Voro García / Músico
No faltaremos a la verdad si señalamos que Voro García (Sueca, 5-agosto-1978) se hizo músico por el deseo expreso que albergaba su padre, Pep García. “Siempre tuvo la ilusión de tener un hijo músico y ninguno de los tres anteriores (Juanjo, Javi y Gema) había mostrado aptitudes”, recuerda.
Se incorporó entonces, con siete años, a la banda municipal de Sueca como trompetista, instrumento que le maravilló especialmente tras conocer el jazz, “estilo que me permitió mezclarme con música más moderna”.
Tras una breve etapa en Barcelona logró la beca para estudiar en la exclusiva Escuela Berklee, para muchos la mejor del mundo. Este periplo de tres años en Boston le hizo un mejor músico y mucho de lo que allí aprendió lo intenta traspasar ahora a sus alumnos del conservatorio.
¿Qué tiene de especial la trompeta?
¡Guau! Es el sonido más directo a la voz, sin intermediarios. Pero también tiene sus defectos, porque si no la practicas a menudo enseguida se nota: evidencia lo mejor y peor de ti.
¿Por qué la escogiste?
En la banda hacían falta trompas, pero realmente fue Juanjo, mi hermano, el que decidió por mí. Once años mayor, estaba metido en diversas xarangas y me aseguró que era el instrumento que más sonaba.
Cuarenta años después, ¿fue una decisión acertada?
La mejor que pudo haber tomado. Sin embargo, al principio me costó, debido a que todos mis amigos adolescentes tocaban la guitarra o el bajo… Todo cambió cuando descubrí el jazz, mediante el disco de John Mayall ‘Jazz Blues Fusion’.
Tenía dieciséis años y de repente escuchaba una trompeta improvisando, como si de un grupo de rock se tratara. Me preguntaba ¿esto qué es?, y quise investigar.
¿Jazz es sinónimo de improvisación?
Sí, pero trabajada, porque la música va más allá de las notas. También hay conceptos y mil maneras de expresión.
«Toqué el himno estadounidense en el descanso del partido entre los Boston Red Socks y los New York Yankees»
¿Decidiste por eso acudir a Berklee?
Tomé esa determinación después de conocer a Jesús Santandreu, saxofonista y en actualidad compañero en el conservatorio. Había estado en esa escuela, tan elitista, me habló de con quién había tocado, que yo también podría…
Me presenté a la beca, bajo una carta de recomendación suya, y marché a Estados Unidos en 2005. En total realicé tres cursos.
¿Esa escuela por qué es tan única?
Por el nivel y calidad de los profesores, además de una infraestructura enorme que no para de crecer. Los precios por estudiar allí también son prohibitivos.
«Al principio me costó la trompeta, hasta que descubrí el jazz gracias a John Mayall y su ‘Jazz Blues Fusion’»
¿Viviste en Massachussets algún momento especial?
Toqué el himno de Estados Unidos, junto a un ensemble de Berklee, en el descanso del partido de baseball entre los Boston Red Socks y los New York Yankees, una experiencia increíble.
Uno de los grandes privilegios de estudiar en Berklee son los contactos que tienen, que posibilitan disfrutar de vivencias como ésta.
¿Regresaste siendo otro tipo de músico?
Totalmente. Marché sin saber el camino que tomar y volví teniéndolo claro, anhelaba vivir del jazz, de la música improvisada, componer, dar clases, hacer discos…
Poco después grabé mi primer trabajo, ‘Vorocity’ (2008), en honor a mi nombre y a la voracidad que mostraba en ese momento (ríe). Fue como mi carta de presentación, con estándares de jazz, similar a los discos que escuchaba anteriormente.
¿El estilo marcado por tus grandes ídolos?
No fue Louis Armstrong y el jazz más tradicional -al que escuché más tarde-, sino Blue Mitchell, trompetista de los años cincuenta y sesenta. Tuve después una época muy obsesiva con Miles Davis, al que le siguieron Freddie Hubbard y el resto de los músicos coetáneos.
¿Cuáles han sido tus otros trabajos?
‘Roommates’, confeccionado junto a distintos compañeros de habitación, tanto en Barcelona como en Boston. Son Leo Genovese, pianista; Jorge Rossi, batería; Enrique Oliver, saxofonista, y Dee Jay Foster, contrabajista.
De igual modo, ‘Reality Shaw’, coliderado por mi trombonista favorito, Toni Belenguer, y el directo que grabamos en la Sala Jamboree de Barcelona, de nuevo con Rossi y Foster, junto al saxofonista Chris Cheek y el guitarrista Peter Bernstein.
Tengo un par de proyectos que deberían coger forma en los próximos meses, el primero un cuarteto de jazz con orquesta sinfónica. Deseo también volver al formato de quinteto, trompeta, saxo, piano, bajo y batería.
¿Desde cuándo eres docente?
Llevó trece años en el Conservatorio Superior de València, encontrándome como profesor de jazz. Intento proyectar lo aprendido en Estados Unidos, un sistema de enseñanza que no es común en España.
Lo más positivo de mis alumnos, cada uno en su nivel, es que quieren desarrollar música moderna. Busco aunar todos los gustos, la parte más complicada de mi labor.
Deben sorprenderse al conocer tu currículo.
En parte sí, aunque de inmediato me ven como el abuelo que les cuenta viejas historias (ríe).




















