Entrevista > Pasqual Alapont / Escritor y dramaturgo (Catarroja, 2-febrero-1963)
Aunque ha desarrollado diversas funciones (actor, director, guionista…), Pasqual Alapont es reconocido por su labor como dramaturgo. Han sido muchas las obras de teatro que ha publicado, así como relatos infantiles y juveniles.
Licenciado en Geografía e Historia, “fascinado por las leyendas que leía de joven”, al mismo tiempo estudió teatro, en los ochenta, relacionándose con las compañías independientes. A día de hoy muchas confían en su talento, gracias a una “unión que dura ya más de treinta años”.
Entre sus obras más relevantes, ‘L’ovella negra’, ‘L’infern de Marta’, ‘Es complicat’, L’ombra del pare’ o ‘Beatrius’, varias de ellas incluso premiadas. Ya para un público adulto, ‘Tota d’un glop’ y ‘El mal que m’habita’, además de la que está preparando actualmente.
De pequeño te apasionaría leer.
Recuerdo tener siempre un libro entre manos: empezaba a leerlo el viernes y dos días después ya lo había acabado, obligando a que mis padres me compraran otro o fueran a la biblioteca.
Algunas de esas primeras lecturas fueron realmente impresionantes, grandes clásicos juveniles de Alphonse Daudet, Emilio Salgari, Arthur Conan Doyle o Julio Verne. Recuerdo un libro de las Cruzadas, quizás la semilla que me llevó después a estudiar Geografía e Historia en la especialidad medieval.
¿Con la intención de ser docente?
A mi padre le comenté mi ingenua idea de estudiar teatro en Barcelona, anhelo que descartó al instante. Siempre me había gustado la Historia y me decanté por ella, también por una necesidad de comprender la razón de todo.
«Un dramaturgo no se entiende como tal sin haber pasado por otras fases, saber cómo es la labor en las tablas»
¿Por qué optaste por una literatura infantil y juvenil?
Siempre me gustó el género y fuera el más asumible para debutar como escritor, pero pronto me formé en una academia de teatro, vinculada a grupos independientes. Casi de inmediato conocí a Toni Benavent o Carles Alberola, haciendo que el escenario cada vez fuera más importantes para mí.
En el teatro has hecho de todo…
Principalmente me considero dramaturgo. Sí participé como actor, en la compañía Moma, pero de un modo puntual, aunque este aprendizaje me sirvió -fue fundamental- para desarrollar mi trabajo posterior.
Un dramaturgo no se entiende como tal sin haber pasado por otras fases, saber cómo es la labor en las tablas, mirar a los ojos de los actores, lo que requiere la expresión, los diálogos…
«Tengo una fuerte conexión con ciertos actores, ellos confían en mí como yo en ellos»
¿Has evolucionado como dramaturgo?
Poco a poco vas depurándote, sin cambiar excesivamente en la esencia. Mantengo un espíritu crítico e irónico, variando posiblemente las formas y el lenguaje: he entendido que con menos a veces puedes decir más, comprendiendo mejor lo complejo de la profesión.
Lo aprecio, por ejemplo, en la conexión que tengo con ciertos actores -Pepa Miralles, Pep Sellés y tantos otros-, que confían en mí como yo lo hago con ellos. Es una especie de sinergia que nos ha beneficiado a todos.
¿Te inspiras de alguna forma concreta?
Uno va viviendo, con inquietudes o preocupaciones que después se plasman sobre el papel. Algunas caen sobre terreno poco fértil y otras siguen su proceso, alimentándolas. Van formándose personajes, escenas, y sin darte cuenta esas ideas iniciales van tomando cuerpo.
Confío mucho en el trabajo, sin descubrir nada, como lo hacen la mayoría de los creadores, que la inspiración me coja trabajando. Ya decía Miguel Ángel que una obra de arte es un 10% de inspiración y un 90% de transpiración.
Háblanos de tu metodología de trabajo.
Antes era mucho más noctámbulo, trabajaba de noche, pero cuando creas una familia debes conciliar los horarios con ellos. Ahora es más de oficina, teniendo en cuenta que mi labor muchas veces es de investigación, documentación, hacer borradores…
La primera hora de trabajo -casi siempre es perdida- es necesaria, porque la mente se prepara para enfocar o revisar las cosas. El cerebro precisa que le estimules, mediante la posibilidad de crear asociaciones: una obra es como un puzle, con un sinfín de piezas, todas ellas desordenadas y debes ordenar ese caos.
«Una obra es como un puzle en el que hay un sinfín de piezas todas ellas desordenadas y debes ordenar ese caos»
¿Tuviste miedo al folio en blanco?
Jamás tuve esa sensación, pues antes de redactar he hecho borradores, confeccionado fichas sobre los personajes y dispongo de muchísimo material.
Me cuesta mucho más poner el título a mis obras o novelas. Le doy tantas vueltas que nada me acaba de agradar, sabiendo que el 50% de una venta es por la portada y el título, precisamente. ¡Es el primer contacto hacia el lector!, y quieres expresarle si es una comedia, un drama y un relato de misterio.
¿Qué estás preparando ahora?
Una novela que intuyo será larga, para adultos. Hablará de la València del siglo XIX, lo que me está obligando a un estudio de documentación importante. Sigo asimismo con mis labores como traductor y dramaturgo.


















