Vale, esto de los viajes organizados viene de lejos. De cuando al empresario británico Thomas Cook (1808-1892), también pastor baptista, ¡y ebanista!, se le ocurrió en 1841 el asunto en sí para llevar a más de medio millar de personas a un congreso contra el alcohol. Su empresa, la Thomas Cook & Son, nacida oficialmente en 1845, lo inventó casi todo en este tipo de turismo, y lo fue desarrollando hasta su cierre, en 2019.
Por estos lares, el asunto tardó un poco más: hasta el Plan de Estabilización y Liberalización (diecisiete de julio y cinco de agosto de 1959), el famoso desarrollismo, de inspiración francesa, para asentar la clase media que debía generar una infraestructura turística. Por ejemplo, para viajar desde el Alicante capitalino a Las Marinas, quizá a La Nucía.
Altibajos demográficos
Nos encontramos a finales de los sesenta del pasado siglo, cuando la población nuciera pegó un tímido pero importante estirón, de 1.396 habitantes en 1960 a 2.073 en 1970. Añadamos que las gráficas de esta población de la Marina Baixa presentan notables altibajos: así, descubrimos que en 1950 había 1.429 residentes, y 1.708 en 1940, y nada menos que 2.285 en 1930. Estaba claro que el municipio necesitaba un revulsivo.
La economía se había basado sobre todo en la agricultura, tanto de secano (almendros, olivos e incluso cereal) como de regadío (además de nísperos, sobre todo naranjos de las variedades sanguina, verna o berna y navel). Las aguas del río Guadalest y las fuentes de Favara y Planet, combinadas con las de las avenidas por las lluvias, daban para mucho.
Había 1.396 habitantes en 1960 y 2.073 en 1970
El tirón del turismo
Pero el tirón del turismo ya estaba allí, desde el cercano Benidorm. Pedro Zaragoza Orts (1922-2008), que tanto jugo le iba a sacar al desarrollismo, ya se había puesto en marcha incluso antes de aquella iniciativa gubernamental. Así, el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1954, del arquitecto Francisco Muñoz (1921-2005), con el modelo benidormense que conocemos hoy, aunque con un intento de ser mucho menos agresivo con el entorno.
De ahí lo de construir hacia arriba, plantar árboles e inaugurar parques y fuentes. El caso es que, aparte de 1.200 viviendas construidas entre 1955 y 1965, se erigieron cien nuevos hoteles, ocho mil apartamentos, cuatrocientos comercios… Benidorm se convertía en un imán laboral. Ser camarero resulta duro, pero trabajar de sol a sol en el campo lo es aún más. Muchos nucienses, no solo jóvenes, marcharon al nuevo foco turístico.
Muchos nucieros, no solo jóvenes, marcharon a Benidorm
Los primeros autobuses
Y en estas, llegaron los autobuses. Hoy La Nucía nos ofrece la imagen de pequeña urbe entre mar (cercana a Benidorm, con la que limita al sur) y montaña (puebla las últimas estribaciones de la sierra Aitana). Con sabor a rústico pero cada vez más urbanita en el núcleo principal, mientras que las colecciones de chalés, pareados y demás se extienden por sus 21,36 kilómetros cuadrados.
Aparte, la densidad demográfica es de 868,35 habitantes por kilómetro cuadrado, pero en 1970 era de 97. Eso sí, en aquellos años en que ni siquiera había hotel (el primero abrió sus puertas el año pasado), la población tenía algo más que aportar. Y te cuentan historias los supervivientes de aquellas excursiones pioneras, en autobuses que a veces literalmente no cabían en unas carreteras que aún no sabían lo que quedaba por llegar.
Llegaban a una población y hacían bajar al alcalde
Anécdotas de viajes
Por ejemplo, de cuando maniobraba el autocar dejando el morro o la trasera del ingenio ‘al aire’, con el acantilado allí, en aquellos viales que muchas veces carecían de quitamiedos o estos resultaban insuficientes. De cómo se asustaban los pasajeros cuando tras una señal de estrechamiento de calzada venía otra, y otra, y asociaban eso a que la “carreterita” cada vez iba a ser más esto mismo.
Pero también te hablan de que llegaban a un sitio y todo eran brazos abiertos y un “quédense, quédense a comer (o a cenar), por favor”. Y también de cómo llegaban a una población y hacían bajar al alcalde, que en muchos lugares solía poseer también un establecimiento con productos típicos del municipio. Al de La Nucía, entonces, le tocaban embutidos según la mayoría, aunque hay quien se decide por la repostería o los géneros de punto.
Recuperando censos
Y por ahí, y por la existencia de la Font de la Favara, naturalmente, iba a venir el enganche. Ahora vive mucha más gente, claro: 18.108 residentes censados en 2021, aunque alcanzó los 20.039 de 2015. Pero han seguido los vaivenes: a partir de 2016, con 19.967 habitantes, La Nucía iniciaba un retroceso poblacional que registraba la cifra de 18.242 en 2.018; un ligero repunte en 2019, con 18.603; y luego los 18.163 anotados en, recordémoslo, el pandémico 2020.
La subida registrada tiene su porqué. El consistorio, como muchos de la Marina Baixa, se había propuesto aumentar el número de empadronados, entre residentes no inscritos en el municipio. Pero ahora siguen llegando turistas, con su propio coche o los autobuses de línea. Así que los domingos, rastro.