Entrevista > Aitzíber Elejaga / Docente y directora del CEIP Juan Rico y Amat (Bilbao, 14-mayo-1979)
La historia de Aitzíber Elejaga es digna de ser contada, “siempre siguiendo mi sexto sentido, el de la intuición”. Considera, en ese sentido, que la suerte se busca y habitualmente es preferible arriesgar, aunque a veces ese paso salga cruz.
Se inició en el balonmano en Basauri (Vizcaya), donde se crio, porque era el deporte que practicaban sus amigas y la colocaron en la portería por su nulo temor a los balonazos. Casi de inmediato destacó, pasando primero a San Sebastián y a los veinte años llegando al Elda Prestigio.
En nuestras tierras vivió una década espectacular, disputando competiciones continentales, además de ser una fija en la Selección. Finalizada su carrera deportiva se reinventó como docente de Primaria, siendo desde hace cinco cursos la directora del CEIP Juan Rico y Amat.
¿Cuándo te empezó a llamar la atención el balonmano?
Al principio lo hizo poco, sinceramente. De hecho, por mi altura y porque nadie quería ponerse en la portería -debido sobre todo a que los entrenamientos eran al aire libre-, me ubicaron allí. Los entrenadores me lanzaron balones, fuertes, vieron que no me apartaba y ése fue mi puesto el resto de mi trayectoria.
Pronto sobresaliste.
Pero nunca llegué a creerme lo que era, quizás por mi forma de ser, con los pies en la tierra. Ni incluso cuando vinieron de San Sebastián a ficharme con solo dieciséis años: siempre me decía “¿por qué yo?” Lo mismo sucedió con el Elda Prestigio o al recibir la llamada para la Selección Nacional.
«Sin duda, el Elda Prestigio es de las mejores cosas que han pasado en esta ciudad, ¡disputamos Champions!»
¿Quiénes eran tus ídolos?
Más que referentes masculinos, me fijaba en jugadoras nacionales e internacionales. En España teníamos a Svetlana Bogdanova, campeona de Europa con el Milar L’Eliana, mientras en Noruega estaba Cecile Leganger, oro en los Mundiales de 1999.
¿Qué recuerdos tienes de tu fichaje por el Elda Prestigio?
Las casualidades no existen, y sin saber nada de la ciudad, asistí como espectadora a una promoción de ascenso del Elda Prestigio en Barakaldo. Años después, tras ser campeonas de liga, el club quiso contratarme, y no lo dudé.
Solo la cuestión académica -hacía segundo de Ingeniería Química- provocó que me lo pensara un poco más, pero prioricé el balonmano.
Viviste momentos inolvidables.
El Elda Prestigio es de las mejores cosas que han pasado en esta ciudad. Eran 3.000-4.000 personas las que nos animaban todos los partidos, con el pabellón lleno, cómo nos recibían, de qué modo nos seguían a los desplazamientos…
Paseábamos el nombre de Elda por toda Europa, ¡jugando Champions o Recopas! Los recuerdos fueron muy bonitos; soy de Bilbao, pero me siento también muy eldense.
«Como siempre digo, los adolescentes llevan un Ferrari en el bolsillo sin tener todavía el carnet de conducir»
¿Por qué te retiraste tan joven?
Con treinta, en lo mejor de mi carrera deportiva, consolidada en la titularidad de la Selección Española. Sin embargo, no podía más, psicológicamente estaba muy saturada, necesitaba un cambio, me apetecía tener una vida ‘normal’.
Un año antes, con veintinueve, comencé a mirar de reojo las oposiciones, consciente que debía preparármelas bien. Le dije entonces al seleccionador, Jorge Dueñas, que no me convocara para el siguiente compromiso.
¿Fue una auténtica bomba?
Sin duda. Nadie se lo creía, muchos pensaban que el club me estaba prohibiendo ir, pero no fue así; simplemente quería estudiar bien la oposición para sacarme la plaza, como sucedió.
Elegir ese momento -siendo todavía joven- fue todo un acierto, abandonando mi carrera deportiva para iniciar la profesional, igualmente apasionante. Jamás he dudado de mi sexto sentido, como indicaba.
¿Esa intuición te llevó a la docencia?
Mi idea inicial era estudiar Educación Física, pero finalmente me decanté por Primaria. Considero que volví a acertar: hoy en día estoy encantada, dando clases a chicos entre seis y doce años.
«Muchos tienen un buen porvenir, los medios para poder estudiar o profesionalizarse en algo los tienen»
¿Tanto ha cambiado la educación?
¡No tiene nada que ver! Las generaciones vamos cambiando según varía la propia sociedad. Los de mi quinta crecimos en un entorno sin pantallas ni Internet, mientras los de ahora nacen con una tablet o móvil en la mano y son criados por los abuelos, en una tarea determinante.
¿Hasta qué punto lo ha hecho a peor?
Tampoco debemos ser tremendistas, pues la sociedad evoluciona por otro lado a mejor. Contamos ahora con muchas más comodidades y facilidades, aunque me gusta remarcar que antes ‘vivíamos’ más.
Como siempre digo, muchos niños o adolescentes llevan un Ferrari en el bolsillo sin tener todavía el carnet de conducir. La tecnología es una herramienta más, pero debemos saber utilizarla correctamente, porque carecemos de una educación en ese sentido.
¿Qué futuro intuyes a los jóvenes actuales?
Muchos tienen un buen porvenir, los medios para poder estudiar o profesionalizarse en algo los tienen. Además, apreciamos una muy buena respuesta por parte de las familias, un aspecto fundamental.





















