Entrevista > Manuel Ibáñez / Escritor (Elda, 26-noviembre-1955)
Docente durante décadas -también trabajó en diversos bancos-, Manuel Ibáñez siempre fue un gran aficionado a la lectura. Sus autores y libros preferidos fueron cambiando con el tiempo, no su voracidad por aprender de cada uno de ellos.
Con anterioridad había publicado alguna obra técnica, de economía. Durante la pandemia leyó una noticia sobre una mujer que recorría junto a su hija gran parte de África para llegar a España, hilo conductor de su primera novela, ‘El fracaso no existe’.
En este sentido, Ibáñez recuerda que “somos fruto de las generaciones previas”, con el deseo ineludible de aportar su granito de arena en una sociedad “demasiado manipulada”. Anhela dejar su pequeño legado, por medio del respeto, “la importancia del mismo”.
¿De dónde procede tu gusto por la literatura?
La lectura me ha acompañado desde la infancia, incrementando las horas para leer los últimos años, a raíz de mi jubilación. Me llamaba la atención hasta dónde te lleva una novela, los sentimientos que te extrae.
«Una noticia de una mujer llegada a España junto a su hija fue el motivo que buscaba para ponerme a escribir»
¿Cuáles han sido tus autores fetiche?
Me gustan mucho los escritores franceses contemporáneos, como Pierre Lemaitre, cuya magnífica ‘Nos vemos allá arriba’ (2013) relata las vivencias de un soldado que en plena Primera Guerra Mundial pierde la mandíbula en una explosión y a partir de ahí obviamente su vida cambia.
De Emmanuel Carrère me fascinó ‘Limónov’ (2011), centrada en la biografía de un escritor ruso que en tiempos de Mijaíl Gorbachov debe emigrar a Estados Unidos, donde tras muchísimas complicaciones acaba siendo el mayordomo de un millonario, antes de regresar a Rusia e introducirse en política.
¿Por qué has tardado tanto en publicar?
Sencillamente porque he estado muy ocupado. Estuve muchos años dando clases, monté una asesoría en Elda, me metí en política, sufrí un infarto…
¿Qué es ‘El fracaso no existe’?
Durante el parón obligado de la pandemia leí una noticia sobre una mujer que llegó con su hija a nuestro país tras sufrir mil calvarios en África. Fue el motivo que estaba buscando para ponerme a escribir y el resultado fue ‘El fracaso no existe’.
«No pretendí hablar de los personajes como emigrantes, sino como personas, con sus inquietudes y problemas»
En el que abordas con crudeza el problema de la migración.
Cuando escribí la novela no estábamos a los niveles de odio actuales, aunque ya se atisbaba esta deriva. Quise poner rostro a las personas que vienen a nuestro país en busca de un mejor porvenir.
No pretendí hablar de ellos como emigrantes, sino como personas, con sus inquietudes y problemas, que solo persiguen una vida mejor.
¿Igual que nuestros padres y abuelos hicieron en Suiza o Alemania?
Exacto, pero la migración se produce igualmente dentro de los países. Mis padres vinieron a Elda desde Yecla (Murcia) y de pequeño tuvimos que vivir en la Huerta Malva, un barrio obrero que estaba sin asfaltar, pasando todos muchísimas penalidades, similares a las que sufren aquellos que llegan a España sin nada.
¿De qué modo nos manipulan?
La manipulación es fruto de los tiempos que corren. Las redes sociales, sin ir más lejos, tienen un aspecto positivo, pues permiten y facilitan la comunicación, pero, por otro lado, hacen mucho daño, simplifican las problemáticas existentes.
Aquella persona que quiera manipular o tergiversar lo tiene muy fácil: solo tiene que poner el aspecto negativo de las cosas, y si un caldo de cultivo permite que salga a la luz…
«Mi novela también habla de los que pierden el trabajo, se sienten vulnerables y culpan a los demás en redes»
¿Las malas personas se han enquistado todavía más?
Este problema es mucho más amplio, porque si una persona lo está pasando realmente mal -porque todo es carísimo y carece de empleo- tiende a proyectar su dolor o su rabia hacia otros, y es muy fácil manipularlos.
A veces las personas pierden su trabajo, se sienten vulnerables y culpan en las redes a los extranjeros, cuando en muchos casos estos cubren los puestos que los nacionales no quieren. Mi novela también habla de ello.
Volvamos precisamente a tu libro, ¿qué metodología empleaste?
El primer tirón fue en el confinamiento. Empecé a escribir y se quedaron los mimbres de una futura novela, pero quisiera remarcar que no me considero un escritor, un profesional que vive de esto y posee una maestría que yo no tengo.
Lo cierto es que el proceso de escribir ‘El fracaso no existe’ duró cuatro años, en momentos intermitentes. Al final tuve la fortuna de contar con la colaboración de Tomás Santo, filólogo, determinante para atreverme a publicar la novela.
Debido a que los personajes principales son mujeres ponerse en sus formas de pensar también ha sido un reto que los lectores tendrán que valorar.
¿Qué acogida está teniendo?
Primero fue muy grata la presentación, con la presencia del concejal de Cultura, Iñaki Pérez, e introducido por Borja Moreno, que además de médico forense e influencer, es mi yerno.
Según me comentan está teniendo muy buena aceptación.





















