Este pasado 15 de septiembre Paterna se volcó en la conmemoración del centenario de la coronación del Santísimo Cristo de la Fe y San Vicente Ferrer.
La efeméride recuerda aquella misma fecha de 1925, en la que el cardenal valenciano Juan Bautista Benlloch impuso a la imagen una diadema como corona patronal. Cien años después una multitud volvió a abarrotar calles y plazas con similar entusiasmo para no perderse un acontecimiento cargado de emoción y memoria compartida.
Colosal mascletà
Durante todo un fin de semana la localidad vivió con intensidad una serie de actos que ponen de manifiesto la importancia simbólica del momento. La explanada del cohetódromo acogió una exposición que repasaba un siglo de historia desde aquella coronación, en la Plaza del Pueblo se proyectó un documental y se celebraron vigilias, albaes y dansà.
El Parc Central acogió la mayor mascletà disparada en la historia de Paterna, mientras que la Solemne Misa, oficiada por el arzobispo de València, Enrique Benavent, ante las puertas del ayuntamiento, y la posterior Procesión, reunieron a centenares de vecinos junto a autoridades civiles, religiosas y militares.
En ese mismo acto el alcalde, Juan Antonio Sagredo, le entregó al Cristo su vara de mando requiriendo que continúe “guiando y velando por todas las familias de Paterna con amor a todos sin excepción”. Una semana después el Pleno del Ayuntamiento concedía al Cristo la Medalla de Oro de la Villa, la máxima distinción que otorga la ciudad.
Cien años después calles y plazas estuvieron abarrotadas para no perderse un acontecimiento cargado de emoción
Antiquísima devoción
El fervor que despierta el Santísimo Cristo de la Fe en Paterna se pierde en el tiempo. Su veneración se ha transmitido de generación en generación hasta convertirse en una tradición. Lo religioso se mezcla con lo cultural y lo festivo con lo sagrado. Se trata de un vínculo que ha acompañado a los paterneros durante siglos, un hilo invisible que une a abuelos, padres e hijos y que refuerza el sentimiento de comunidad.
Los orígenes de esta devoción son difíciles de precisar. Diversos estudios, algunos de ellos presentados a los Juegos Florales, apuntan a que la presencia del Cristo de la Fe en Paterna se remonta varios siglos atrás. Incluso se habla de que ya en el siglo XV pudo arraigar esta advocación, en tiempos del arzobispo San Juan de Ribera, cuando se fomentó la difusión de la fe en Cristo en poblaciones con fuerte presencia de moriscos.
Se concedió al Cristo de la Fe la Medalla de Oro de la Villa, máxima distinción de la ciudad
Pasto de las llamas
La talla más antigua, conocida como el “Cristo Negre”, era de tamaño natural o algo mayor, morena y recia, y estaba considerada una gran obra de arte. Fue considerada prodigiosa, protectora en momentos de tormentas, sequías, epidemias y calamidades. Cuentan que en el siglo XIX se la sacó en procesión de rogativas ante la mortandad provocada por el cólera morbo asiático y ya en el siglo XX volvió a salir en acción de gracias tras la epidemia gripal.
Sin embargo, la historia se vio truncada en los albores de la Guerra Civil. El 22 de julio de 1936 la antigua imagen fue arrojada a las llamas en la Plaza del Pueblo. Pasada la contienda, los clavarios responsables de las fiestas patronales encargaron al escultor José María Ponsoda una nueva talla. La imagen actual, copia fiel de la desaparecida, fue bendecida el 27 de agosto de 1939 en la parroquia de San Pedro Apóstol.
Para los paterneros el Morenet es patrimonio compartido, expresión de identidad y memoria colectiva
Un fuego sagrado
Desde entonces el pueblo ha sabido mantener vivo el vínculo con su Morenet, renovando la tradición sin perder su esencia. Más allá de la iglesia, la devoción al Cristo de la Fe se entrelaza con la cultura y las fiestas locales. La Cordà, elemento esencial de la idiosincrasia paternera, es un buen ejemplo: cada año, el fuego que enciende la mecha del pasacalle de cohetes de lujo, y posteriormente de la Cordà, es bendecido en presencia del Cristo.
La cultura del fuego, otra seña de identidad del municipio, se funde de este modo con la tradición religiosa en un ritual que es al mismo tiempo espectáculo, rito y afirmación de pertenencia.
Más que religión
El Cristo también es patrón de la Federación de Intercomparsas de Moros y Cristianos, un ámbito en el que la devoción y la fiesta también se dan la mano. La Real Cofradía del Santísimo Cristo de la Fe y San Vicente Ferrer es quien vela por la imagen, garantizando que se mantenga viva la tradición y que se conserve este legado.
La devoción, como se percibe en cada acto multitudinario, trasciende la propia religión y alcanza a toda la sociedad paternera. El Morenet es patrimonio compartido, expresión de identidad y memoria colectiva, un espejo donde se reconocen generaciones de vecinos, desde tiempo inmemorial.