A diferencia de muchos otros actores, José Zamit (València, 15-enero-1982) no sintió de niño esa ‘llamada’ hacia la interpretación. Lo hizo más tarde, y quizás por casualidad, pues su idea era estudiar Comunicación Audiovisual, “me fascinaba el cine y quería estar detrás de las cámaras”.
Sin embargo, tuvo que repetir COU -solo dos asignaturas- y al disponer de mucho más tiempo libre optó por comenzar Arte Dramático, “para conocer el otro lado”. Se matriculó en la escuela privada CVAE (Centro Valenciano de Arte Experimental), dirigido por Rafa Cruz, de quien tanto aprendió.
Sobre todo ha hecho teatro, un sinfín de funciones -varias de ellas shakespearianas-, sin olvidarnos de su participación en series televisivas. Ahora igualmente dirige, imparte clases -también en colegios- y le podemos ver tanto en ‘L’invasió del barbars’ como en la obra ‘La Reina Pirata’.
¿Cuándo empezó a gustarte la actuación?
Ya en mis clases iniciales de Arte Dramático, me encantó todo lo relacionado con el mundo teatral. Además, a Rafa Cruz le gustaba William Shakespeare y lo primero que interpreté fue ‘Romeo y Julieta’: ya no quise hacer nada más.
Poco después me crucé con Chema Cardeña, gran conocedor del dramaturgo inglés, con una visión del teatro muy similar a la mía…
Pronto apareciste en funciones.
La particularidad de esta escuela, germen de la actual ‘Off’, era que en segundo ya actuábamos. Dejé entonces Comunicación Audiovisual, por falta de tiempo.
«Una de mis primeras funciones fue ‘El baile de los lenguados’, y todavía recuerdo las sensaciones que tuve»
¿Te arrepentiste o fue la decisión correcta?
Estoy totalmente convencido que hice bien, aunque quizás hubiera podido estudiar las dos carreras. También es cierto que ansiaba trabajar, no dejar de hacer teatro. Una de mis primeras obras fue ‘El baile de los lenguados’, de Manuel Molins, y todavía recuerdo las sensaciones que tenía esos años.
¿Cuáles eran precisamente?
Debuté haciendo de Horacio en ‘Hamlet’, en una sala muy pequeña -íntima-, y cuando se corrió la cortina, vi a cuarenta personas y sentí magia, algo complicado de describir.
Con el tiempo las sensaciones han cambiado, obviamente, pero sigo estando nervioso, comiéndome la cabeza, momentos antes de salir a escena. Soy incapaz de estar relajado; no obstante, ese estado de alerta considero que es bueno.
Tú como actor habrás evolucionado.
Mucho. Siempre he sido un actor muy enérgico, visceral y pragmático, reacio a métodos que te llevan a interiorizar en exceso el personaje. Mi papel lo ha escrito el dramaturgo y después le doy mi cuerpo y voz, nada más.
Eso mismo lo descubrí con Rafa Cruz -fallecido en 2008- y seguidamente con Chema Cardeña, que tiene la misma forma de trabajar, la manera de ver el teatro.
«Siempre he sido un actor muy visceral y pragmático, reacio a métodos que te llevan a interiorizar el personaje»
¿Optas entonces por obedecer siempre al director?
Debido a mi deformación profesional, si el director me dice “haz esto”, lo hago, con la posibilidad de introducir alguna propuesta. Sin embargo, no la debato, porque no me gusta que lo hagan cuando ejerzo de director.
Siempre lo digo, el escenario es un lugar jerárquico, en el que uno o dos dirigen y los otros ejecutan sus órdenes.
¿Por eso quisiste también dirigir?
Es una faceta que me interesa especialmente, quizás más que la interpretación: veo un espectáculo y ya lo visualizo en mi cabeza, le doy mucho mimo.
Pero sobre todo soy actor, así lo demuestra mi formación, aunque de un modo puntual dirija o escriba. Sin duda, la parte creativa es sumamente gratificante.
Enuméranos tus trabajos más relevantes.
Sobre las tablas, ‘El baile de los lenguados’, ‘Los locos de València’, dirigido por Tono Berti, y varias de las obras de Arden Producciones, la compañía de Chema, como ‘Matar al Rey’ o ‘Ocho Reinas’, las dos interpretadas en la Sala Ruzafa, circunstancia que me dio amplia visibilidad.
A nivel audiovisual me inicié en ‘Negocis de familia’ y ‘Les Moreres’, ambas series diarias de la extinta Canal 9. Luego me incorporé a ‘L’Alqueria Blanca’ en su décima temporada -apareciendo en un total de 37 capítulos-, con un papel relevante, de galán (Álvaro Domènech), sabiendo que es una producción coral.
«Aunque soy sobre todo actor, la dirección es una faceta que quizás ahora me interesa más que la interpretación»
¿Qué papel desarrollas en ‘La invasió dels bàrbars’?
Uno pequeño, de soldado fascista, aunque relevante porque la película arranca y concluye con esa escena. Me veo extraño sin barba (ríe).
Estás ahora con…
‘La Reina Pirata’, espectáculo escrito por Marta Salinas sobre la relación ficticia que mantuvieron William Shakespeare y Grace O’Malley, pirata irlandesa del siglo XVI. Está funcionando estupendamente, para un público familiar, con actuaciones en València y numerosos puntos de nuestra geografía.
El futuro de la profesión, ¿está asegurado?
Como profesor de la Sala Russafa -y antes de la Escuela Off- sé el indiscutible talento que albergan nuestros jóvenes actores. Se debe asentar un poco más el sector y huir de ese mantra de que para ganarte la vida en la actuación tienes que marcharte.

















