Cuando el monte arde, la tierra tiembla, el cielo se abre o el viento sopla con virulencia, la primera imagen que salta a las portadas de los periódicos y a los informativos de la televisión es la de centenares de profesionales que, haciendo sonar las sirenas de sus vehículos, se dirigen a toda velocidad hacia ese lugar del que la mayoría de la población, en un primario reflejo de supervivencia, huye a toda prisa.
Un desfile, casi un baile, que puede parecer caótico a primera vista, con uniformes de las distintas policías, de la Guardia Civil, de los equipos sanitarios, de los bomberos, de la Unidad Militar de Emergencias, de Protección Civil… desplegándose sobre el terreno sin orden ni concierto aparente. Pero en esa última palabra está la clave. El caos es sólo aparente.
Una coreografía milimetrada
De hecho, como con casi todo lo que en el mundo acontece, el incendio, la inundación, el terremoto o el huracán que están por venir ya han pasado antes. Todo ha ocurrido y en cada uno de esos acontecimientos los profesionales de las emergencias han aprendido de los aciertos y, sobre todo, de los errores cometidos.
De todo ello, además del minucioso estudio de mapas, informes, modelos meteorológicos y documentos más o menos complejos elaborados por profesionales de distintos ámbitos, surgen los planes de emergencia; unos documentos, literal y metafóricamente vitales, que sirven como base para la, en realidad, nada caótica coreografía que, especialmente en los primeros instantes de la emergencia, supone la diferencia entre el éxito y el fracaso.
La necesidad de contar con protocolos claros de actuación quedó patente con las lluvias de la pasada primavera
Las lluvias de primavera
Bien se pudo comprobar este extremo en la Comunitat Valenciana en general y en Altea en particular durante la pasada primavera, una de las más lluviosas de cuantas se tienen registros, cuando el cielo no dejó de descargar la tan necesitada agua durante semanas.
De una situación de sequía técnica pasamos entonces a un exceso de agua que acabó por desbordar embalses y ríos, y que fue especialmente dañina en las zonas bajas de las cuencas de los mismos que, como sucedió en la Villa Blanca, se vieron desbordadas y evacuando el líquido a los campos y calles más cercanas, causando algún que otro destrozo y no pocos momentos de tensión.
Los expertos afirman que la resolución de las emergencias no radica en las actuaciones que se llevan a cabo una vez que se han desencadenado, sino en tenerlas previstas
Una maquinaria de precisión
El propio portavoz del equipo de gobierno, Diego Zaragozí, aseguró entonces a este periódico que hubo un momento en el que, debido a la crecida que sufrió el río Algar, temieron que las consecuencias pudieran ser peores de lo que finalmente fueron. Y es ahí, justo en el momento en el que al político responsable de activar a los servicios de emergencia le asaltan las dudas, cuando la ‘Biblia’ que es el plan de emergencias se torna crucial.
El documento recoge qué se debe hacer, cuándo se debe hacer y, sobre todo, cómo se debe hacer. Indica, así mismo, quién debe responsabilizarse de cada actuación y eso permite que lo que, como se indicaba anteriormente, puede parecer un caos absoluto ante los inexpertos ojos del ciudadano, sea, en realidad, una perfecta maquinaria de precisión.
«Ponemos en marcha estos necesarios planes que permitirán tener identificados los riesgos naturales que pueden amenazar al municipio» J. Orozco
Actualización constante
Los planes de emergencia son, en todo caso, un documento vivo. Cada actuación propia, pero también aquellas que se llevan a cabo en otros lugares del mundo ante eventos parecidos, facilita el aprendizaje de nuevas técnicas.
Además, y eso es hoy en día más evidente que nunca, los avances tecnológicos (pensemos en la vital importancia que puede tener el uso de los drones en la actualidad) y la propia evolución urbanística, social y demográfica de los municipios invitan a que esa ‘Biblia’ se actualice de forma constante.
Para ello, y con el objetivo de volver a poner a prueba sus propios protocolos de actuación ante catástrofes, el Ayuntamiento de Altea ha conseguido una subvención de 19.000 euros procedente de la Agencia Valenciana de Seguridad y Respuesta a las Emergencias (AVSRE) y que se destinará, precisamente, para la elaboración de nuevos planes de emergencia.
Planes específicos
Este montante es la suma de tres ayudas. La primera de ellas, y de mayor cuantía, supone la inversión de 9.000 euros para la elaboración del Plan Territorial de Emergencias. A ello, habrá que sumar los 6.000 euros para la redacción del Plan de Actuación Municipal ante el Riesgo de Inundaciones y otros 4.000 para Plan de Actuación Municipal frente al Riesgo de Incendios Forestales.
José Orozco, concejal de Urbanismo y Medio Ambiente, ha asegurado que “con estas ayudas ponemos en marcha los planes necesarios que permitirán tener identificados los riesgos naturales que pueden amenazar al municipio, y recogerán los procedimientos de actuación y recursos a activar en caso de emergencia”.
Porque como nunca se cansan de repetir los expertos, el éxito en la resolución de las emergencias no radica en las actuaciones que se llevan a cabo una vez que estas se han desencadenado, sino en tenerlas previstas e identificadas de antemano para, precisamente, saber qué hacer cuando llegue el momento.