Xavi Navarro / Director teatral
La historia de Xavi Navarro (Algemesí, València, 18-diciembre-1974) es la de una enorme superación, pues al igual que todos los apasionados al teatro deseaba ser actor. Sin embargo, se sabía tartamudo y era “plenamente consciente de mi enorme limitación”.
Pese a todo no paró de intentarlo, estudiando incluso en la ESAC, “avanzando milímetro a milímetro”. Superados los traumas, comenzó a dirigir, paulatinamente, sin darse cuenta, y poco después fundó su propia compañía, Xana Teatre (2008).
Con sus obras hemos reído, también llorando, especialmente ‘Tartaja’, una ficción con parte autobiográfica, y ‘Abelio y Avelino’, centrada en dos crápulas. Ambas han sido exitosas, como lo será ‘El viaje de Walt’, focalizada en los últimos días del icónico director Walt Disney.
¿Tu idea inicial era la de ser actor?
Sin duda, pero tenía un claro y evidente impedimento, mi tartamudez. A pesar de ello, en mi último curso universitario me apunté a un grupo de teatro, para interpretar la obra ‘La Cena’, una comedia dramática.
Recuerdo que todos mis compañeros aspiraban a los papeles principales, excepto yo, que pretendía uno residual, a ser posible el que menos texto tuviera.
¿Qué sentiste en esa primera obra?
Uff, pensé “esto es lo que quisiera hacer toda la vida”. Seguidamente me presenté a las pruebas de la ESAC, debía al menos intentarlo. Pero también quería que me dijeran que no, ¡para que se me fueran las ganas!
¿Salió bien el plan?
En absoluto, me seleccionaron, tras esforzarme al máximo, eso sí, y ya no tenía excusas. Acudía a las clases pensando que era mi último día, una y otra vez, pero fueron pasando las semanas y poco a poco me fui sintiendo mejor.
Comprendí entonces el amor por lo que deseaba ser, por mi trabajo. Ese amor por el teatro debía ser lo suficientemente grande como para superar mis miedos, y así fue.
¿Cómo siguió tu evolución teatral?
En aquella época todavía no quería escribir ni ser director, ni se me pasaba por la cabeza. Primero deseaba acabar la carrera y después poder hacer un monólogo, por ejemplo.
Empecé a dirigir, inicialmente a mí mismo, y más tarde a los demás, en pequeños espectáculos de café-teatro. Había un boom de este tipo de shows e iba junto a mi amiga Miryam Garcés por los bares de València con el monólogo ‘Coito imposible’, siempre a PDR, Precio de Risa.
«Al escribir una obra la reescribo una y otra vez, continuamente, hasta un momento que digo ¡basta!»
Ya como director, defínete.
Soy bastante hermético, debido a que cuando escribo mis obras ya las visualizo. Sí dejo, por supuesto, que los actores aporten, aunque siempre decido yo.
El primer día de ensayos les digo que hay dos tipos de direcciones. La primera es aquella en la que todos colaboran, y cuando se emocionan les anunció que soy del otro bando (ríe).
¿Por qué prefieres ser tan cerrado?
Sucede que al escribir una obra después la reescribo una y otra vez, continuamente, hasta un momento que digo ¡basta! En ese instante del proceso ya he visualizado la obra, como si estuviese viendo una película en el cine, solo me falta llevarla a escena.
¿Se producen momentos de tensión por ello?
Jamás. De hecho, en los ensayos disfrutamos muchísimo y es un no parar de reír. Primero hacemos un trabajo de mesa exhaustivo, trabajando cada intención de los actores.
Se trata de un proceso clave en el desarrollo de la obra, invertimos tiempo, les recalco, para que todos tengamos claro cómo es.
«Durante los ensayos realizamos mucho trabajo de mesa, para que cada actor exponga sus intenciones»
¿Cuáles son tus obras más relevantes?
Debido a que siempre había hecho comedia, quise salir de mi zona de confort y escribí ‘Tartaja’, una tragicomedia emotiva. Se trata de una limitación que lleva conmigo desde siempre.
Es ficción, basada en una historia real, la mía; hablamos de un chico que anhela ser actor, pero con la complicación de su tartamudez. Lo consigue, aunque con un final agridulce.
¿Más que ‘Abelio y Avelino’?
Una comedia que se desarrolla en la España de los setenta y explica qué es el karma, puesto que ambos (Abelio y Avelino) son estafadores e intentan constantemente engañar a la gente, indicando que son abogados. Sin ser excesivamente inteligentes, el plan les acaba explotando en las manos.
Es un humor que me encanta, muy similar al de Mortadelo y Filemón o los Hermanos Marx, teatro del absurdo.
¿En qué estás trabajando ahora?
Son numerosos los borradores de obras que dispongo, y unos me agradan más que otros, obviamente. Estoy elaborando ‘El viaje de Walt’, sobre la vida de Walt Disney.
El célebre director está decaído -por el cáncer de pulmón que padece- y recibe la visita de Alicia, la del País de las Maravillas. Cómica al inicio, después se focaliza en algo tan trascendental como acompañar a alguien enfermo en sus últimos días.