Entrevista > Sandra Valero / Ingeniera aeroespacial y astronáutica (Elche, 12-septiembre-1993)
Desde pequeña, sintió fascinación por las matemáticas y la física. Esto unido a su curiosidad por entender cómo podía volar un avión la llevó a estudiar Ingeniería Aeroespacial en València. En la actualidad trabaja para PLD Space.
¿Siguen siendo mayoría los hombres en las carreras científicas?
En general la mayoría eran hombres. Creo que de unos 120, alrededor de treinta éramos chicas. En mi clase, que éramos unas ochenta personas, habría unas veinte mujeres. Es decir, aproximadamente un 25% del total. En carreras de ciencias suele pasar, siempre hay más hombres que mujeres.
«Las matemáticas eran algo que entendía de forma natural»
¿Alguna asignatura o tema que te sorprendiera o te marcara durante la carrera?
Me gustaba mucho la aerodinámica. Me impactó especialmente porque la física clásica, la de velocidad o aceleración, era más sencilla. Pero cuando entramos en derivadas parciales, ecuaciones de fluidos y esa complejidad matemática, me encantaba. Recuerdo un examen que nos pedía calcular la turbulencia que se genera al mover una taza de café y me fascinó.
¿La velocidad es uno de los grandes retos de la ingeniería aeroespacial?
Todo se basa en los mismos principios: cualquier cosa que vuela necesita sustentación y empuje y genera resistencia del aire, que al final es un fluido. Esos fundamentos se aplican a casi todo. Luego, cuando trabajé en Madrid, empecé con reparaciones de aviones y más tarde aprendí sobre cohetes y vehículos espaciales.
¿Crees que en el futuro podremos alcanzar mayores velocidades para explorar el espacio más allá de nuestra atmósfera?
Sí, aunque el principal límite ahora mismo son los materiales. Ya se están desarrollando supermateriales y nanotecnología, pero seguimos volando con aviones diseñados hace treinta años. Los materiales actuales tienen sus límites: el aluminio, por ejemplo, disipa bien el calor, pero es poco resistente. La fibra de carbono es ligera, pero muy cara y compleja para fabricar y reparar a altas temperaturas.
El reto está en encontrar un material que resista el calor generado por la fricción del aire al ir tan rápido, sin añadir demasiado peso. Cuando superemos esa barrera material y tecnológica, podremos superar muchas más.
«Lo más complicado es crear algo que pueda mantenerse en el espacio bajo tu control»
¿Qué otros retos ves para que los viajes espaciales sean sostenibles y seguros?
El combustible tiene un límite y hay que buscar fuentes más eficientes, quizás energías renovables. Los satélites, por ejemplo, ya utilizan energía solar, pero el desafío está en que un vehículo pueda autoabastecerse, mantenerse y controlarse desde lejos. En el espacio no hay carreteras, y una colisión con un meteorito o fragmento puede ser fatal. Los materiales deben ser resistentes, ligeros y capaces de soportar impactos y temperaturas extremas.
Si en un futuro se realizara un vuelo tripulado y necesitara un ingeniero con tu perfil, ¿te gustaría participar?
Cuando era más joven sí que me lo planteé. De hecho, durante la carrera investigué qué se necesitaba para ser astronauta, pero vi que los requisitos físicos eran muy exigentes. Tienes que cumplir con unas medidas, unas condiciones médicas y pasar entrenamientos muy duros.
¿Qué tipo de proyectos te gustaría desarrollar dentro del sector espacial en el futuro?
Ahora mismo estoy centrada en diseñar mecanismos que funcionen de manera precisa, eficiente y sostenible. Me gustaría optimizar procesos, hacerlos más ecológicos, reducir el desperdicio de material en la fabricación.
También me interesa el reto de minimizar el impacto medioambiental, tanto en tierra como en el espacio, donde hay muchísima basura orbital. En PLD estamos desarrollando lanzadores reutilizables: la primera etapa del cohete puede volver a la Tierra para ser usada varias veces. Eso es un avance enorme hacia una ingeniería espacial más sostenible.
«En el espacio hay sitio para todos, y necesitamos miradas diversas»
¿Cómo se consigue hacer un lanzador reutilizable?
En el lanzador que desarrollamos, la primera etapa del cohete regresa a la Tierra para poder ser usada varias veces. Eso supone un reto técnico, pero también una gran mejora ambiental y económica. Cada lanzamiento reutilizable significa menos residuos y más eficiencia.
PLD Space ha crecido mucho en poco tiempo. ¿Preocupa el espionaje industrial?
Cuando entré éramos unas ochenta personas. Ahora somos casi trescientas. El crecimiento ha sido rapidísimo y eso implica muchos cambios, es algo esencial.
Todo el trabajo que hacemos está protegido: no se pueden hacer fotos ni sacar información del recinto. Cada ingeniero trabaja con su equipo y su ordenador, nada sale de allí. Es lógico, porque estamos desarrollando el primer lanzador español y hay mucho interés internacional por ver cómo lo hacemos.
¿Qué mensaje te gustaría transmitir a las futuras ingenieras aeroespaciales?
Les diría que se atrevan. Que no se limiten por pensar que es un mundo complicado o masculino. En el espacio hay sitio para todos, y necesitamos miradas diversas. La ingeniería es creatividad aplicada, y cada idea puede marcar la diferencia. Yo sigo aprendiendo cada día de mis compañeros, y eso es lo más bonito de este trabajo.





















