Como toda ciudad que se precie, Elda tiene sus momentos de crecimiento, que aquí van dejando su huella por el entramado urbano. Como la explosión del ‘art nouveau’ (llamado modernismo por estos lares) y todo el aparato sociopolítico que conllevaba, representado en la calle Nueva, donde se perfilaba esta creación del XVII, aportándole un Casino en 1902, o en el Teatro Castelar (1904), o como el impulso urbanístico de finales del XX, con la plaza Mayor de 1994.
Pero hubo otro siglo realmente importante para Elda, el XVI, cuando, durante esta centuria, la ciudad comenzará a abocetar el que será su futuro, precisamente un siglo antes de la concesión de la carta puebla, el once de noviembre de 1611, enfilándola hacia una modernidad urbana truncada por la expulsión de los moriscos y por dientes de sierra poblacionales, tal que el temible fantasma de la despoblación que motivó la redacción del referido documento.
Una familia con solera
En el anecdotario humano, el apellido que aparece no es otro que el de Coloma, tan recordado este 2022, al haber sido declarado Año Coloma por ser el quinto centenario del nacimiento de Juan Coloma, primer conde de Elda. De la familia Coloma ya se ha hablado aquí, como en los artículos de David Rubio ‘El primer conde de Elda’ (diciembre de 2019), ‘Nuevas obras en el Castillo para reformar la Puerta del Antemural’ (diciembre de 2020) o ‘El conde de la supervivencia’ (septiembre de 2021).
Recordemos al iniciador de la estirpe: el poeta eldense Juan Coloma y Cardona (también, Juan Coloma Pérez Calvillo, 1522-1586), señor (gobernante de un feudo, de siervos y vasallos) de Elda, entre 1539 y 1586, y primer conde de Elda, entre 1577 y 1586. Uno de sus catorce hijos, por cierto, fue el diplomático, historiador, militar y traductor alicantino, de proyección internacional, Carlos Francisco Coloma (1566-1637). Su crónica militar ‘Las Guerras de los Estados Baxos’ (1622) se considera una de las cumbres en este género.
El primer conde de Elda fue militar y destacado poeta
Un siglo glorioso
Siempre se señala que la llegada de Juan Coloma al poder significó que castillo e iglesia cambiaron o reperfilaron sus faces, perdiendo en buena parte la impronta musulmana. El castillo en concreto, inició la transformación de alcazaba militar a palacio, acogiendo a su vera a una ciudad morisca (musulmanes convertidos a la fuerza) que se acoplaba a la Edad Moderna, que en el ámbito global comenzaba en el XV, potenciando no solo urbanismo, sino incluso educación o economía.
El siglo XVI es el del gran auge del Imperio Español, época de descubrimientos alentados por el de América en el XV (1492), el punto álgido en el periodo artístico español llamado Siglo de Oro (que abarcaría entre 1492 y 1659), y en lo europeo en general, el Renacimiento (XV al XVI). En este contexto y al contrario que su hijo, que los expulsó, Felipe II crea en 1564 la Diócesis de Orihuela para evangelizar a los moriscos, pero también educarlos.
Coincide con el Siglo de Oro español y el Renacimiento
Adoctrinamiento cultural
Se habla de las obras arquitectónicas del momento, del convento franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles o de la iglesia de Santa Ana, sobre la antigua mezquita mayor, pero olvidamos que entonces, por necesidades del ‘ora et labora’, el “conocimiento” se redescubre en el seno de los centros religiosos. Al dedicar estos al adoctrinamiento societal, se diseminará parte de lo atesorado. Lo que incluye, por ejemplo, la ‘Gramática’ (1492) de Antonio de Lebrija (1444-1522), de obligado uso a partir de 1598.
El Condado de Elda (nacido el catorce de mayo de 1577, a instancias del rey Felipe II, 1527-1598, y que comprende también Petrer o Salinas), regido por un miliciano y vate, se aplicará en una sociedad que se incrementa pese a la expulsión de los judíos, en 1492. Se tiende a calles más anchas y rectas para acoger a una población eminentemente agrícola, que devolvió luego sus técnicas de origen magrebí, perfeccionadas, al Magreb, tras la expulsión.
La expulsión de los moriscos obligó a reiniciar lo andado
El vacío demográfico
Porque los desvelos de la familia Coloma estuvieron a punto de caer en saco roto. La carta puebla no fue sino una de las muchas acciones destinadas a reconstruir lo construido, a reanudar el camino previamente andado por Juan Coloma. Esto ya es otra historia, pero afecta a lo narrado: el cuatro de octubre de 1609, los moriscos del Condado eran expulsados de su tierra y conducidos en galeras a los puertos de las argelinas Orán y Mostaganem.
Las naves en las que embarcaron, aseguran las crónicas, estaban comandadas por otro hijo de Juan Coloma, Antonio Coloma de Saá, o sea el vallisoletano Antonio Coloma Calvillo (1555-1619), capitán general de las galeras de Portugal y Sicilia, alcaide del castillo de Alicante y también poeta. Pero esto, lo de guiar las naos, no fueron más que gajes del oficio. Eso sí, de los dos mil quinientos habitantes condales, quedaron unos doscientos sesenta cristianos viejos. Así que no quedó otra que, una vez más, renacer desde lo ya vivido.