Entrevista > Augustin Bado / Capellán (Burkina Faso, 31-julio-1981)
En los momentos de enfermedad ¿qué tipo de apoyo necesita un enfermo más allá de la asistencia médica? Augustin Bado nos revela la complejidad espiritual del ser humano y cómo esta dimensión trascendente aflora en los momentos de los ingresos hospitalarios.
Conversamos con este religioso que hace unos años se instaló en Valencia para ofrecer su asistencia como capellán en el Hospital Universitario ‘La Fe’, donde el sacerdote africano analiza para AQUÍ grupo de comunicación en qué consisten sus jornadas.
¿Cómo nació su vocación?
Crecí en un pequeño pueblo de 3.000 habitantes, llamado Ladíu, en Burkina Faso. Soy hijo de padres cristianos. Al cumplir los siete años, mientras iba al colegio, seguía también el catequismo para prepararme a los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo, comunión y confirmación).
Un día mientras el párroco predicaba en la Iglesia del pueblo, me vino la idea de hacer como él. Y desde este día, buscaba cómo realizar mi sueño hasta que me incorporé a los ‘vocandis’, grupo de jóvenes que quieren desarrollar su vocación para responder a la llamada de Dios.
«De pequeño recorría 12 kilómetros a pie en África para ir a formarme al seminario»
¿Por qué tomó esta decisión?
La llamada de Dios se puede vehicular como sacerdotes, religiosos o religiosas, catequistas, etc. Y.. ¿por qué esta decisión? La pequeña historia al respecto es la que antes he explicado respecto a cómo me inspiró la predicación del párroco de la iglesia de mi pueblo.
Desde este día, buscaba cómo realizar mi sueño hasta el día que me ofrecieron la posibilidad de formar parte del grupo de los ‘vocandis’.
¿Fue un proceso duro?
Nos reuníamos en la parroquia para los encuentros formativos. Mi pueblo está a 12 km de la parroquia y tenía que recorrer a pie esta distancia, hasta pasar el concurso para entrar en el Seminario Menor.
¿Qué tienen de especial los Camilos?
Con respecto a la Orden de los Camilos, digamos en términos sencillos que se trata de una congregación religiosa nacida en Italia en el siglo XVI, cuyo fundador es Camilo de Lelis. Su especificidad estriba en el servicio corporal y espiritual a los enfermos.
En su seno, existen curas y hermanos laicos que se dedican al cuidado de los enfermos; sus miembros pueden ser a la vez curas y médicos o enfermeros, o bien dedicarse al acompañamiento pastoral, como en mi caso, siendo capellán de hospital.
Es por estos motivos que elegí ir a los Camilos. Así, al finalizar la Primaria, ingresé en el Seminario Menor de los Camilos en 1994 cuando tenía solo trece años.
«La especificidad de mi orden estriba en el servicio corporal y espiritual a los enfermos»
¿El noviciado se le hizo duro?
El Seminario Menor de los Camilos es un internado, es decir, un instituto donde los alumnos estudian y se quedan a dormir. Allí hice toda mi formación escolar que duró ocho años. Tras el bachillerato, me trasladé a otra casa de formación y allí hice el año canónico de noviciado, durante el cual se hace la iniciación a la vida religiosa camiliana.
¿Qué aprendió allí?
Todas las exigencias que conlleva esta forma de vida, que se termina con la profesión simple y la toma del hábito religioso (un vestido con cruz roja en el pecho). El candidato promete observar los votos de castidad, pobreza, obediencia (que son votos comunes a todas las congregaciones religiosas), pero nosotros, los Camilos, tenemos un cuarto voto especifico que es el servicio a los enfermos, aunque peligre tu vida.
¿Y tras el noviciado?
Estudié dos años Filosofía y cuatro años de Teología. Al finalizar esos estudios, hice los votos solemnes, luego el diaconato y terminé con la Ordenación Sacerdotal en 2010. Enseguida me destinaron al Hospital Mayor de Burkina Faso (Yalgado Uedraogo), donde desempeñé mi labor como Capellán hasta 2014, el año que me destinaron a España como misionero.
¿Cómo fue su llegada a España?
Estudié primero el castellano en Madrid durante dos meses y luego me destinaron a Sevilla, donde trabajé de capellán en el Hospital Virgen del Rocío durante seis meses. Fue después de este recorrido que llegué a Valencia en marzo de 2015 al Hospital La Fe, y hasta hoy.
¿Qué le aporta su labor como capellán en este hospital de Valencia?
Es una pregunta difícil de contestar, pues en general nosotros, los curas, pensamos más bien en aportar a los demás, pero rara vez en lo que nos aporta lo que hacemos. Además, yo no lo llamo labor sino un servicio que doy a otros según su necesidad.
Sin embargo, sabemos que cuando uno da, recibe siempre algo, y ese ‘algo’ es el sentimiento de la autorrealización y la autosatisfacción. En mi caso, me siento realizado como humano al ayudar a los demás, sobre todo cuando se trata de personas en situaciones de fragilidad y de vulnerabilidad humana tales como la enfermedad, la muerte, el duelo, etc. Me siento así útil a los demás.
«Tras el noviciado estudié dos años Filosofía y cuatro años de Teología»
¿Cuál es la labor que ejerce un capellán de hospital?
Es un servicio que presto y no una labor en sí, porque este servicio no se puede comparar con la labor de los profesionales sanitarios, quienes son remunerados por su trabajo. Nosotros lo hacemos por vocación y por motivos religiosos y espirituales.
Es por esto que lo que hacemos se llama ‘servicio religioso’ o asistencia espiritual en el hospital. Se trata principalmente de escuchar, consolar, acompañar y aportar apoyo espiritual a los pacientes y a sus acompañantes.
¿Cómo se divide su jornada?
Aquí en el hospital La Fe de Valencia somos cuatro religiosos camilos, todos curas, y nos repartimos los turnos de guardias. Concretamente mi día de guardia en el hospital se organiza del siguiente modo: llego al hospital a las 9 de la mañana, hago la oración de ‘laudes’ que son las oraciones de la mañana y a partir de las 10 empiezo a visitar a los pacientes que han solicitado el servicio del capellán.
A las 11 de la mañana doy la misa en la capilla del hospital para el personal sanitario y los pacientes que pueden acercarse.
¿Acude a las habitaciones?
Sí, luego sigo con la visita a los pacientes, aportando la comunión a los que la han pedido. Cuando se termina la visita, me quedo en el despacho para atender a los acompañantes o el personal que quieren hablar conmigo. Hay gente que piden confesión o cualquier tipo de acompañamiento o de escucha.
«Antes de Valencia estuve seis meses de capellán en Sevilla, en el Hospital Virgen del Rocío»
¿Y por la tarde?
Por la tarde doy otra misa a las 18 horas que concluye el día y me quedo atento a eventuales llamadas de urgencia, que pueden ser para escuchar a pacientes o dar el sacramento de Unción de enfermos a los pacientes graves o los que están a punto de fallecer. Esas cosas pueden ocurrir en todo momento del día o de la noche. Es por eso que nos quedamos para pasar la noche en el hospital
¿Qué es lo más impactante que le hayan dicho?
Una cosa que me llama la atención durante la visita a algunos pacientes es su alegría al ser atendidos; me agradecen como si fuera una cosa especial que estaba haciendo. Es como si se sorprendieran que un cura llegue hasta ellos, en su habitación.
Pero también hay que señalar que existen otros pacientes que tienen miedo al verme, sobre todo cuando no han sido avisados y preparados previamente a mi llegada a su habitación.
¿El vértigo ante la ‘extremaunción’?
Muchas personas tienen aun en la cabeza la noción de ‘extremaunción’ y piensan al verme que se van a morir pronto y me dicen: “No, padre, todavía no ha llegado el momento”. Es como si yo estuviera para acelerar su muerte; pero, son casos excepcionales y, en general, todos me agradecen por el apoyo social y la atención espiritual.
¿Qué mejoraría de nuestra sociedad?
No tengo esa pretensión. De hecho, en la sociedad occidental, la mayoría de la gente cree que ya tiene todo para ser feliz y que no necesita nada. Me gustaría, eso sí, que la gente fuera consciente de que no basta solo la riqueza y la tecnología para tener una vida feliz.
¿Y qué considera que aporta el aspecto espiritual?
En este sentido hay que recordar la utilidad de la religión y de la espiritualidad como instrumentos de esperanza y de transcendencia. Una persona que vive sin esperanza se parece a una persona muerta en vida.
«En general, todos los pacientes agradecen el apoyo social y la atención espiritual»
¿El humano se está deshumanizando?
Son muchos los desafíos que la sociedad, sobre todo la occidental, ha de afrontar en la actualidad, y a veces uno tiene que afrontarlos solo, sin apoyo suficiente porque el individualismo va creciendo.
Muchos sociólogos señalan, efectivamente, la soledad como el problema del siglo XXI.
En el hospital, a menudo, encuentro a pacientes solos, que no tienen a nadie a su lado y mueren solos. Algunas veces he ido personalmente a avisar de la muerte de ciertos pacientes, pues las enfermeras me habían llamado sin darse cuenta de que el paciente ya había fallecido.
¿Tan letal resulta estar solo?
Aquellos que hayan leído el relato de Tolstoi ‘La muerte de Iván Ilich’ sabrán que la soledad es un veneno que mata a veces más que la enfermedad. Hay que recordar también ‘La metamorfosis’, relato que hoy ya está alojado en el inconsciente de todos, donde Gregor Samsa muere como un insecto sin nadie con quien hablar.
¿Nos podría explicar algo de su orden, los Camilos?
Fue fundada en Italia en el siglo XVI por San Camilo de Lelís. Tras una infancia convulsiva y rebelde en los estudios, Camilo de Lelis, que era soldado, se convirtió a la edad de 25 años para consagrar su vida a Dios.
¿Y esa estrecha vinculación al ámbito sanitario?
En el hospital San Santiago de Roma ayudaba en los cuidados de los enfermos a cambio de sus curas. Es durante estos momentos que le vino a la mente la idea de formar un equipo de colaboradores que sirvieran a los enfermos, no por intereses personales, sino libremente y por amor a Dios.
«Algunos pacientes están solos, a veces he tenido que avisar de la muerte de algunos»
¿Cree que en España se conoce esta orden?
La Orden de los Camilos está presente en la actualidad en todos los continentes, con más de 1.500 miembros. También existen otras congregaciones derivadas como las Hijas de San Camilo o las Ministras de los Enfermos, que son monjas.
En el momento de realizar esta entrevista usted se encuentra en Roma con miembros de su orden. ¿Qué se decide?
Efectivamente, me encuentro ahora mismo en Roma por nuestro Capítulo General, que tiene lugar cada seis años y que reúne a los delegados de cada país donde están presentes los religiosos camilos en el mundo, y que somos cerca de 60 participantes.
Se evalúa la vida de la Orden y se elige a los responsables del Gobierno General, entre otras muchas cuestiones.