Entrevista> Eduardo Fernández / Dtor. Grupo Neuroprótesis y Rehabilitación Visual, Instituto de Bioingeniería, UMH (Elda, 10-noviembre-1962)
El viejo sueño humano de desarrollar dispositivos que interaccionen de forma fiable y segura con el cerebro parece cada vez más cerca, y podría ayudar a muchas personas ciegas gracias a algunas investigaciones, entre las que se encuentra el grupo de Neuroprótesis y Rehabilitación Visual del Instituto de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández (UMH).
Está dirigido por el catedrático Eduardo Fernández, quien a su vez dirige el Grupo de Neuroingeniería Biomédica del Centro de Investigación Biomédica en Red en bioingeniería, biomateriales y nanomedicina.
Sin falsas expectativas
Sin embargo, aunque piensan que la investigación científica está destinada a revolucionar la calidad de vida de muchos pacientes en las próximas décadas, creen que es necesario avanzar poco a poco, con paso firme, y no crear falsas expectativas que puedan afectar de forma negativa a la credibilidad de estas investigaciones.
«La realidad es que todo lo que percibimos depende fundamentalmente del cerebro»
Después de años de investigación y de probar en animales, ya son dos los pacientes que están logrando empezar a ver gracias a esta investigación. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
Pues ha sido un trabajo de muchos años, pero creo que es muy importante matizar que todavía no es ningún tratamiento clínico, sino una investigación en curso, y que no se trata exactamente de volver a ver, sino de proporcionar lo que nosotros llamamos una visión funcional.
Esto significa proporcionar una visión limitada, pero suficiente, para ayudar a personas ciegas o con baja visión residual a mejorar su autonomía y movilidad, e incluso de una forma más ambiciosa a percibir el entorno que las rodea y orientarse en él.
Hemos realizado muchos estudios en diferentes modelos animales para optimizar las técnicas de registro y estimulación de las áreas cerebrales que se encargan de procesar la información visual, que en el caso del ser humano se encuentran un poco por encima de la nuca.
¿Qué tipo de dolencia y que grado de ceguera tenían estos dos pacientes?
Los dos tenían un daño en ambos nervios ópticos, que podemos decir que son los ‘cables’ que comunican la información que reciben los ojos con el cerebro, y en ambos casos la ceguera era bilateral y profunda, ya que este es uno de los requisitos necesarios para participar en el estudio.
¿En qué consiste?
Una neuroprótesis visual es básicamente un dispositivo capaz de crear o inducir percepciones visuales mediante la estimulación de cualquier parte de la vía visual, desde la retina al cerebro.
El problema no es tanto ser capaces de transmitir una imagen con una alta resolución, sino transmitir una información útil (para tareas tales como leer, orientación y movilidad) a los sitios adecuados dentro del sistema nervioso.
Para ello es imprescindible conocer cómo se codifica la información en la retina y como se transmite esta información al cerebro, por lo que esta es precisamente una de las líneas de investigación de nuestro laboratorio.
«Estos dispositivos solo pueden llegar a ser útiles para alteraciones que afecten exclusivamente a las capas más externas de la retina»
¿Cómo se completa el sistema?
Después hay que enviar la información a los centros visuales superiores, al cerebro, ya que este es el órgano que se encarga de que percibamos y seamos conscientes del mundo que nos rodea. Para conseguirlo utilizamos unos microelectrodos muy pequeños, con un grosor similar al de un cabello, que se sitúan en las proximidades de las neuronas con las que pretendemos comunicarnos.
El sistema completo consta de una retina artificial bioinspirada, situada en la montura de unas gafas convencionales, que se encarga de captar el campo visual situado enfrente del sujeto, un sistema externo de procesamiento de la información. En el futuro tendrá el tamaño aproximado de un teléfono móvil, y una o varias de estas pequeñas matrices de microelectrodos implantadas a nivel del cerebro.
En realidad, ¿vemos con el cerebro más que con los ojos?
Efectivamente, pero no es que veamos más, sino que solo vemos con el cerebro. En este contexto, si los ojos funcionan perfectamente, pero existe un daño severo de las vías que comunican el ojo con el cerebro, no somos capaces de ver.
Y esto no solo pasa con la visión, sino con todas las modalidades sensoriales, por ejemplo la percepción de sonidos, el tacto o el gusto. La realidad es que todo lo que percibimos depende fundamentalmente del cerebro.
¿La implantación es complicada?
No, la técnica de implantación es relativamente sencilla, pero no podemos olvidar que hay que acceder al cerebro. Por ello, la implantación tiene que ser realizada por un equipo de neurocirujanos con experiencia en la implantación de este tipo de microelectrodos.
El grupo está formado por investigadores básicos y clínicos, con experiencia en neurocirugía, neurociencias, neurobiología, neurooftalmología y neuroingeniería, que trabajan en estrecha colaboración para ser capaces de abordar con garantías de éxito este gran reto.
«La técnica de implantación es relativamente sencilla, pero no podemos olvidar que hay que acceder al cerebro»
¿En qué casos se puede aplicar?
En principio esta tecnología podría aplicarse en muchos casos de ceguera, ya que el único pre-requisito importante es que la parte del cerebro que procesa la visión no esté afectada por el proceso que provoca la ceguera.
Actualmente existen varios grupos de investigación en todo el mundo que están trabajando en neuroprótesis visuales que se implantan a nivel de la retina, esto es a nivel del ojo. Sin embargo, aunque los resultados preliminares de este tipo de dispositivos son muy prometedores, no podemos olvidar que estos dispositivos solo pueden llegar a ser útiles para alteraciones que afecten exclusivamente a las capas más externas de la retina.
Por lo tanto, ¿no sirve en caso de degeneraciones muy avanzadas?
Así es. Hay muchas personas que ya tienen degeneraciones muy avanzadas de toda la retina, o que son ciegas a consecuencia de otras patologías, como por ejemplo el glaucoma, la lesión de los nervios ópticos o el trauma severo a nivel ocular.
Para la mayor parte de estas personas no existe ningún tratamiento eficaz, por lo que esta nueva aproximación, en la que nosotros estamos trabajando, es una necesidad clínica real que podría contribuir a abrir nuevas vías de tratamiento y ayudar a mejorar la calidad de vida de muchas de estas personas.
En cualquier caso, tenemos que destacar que de momento se trata solo de investigación, y que todavía hay muchos problemas por resolver antes de que pueda llegar a ser una opción de tratamiento real.