A una altitud de setecientos metros, en plena comarca del Alto Vinalopó, Biar sobresale por su castillo, visible desde numerosos puntos, y su historia, pues debido a su situación estratégica -en los límites antaño entre Aragón y Castilla- fue un bastión clave en la defensa musulmana.
De hecho, la división de ambas coronas quedó estipulada en el puerto de Biar por el Tratado de Cazorla (1179), confirmado posteriormente en 1244 en Almizra, asignándose Villena a Castilla y Biar a Aragón. Jaime I el Conquistador, tras un asedio de cinco meses, se apoderó de su castillo, poniendo fin a la conquista del Reino de València.
Seguidamente, en 1287 pasó a ser villa real con voto en las Cortes, con amplia participación en las guerras que protagonizaron Castilla y Aragón durante los siglos XIV y XV. Hoy, localidad muy turística, es igualmente conocida por sus fiestas, incluidas Moros y Cristianos, y su entorno natural.
Paisaje de interior
Ubicado a pocos kilómetros de Alicante y sus playas, en las estribaciones de la Sierra Mariola, Biar muestra un paisaje de interior muchas veces desconocido para los turistas. Se trata de un paraíso por descubrir para los amantes del senderismo, la escalada, los paseos en bicicleta o a caballo, y los deportes de multiaventura.
También para aquellos que se sienten atraídos por pueblos llenos de historia, como evidencia su castillo, de origen árabe. Rodeado de montañas, la localidad -de unos 3.650 habitantes- alberga multitud de almendros, olivos y viñedos, ¡toda una maravilla visual!
Su castillo
En lo alto de una colina, el Castillo de Biar es su principal reclamo. Esta fortaleza medieval, dominada por una robusta torre del homenaje, se levanta como guardián de siglos de historia, desde su construcción en el siglo XII -bajo dominio islámico- hasta su papel fronterizo con el Reino de Aragón.
Sin duda, es un lugar que nos remonta a una era de conquistas y leyendas, donde moros y cristianos lucharon por dominar estas tierras. Cada piedra del castillo narra episodios de su pasado, comenzando por sus primeros días como atalaya islámica y acabando con su reconquista por Jaime I en 1245.
Jaime I el Conquistador se apoderó de su castillo, poniendo fin a la conquista del Reino de València
Santuario y acueducto
Pero Biar es mucho más y una jornada completa merece conocer su santuario, joya arquitectónica que encierra siglos de historia y arte. Consta de tres naves, con la central cubierta por bóvedas de crucería adornadas con estucos y frescos, mientras su decoración es principalmente neoclásica. La portada, no obstante, es rococó, aportando un toque de sofisticación.
Por su parte, el Acueducto Ojival, de unos setenta metros, data de 1490 y es una obra maestra del arquitecto Pere Compte, reconocido como el mejor especialista en conducción y nivelación de aguas de su tiempo. Posee tes arcos -dos ojivales y otro más meridional, un arco de medio punto rebajado- y desde allí se puede contemplar una de las panorámicas más populares de Biar, con la silueta del castillo al fondo.
Qué más visitar
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, en la Plaza de la Constitución, combina el estilo renacentista de su construcción inicial (siglos XV y XVI) con ampliaciones barrocas de finales del siglo XVII. Ya en el siglo XVIII, la iglesia fue recubierta con estucos, en línea con el gusto de la época.
Si el tiempo no apremia, digno de recorrer es el Museo Etnográfico Municipal Miguel Maestre Castelló, que se estableció para recuperar, conservar y divulgar su patrimonio cultural, tradiciones y oficios. Resalta por la tradición alfarera y de cerámica vidriada, siendo Biar un punto de referencia en este ámbito.
Se visita el castillo, su principal reclamo, el santuario, el acueducto ojival y la iglesia parroquial
Fiestas
Con la llegada de mayo, Biar se transforma en un tapiz de música, color y pasión histórica, las fiestas de Moros y Cristianos, entre los días 9 y 13. Desde el estruendo de los arcabuces hasta el desfile de bandas y comparsas, todo está imbuido de tradición, emoción y alegría.
Bajo el antiguo campanario de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción comienza el preludio de las fiestas. Suenan las campanas, primero tocadas una a una, anunciando los festejos en honor a la Mare de Déu de Gràcia, momento de unión y celebración.
Muy devotas en la ciudad son también las fiestas de Sant Antoni y el Rei Pàixaro. Tienen lugar el fin de semana más cercano al 17 de enero, han sido documentadas desde el siglo XVI y están declaradas de Interés Turístico Local.
Arrancan con el volteo de campanas y disparos de morteretes, seguido de la Gran Cabalgata del Rei Pàixaro por la noche, donde el personaje del ‘Rei’, junto con antorchas y danzantes, recorre las calles, iluminadas por hogueras.