Uno de los lugares más increíbles de toda la Comunitat Valenciana, el Santuario Virgen de la Balma se sitúa a unos tres kilómetros al norte de Zorita del Maestrazgo (Castellón), a poco más de dos horas de València. Es, por tanto, una escapada perfecta para llevarla a cabo en familia.
El topónimo geográfico de la Balma hace referencia a una concavidad alargada producida por la erosión. De hecho, el propio santuario está empotrado en ella, en una inmensa mole pétrea que da la sensación de caerse sobre el cauce del río Bergantes.
Enclavado como indicamos en la roca, en un abrigo natural, tanto la ermita como su fachada -junto al campanario- fueron realizadas en 1667.
La balma de Zorita
Balma, cavidad poco profunda, es una palabra de origen celta, aunque algunos la relacionan con el valenciano. En ocasiones se asocian a estos espacios ciertas propiedades espirituales, empleándose para celebrar ceremonias y rituales de diferentes tipos.
La llegada del cristianismo provocó que las balmas mantuvieran este carácter espiritual; en este sentido, muchas de ellas han servido como lugar de retiro para ermitaños. La de Zorita del Maestrazgo está excavada en un monte conocido como La Tossa.
Se trata de una cavidad alargada, decíamos, que se abre sobre la ladera. Brinda unas vistas espectaculares del meandro del río a sus pies y de casi toda la comarca de Els Ports, a la que pertenece.
Ubicado en un abrigo natural, tanto la ermita como su fachada -junto a su campanario- son de 1667
Aparición de la virgen
Aquí se cuenta que se le apareció la Virgen María a un pobre pastor, alrededor del siglo XIV. Sin fecha exacta, la leyenda siempre es la misma: la santa le pidió que comunicara a los habitantes de Zorita del Maestrazgo que iba a convertirse en protectora de la región y que se construyera allí un templo.
Para que el pastor no fuera tildado de loco o mentiroso, la virgen curó su brazo, pues era manco o tenía problemas de movilidad. En el punto de la aparición, en la balma, el pastor halló una talla de una virgen, hoy conocida como Virgen de la Balma.
El pastor contó la historia al cura, quien de inmediato fue a buscar la imagen para llevarla a la iglesia de Zorita. A la mañana siguiente había desaparecido, estaba de nuevo en la balma.
Singularidades del santuario
Sin duda, le concedemos el buen gusto a la Virgen de la Balma para escoger su lugar de adoración, no únicamente por la balma, sino por las mencionadas panorámicas. Pronto el santuario se convirtió en un espacio de peregrinación para los pueblos cercanos y cualquier catástrofe -sequías, epidemias…- era motivo para visitarla.
Al llegar pensarás que el santuario cuelga directamente de la roca. Junto al edificio de la propia iglesia, al final de la balma se encuentra una hospedería, en la actualidad un restaurante abierto al público.
El acceso a la galería que conduce al santuario se realiza mediante este último edificio. De igual modo, la sala por la que debemos pasar se ha transformado en un pequeño museo.
Brinda unas vistas espectaculares del meandro del río a sus pies y de casi toda la comarca de Els Ports
Fachada e interior
Un consejo es estar atento cuando caminemos por la galería, porque el suelo es roca viva y, de tanto recorrerlo, hay zonas muy resbaladizas. Igualmente debemos estar alerta al techo, excavado en la roca, que es irregular y bastante bajo.
La fachada renacentista del santuario, prácticamente integrada en la roca, es digna de admirar. Posee también un campanario, un hecho curioso para un templo excavado en piedra.
El interior, como era de esperar, es completamente irregular, al fundamentarse en la cavidad de una roca que hace las veces de pared trasera, techo y suelo. Aquí está la imagen de la Virgen de la Balma, aunque pocos piensan que es la que encontró el pastor.
Exorcismos
Las numerosas peregrinaciones para pedir ayuda llevaron a buscar favores más personales. El principal era sacar el demonio del cuerpo de seres queridos, pensamiento muy habitual en la época, pero lo que comenzó como una actividad controlada por el párroco y aprobada por la Iglesia se descontroló.
Así, la balma se llenó de brujas, espiritistas y demás aprovechados, que se hicieron con el poder de los supuestos exorcismos. Los enfermos, llamados malignes -por su condición de endemoniados- eran introducidos a la fuerza en la cueva.
Una vez dentro les ataban con fuerza lazos en pies y manos para que el demonio abandonara su cuerpo. Se pensaba que, de hacerlo por ojos, oídos o boca, el endemoniado quedaría ciego, sordo o mudo.
Comenzaba entonces la labor de las brujas, que recitaban sus salmos. La señal que el demonio salía del cuerpo era que uno de los lazos se soltaba, momento en el que la multitud entraba en éxtasis por el triunfo del bien sobre el mal.




















