realmente bien.
Sirvió de modelo a otros jóvenes, circunstancia interesantísima. Los tiempos han cambiado, porque ahora con treinta años se empieza a vivir y Miguel a esa edad ya contaba con una obra trascendente.
¿Cuáles han sido tus últimas propuestas sobre Miguel?
Varios de mis libros sobre Miguel Hernández son de divulgación, dirigidos al gran público; con frecuencia, como indicaba, han sido escogidos como lecturas obligatorias en centros académicos.
Quisiera destacar dos, ‘Miguel Hernández. Un poeta del amor, la libertad y la juventud’, con 75 poemas contextualizados y un análisis temático y estilístico para conocer al escritor sin fisuras, y ‘Del rayo al viento’, una antología de catorce poemas comentados y anotados verso a verso.
Hernández, como hemos remarcado, era un poeta bastante claro, pero relativamente, pues posee también un código interno que debemos ir descifrando, y la tarea del profesorado estriba en servir de guía para que el estudiantado aprenda a seguir su camino.
«Estoy acabando un libro de divulgación sobre la Generación del 27, centrado en seis poetas, incluidas dos mujeres»
¿Ahora en qué estás focalizado?
Acabo de concluir y presentar un libro titulado ‘Dando vueltas al atajo. Aforismo inédito de Joaquín Machado en su exilio chileno’. Se presentó en Rocafort (València), donde tuvieron residencia los Machado a finales de los treinta.
Estoy igualmente finalizando otro libro de lectura sobre la Generación del 27. Lleva por nombre ‘Campo alegre de batalla’-cita de Rafael Alberti- y realizo un estudio pormenorizado de seis autores y dieciocho poemas comentados, tres de cada uno.
Desmenuzar la poesía de Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda o Pedro Salinas no es sencillo, ni siquiera para el profesorado. También aparecen, por fin, poemas de mujeres de primer orden, como Carmen Conde o Ernestina de Champourcín. Son autoras menos conocidas y estudiadas, pero su primera lectura nos deja perplejo.
Por último, ¿deseas seguir escribiendo hasta el final?
Me encantaría, es el reto, porque uno lo lleva dentro, siempre que mi familia, sobre todo mi santa esposa, me aguante. Investigar, documentarme y escribir hace que le dé un sentido a la vida: me gusta la vida de jubilado, pero manteniéndome activo y útil a la sociedad.