Son calles sin salida (se entra y al fondo no corta con otra calle), en su origen etimológico solo callejones estrechos (‘az-zuqâq’). Los ‘atzucacs’, ‘salsipuedes’ en zonas castellanohablantes, poseen otra peculiaridad. Al contrario que en las ‘alleys’ estadounidenses, construidas solo para dar servicios, estos, aquí, rebosan vida. Fueron parte de poblaciones de origen árabe en su mayoría, recoletos dédalos a cuyas estrecheces asomaban viviendas.
En Valencia, existe un ‘atzucac’ muy especial, el de calle Cañete, que desemboca en la casa natal (un cinco de enero) de alguien aún hoy muy venerado: el beato Gaspar de Bono Manzón (1530-1604), quien dedicó su vida, cuentan las crónicas, a la fe y el recogimiento, después de ser un devoto soldado gravemente herido.
Orden de pobreza
Sus restos, tras dejar mansamente la vida un catorce de julio, reposan hoy relativamente cerca, en la Iglesia de San Nicolás de Bari y San Pedro Mártir, la ‘Capilla Sixtina’ valenciana desde la restauración de 2016. Ingresó en el convento de San Sebastián, derribado en el siglo diecinueve, en plenas desamortizaciones de Mendizábal. Servía en la orden de los Mínimos, fundada por el napolitano San Francisco de Paula (1416-1507).
Añadamos que los Mínimos predicaban la humildad y la pobreza (se tenían por “los últimos de todos los feligreses”). Pero volvamos ahora a calle Cañete. Hay un poema popular que lo ubica de forma bastante certera: “Prop de les Torres de Quart / n’hi ha una festa molt antiga / a on un rumbos veïnat / conserva la festa viva, / la del nostre Beat”.
La peña El Clau se encarga de la casa desde 1933
Un paseo al origen
Bien, estamos en la calle Quarq. Cruzamos las torres: dejamos a mano izquierda la plaza de Santa Úrsula y la Universitat Catòlica de València Sant Vicent Màrtir; a continuación, vial de Virgen de la Misericordia y ya la siguiente es donde nos encontraremos con la fiesta “muy antigua”, y con toda seguridad con el “rumboso vecindario” que “conserva la fiesta viva”. Estrecha, pintoresca, destaca entre las viviendas modernizadas del entorno y las galerías del edificio al fondo. Parece una de esas estampas costumbristas de los paisajistas urbanos.
Al final de la calle, la modesta casa donde nació Gaspar de Bono Manzón, conservada por la vecinal asociación El Clau (desde 2008, aunque como peña desde 1933, como instruye una azulejería mural). Más de un centenar de personas que se ocupan de llenar de fiesta el lugar. Siempre en torno al catorce de julio y siempre también centrada en, cariñosamente, el Beatet.
Es uno de los últimos ejemplos de ‘festes al carrer’
El templo escondido
El tiempo parece haberse detenido aquí, porque tardas años en volver y todo parece igual (‘graffiti’ aparte), mientras alrededor, en la misma Quarq, las modernidades continúan asomando. Puede que el ser un ‘atzucac’ influya, más algo que mucho, en ese carácter a lo fantástico templo budista en película de Hollywood. Una especie de Shangri-La urbano donde aún se celebran “festes al carrer”, sin que estas se diluyan entre asfalto y ladrillo.
Lo curioso es que la calle Cañete no siempre tuvo cerrada aquella salida, ya que muy antaño, cuando aseguran las crónicas que se denominaba En Bataller, debió de ser tan larga como la paralela Pinzón. Señalan que desembocaba en Corona, como quizá lo hizo Pinzón: la última vez que la vi finalizaba en una especia de ‘alley’ con garaje. La barriada tiene ese trazado donde cada arteria vital se cose y se descose una y otra vez.
La calle pudo tener salida a Corona
Vecino quien venga
Beatificado el diez de septiembre de 1786, Gaspar de Bono Manzón, humilde en vida, acabó por convertirse en protagonista de unos festejos que El Clau oficializa desde su misma constitución, a principios del siglo veinte. Procesión, fiesta en la calle, pólvora, cena al aire libre y, como acostumbra a suceder en estos casos, un vecindario que acoge a quien viene como si fuera vecino de toda la vida.
En las películas del valenciano Luis García Berlanga o del italiano Federico Fellini, cineastas mediterráneos ambos, familia acaba por serlo quien pase por allí. Que a la hora de comer o cenar siempre hay al menos una silla de más. Pues bien, ese es el ambiente que se respira por allí. Como en aquella cena en medio de la calle de la ‘Roma’ (1972) de Fellini, con, eso sí, un tranvía que nos falta para completar el parecido de la estampa.
Una breve salida
Las guías oficiales consignan la fiesta como la del beato Gaspar de Bono Manzón, y luego rubrican añadiendo que se saca en procesión al Beatet. Alguna añade que se procesiona hasta la iglesia de Nuestra Señora del Puig, aunque se dejan en el tintero que este edificio neorromántico de 1883 fue antaño templo de la Casa-Hospicio de la Misericordia. Y que el recorrido consigue que el vecindario salga de su santuario vivencial.
Lo que harán es dirigirse a la calle Pintor Zariñena, paralela a la de Quart y posible destino inmediato hoy si Cañete no fuera un atzucac. Pero sin apurarse, tras la misa retornan a casa y vial natales.