En 2015 Gandia vio nacer el Museo de Santa Clara, espacio que, diez años más tarde, continúa ocupando un lugar lleno de historia y albergando un patrimonio de pintura, orfebrería y escultura que forma parte del legado de la localidad.
Sus paredes son testigo de siglos de vida, puesto que se encuentra en el antiguo Hospital de Sant Marc. Durante siglos, este sitio acogió a viajeros, enfermos y pobres. Además, hace años que custodia los restos de los inicios de la comarca en el Museo Arqueológico de la ciudad (MAGa).
Hospital medieval reconvertido en museo
Así pues, este último comparte espacio con el protagonista del artículo, que ocupa la Sala d’Homes del antiguo hospital, fundado en el siglo XIV junto al río Serpis y la muralla medieval. Tras su cierre como institución sanitaria en el siglo XX, el inmueble permaneció infrautilizado hasta que, en 1972, se inauguró el MAGa.
Ya en 2010, la comunidad de monjas del Monasterio de Santa Clara cedió al consistorio su colección de obras de arte, que había pasado quinientos años bajo su responsabilidad. Lo hizo, eso sí, con el compromiso de que se creara una exposición pública.
Cinco años después se inauguró el centro. Fue todo un hito: por primera vez, un conjunto patrimonial de enorme valor salía de la clausura para integrarse en la vida cultural de la ciudad.
La exposición tiene piezas que pasaron cinco siglos entre las monjas
Sobre polémicas y disputas eclesiásticas
No todo el camino ha sido fácil. En 2016, el Arzobispado de València decidió retirar unilateralmente un centenar de obras de arte del centro, dejando vacío este símbolo cultural.
Esta drástica decisión fue tomada porque, debido a sus problemas económicos, el Ayuntamiento no había cumplido las partes del convenio que le obligaban a contratar a un director y a personal técnico para proteger la colección. La reconciliación no tuvo lugar hasta 2018, cuando el consistorio dejó su gestión en manos del Arzobispado durante cuatro años.
En 2022, el actual alcalde, José Manuel Prieto, renovó el pacto con el objetivo de proteger la muestra. Hoy en día este no es un sitio público, sino que sigue estando bajo control eclesiástico, aunque, eso sí, en un espacio cedido por la administración local.
De patrimonio a bien común
Su director, Joan Aliaga, explica que el museo tiene una gran importancia, puesto que “no solo conserva físicamente las obras, sino que también las investiga y contextualiza para que su patrimonio forme parte de la memoria colectiva de Gandia y siga siendo un referente cultural e histórico”.
Para ello, comenta, se aplican criterios profesionales de conservación preventiva y restauración; se registran y documentan las piezas para asegurar su trazabilidad, y se exhiben de forma responsable y accesible.
Además, señala que el centro “genera actividades didácticas y de mediación cultural que invitan a la participación de las escuelas, la universidad, los investigadores y la ciudadanía en general. Es un lugar compartido y vivo, al servicio de Gandia y de las generaciones futuras”, añade.
El Arzobispado de València dejó en 2018 vacía la sala por un desacuerdo
Obras escogidas
El Museu de Santa Clara conserva cientos de piezas que van desde el siglo XV hasta el XVIII. Sin embargo, el espacio obliga a exponer solo unas ochenta. “El Ayuntamiento dispuso la Sala d’Homes, un sitio de apenas 300 m2 insuficiente para una colección que necesitaría, como mínimo, más del doble de superficie”, expresa el director.
“Se guardan las obras más frágiles, las que duplican iconografías ya presentes en sala, las que están pendientes de estudio o restauración y aquellas que se reservan para futuras rotaciones o exposiciones temporales”, afirma. Además, comenta que la selección sigue criterios estrictos, puesto que no se guía únicamente por la belleza, sino también por la calidad artística, el valor histórico o espiritual y, especialmente, la conservación de las piezas.
La restauración también sigue una estrategia planificada: se actúa primero sobre las piezas con mayor riesgo de deterioro y, entre ellas, se priorizan las de mayor valor artístico, histórico o devocional. Actualmente, el centro colabora con el IVCR+I en la restauración de dos obras clave: un retablo de Joan de Joanes y una tabla de Vicente Macip, intervenciones que Aliaga describe como “de gran complejidad técnica y elevado coste”, imposibles de asumir sin cooperación institucional.
El Museo de Santa Clara no es solo un contenedor, es un espacio que conecta a Gandia con su historia, la influencia de los Borja y la evolución del arte valenciano desde el Renacimiento hasta el Barroco. De hecho, muchas de sus obras sobrevivieron a conflictos como la Guerra Civil, cuando las clarisas lograron protegerlas de la destrucción.
Retos y futuro
La sostenibilidad, reconoce Aliaga, es “uno de los retos más delicados” del proyecto. “No se trata solo de cuestiones técnicas o económicas, sino también de voluntad política: es imprescindible que las administraciones implicadas comprendan el valor excepcional de las obras conservadas y asuman que su cuidado exige una inversión prolongada”, dice.
Para asegurar su continuidad, el museo apuesta por establecer vínculos con otras instituciones mediante préstamos, exposiciones temporales o colaboraciones de investigación, consiguiendo, así, que el Museo esté presente en circuitos profesionales de alto nivel.
El reto final consiste en generar experiencias significativas compartiendo cada vez más su obra. La dirección lo resume afirmando que “esto solo tiene sentido si, además de conservar, es capaz de generar vínculos, preguntas y experiencias en quienes lo visitan”.




















