Era la época del ‘padre de familia’, de las ‘leyes fundamentales’. De la creación y desarrollo de una clase media. Y al frente de sus utilitarios, estos padres colgaban, generalmente gracias a un imán, unos rectángulos con las fotos de ‘mamá’ y los hijos. Más una frase: “No corras, papá”. Y una medalla: San Cristóbal, que portaba un niño a cuestas.
Patrón de transportistas, de conductores, de viajeros y peregrinos, casi todo el mundo acabó por encomendarse a San Cristóbal o, por estos lares, Sant Cristòfol. Los primeros rastros de la devoción retrotraen hasta el siglo quinto, por Constantinopla (la actual ciudad turca de Estambul, antaño Bizancio) y la hoy italiana Sicilia.
Un culto viajero
Según las crónicas, este culto cristiano arriba a estas tierras en época visigoda. Los visigodos (el Reino de Tolosa, la actual ciudad francesa de Toulouse) comienzan a plantarle aspas al calendario en el 418 y escriben el último tachón entre el 716 y el 725, al irrumpir los árabes a la Península. No tardó mucho, pues. Pero, ¿quién era San Cristóbal?
Se le consideró durante siglos como persona real, llamado Réprobo y nacido en la bíblica región de Canaan (las franjas de Gaza y Cisjordania, el oeste de Jordania, prácticamente toda la actual Israel y diversas zonas del Líbano y Siria) y fallecido en el siglo tercero o finales del cuarto en el Asia Menor, quizá entre las actuales regiones turcas de Antalya İli y Muğla, o sea la antigua Licia (Cristóbal de Licia).
El culto llegó a la provincia en época visigoda
La verdad tras la devoción
Para muchos historiadores, la historia de San Cristóbal quizá fue una reelaboración en la Edad Media (siglos quinto al décimo quinto) para imbuir el espíritu de la caballería. Porque casi todo lo que sabemos de él se lo debemos a la ‘Leyenda áurea’ (XIII), recopilación moralizante por el beato y obispo italiano Santiago de la Vorágine (1230-1298) de 180 vidas de santos y mártires.
Según este escrito y adiciones legendarias posteriores, Réprobo, quien quiso servir siempre al mejor, pretendió cabalgar junto al diablo, al que temía su señor. Pero luego, ya en luciferino acompañamiento, vio que este temía a Cristo. El colofón fue cuando se encontró a un niño a quien subió a la espalda para cruzar un río: desde entonces, se llamó Cristóforo (portador de Cristo).
Posiblemente fue en realidad metáfora de los ideales caballerescos
Diferentes fechas y rostros
Heredero en Oriente de la imagen cánida de la deidad egipcia Anubis (guardián de las tumbas), ofrendado el nueve de mayo por la Iglesia ortodoxa y el diez de julio en el calendario mozárabe (población cristiana que vivía en territorio andalusí), la Iglesia católica determinará el veinticinco de julio para su adoración oficial. Triunfará en los templos de la Comunitat Valenciana, especialmente los castellonenses. ¿Y en la provincia valenciana?
Patrón de los judíos conversos (a la fuerza, desde 1391), el gerundense Martín I de Aragón, el Humano (1356-1410), aprobará los estatutos de la cofradía de València en 1399. En la actualidad, las guías abren un amplio abanico de posibilidades, aunque en algunas de las localidades donde reseñan la conmemoración esta ha sido deglutida por otras, diluyéndola. No obstante, eso sí, aún asoma si quiera intermitentemente.
En València, se recupera a partir de 1998
Los inicios valencianos
Pero quedan muchas devociones en pie: como en la propia València capitalina, desde donde irradió la conmemoración. Tras peligrar su continuidad, será recuperada en 1998. Cada diez de julio, según agenda mozárabe.
Algunas de las fiestas no consisten, eso sí, más que en una misa en honor a un santo patrón de plaza o calle, pero que solía auparse a ermitas sobre montaña o vadear ríos.
Así, se nos anuncia de celebraciones en las comarcas l’Horta Nord, en la horchatera Alboraya (24.904 habitantes en 2021), con ermita de 1883 a San Cristóbal en plena huerta, hoy Bien de Relevancia Local; de la Ribera Alta, Alberic (10.571 residentes), que incluye una urbanización de montaña llamada ‘San Cristóbal’; en la Safor, en la montañosa Ador (1.772) o en Xeraco (5.771), que, como novedad, agrupa a sus patrones, Cristóbal incluido, en sus fiestas Mayores a principios de agosto.
A lo largo de la provincia
En la zona metropolitana de València ciudad, Aldaia (32.313) y Picassent (21.487), cuya iglesia parroquial renacentista, de 1712, está dedicada a San Cristóbal.
También en la Ribera Baja, en Almussafes (8.984), en Cullera (22.708), donde desemboca el Júcar, o en Favara (2.563, también conocida por el no oficial nombre de Favareta), con su Festa dels Camioners en torno al diez. O en La Costera, en Llosa de Ranes (3.687).
En el Vall d’Albaida, en Ràfol de Salem (449). En los Serranos, en Titaguas (470) y en Tuéjar (1164), con ermita fortificada a San Cristóbal, del siglo décimo quinto, sobre una colina, hoy centro cultural.
En la Plana de Utiel-Requena, Utiel (11.478). O Sagunt (67.043), en el Camp de Morvedre, con ermita a Sant Cristòfol de finales del siglo trece construida sobre un cerro también nombrado por el santo. Queda viajarse la provincia, que es patrón de viajeros y peregrinos.