Nada menos que unas quince pesetas, y hablamos de los setenta. No valía, como hoy, poner o no poner un aspa en la casilla correspondiente. Cada trabajador de la provincia alicantina aportaba esos hoy nueve céntimos, pero entonces un buen bocadete, para mantener las instituciones dedicadas a los “estudios superiores”. La Universidad de Alicante, entonces Centro de Estudios Universitarios (CEU), se había inaugurado el cuatro de noviembre de 1968.
Los edificios visitados aquel día por el valenciano José Luis Villar Palasí (1922-2012), ministro de Educación hasta 1973, no dejaban de poseer un aire militar muy acorde con la época. Pero no había sido buscado. Sencillamente, la institución educativa aposentaba sus primeros aprendizajes aprovechando los edificios (varios, como la torre de control de los años cuarenta, aún se conservan) sobre lo que había sido el aeropuerto militar de Rabassa (literalmente, cepa).
De línea en línea
En realidad, no utilizaban toda el área. Hasta 1978, de hecho, estuvo operativo el aeródromo, y aún hoy, pese a las sucesivas ampliaciones, parte de los terrenos originales poseen otros usos, como centros comerciales. Pero consiguió ya en 1960 un buen cacho de un aeropuerto que acogía el veintitrés de febrero de 1919 sus primeros aviones, escala de la compañía francesa Latécoère, la que había montado el campo de aviación entre San Vicente y Alicante.
El Groupe Latécoère, aún en activo y sembrado en 1917 (fabrica componentes aeronáuticos), integró en 1927 sus servicios de aerotransporte en Aéropostale, fundada en 1918 y madre de la actual Air France, que, para aumentar la cantidad de viajes, adquirió tierras en la pedanía ilicitana de l’Altet, donde estableció un nuevo aeródromo. Este detalle resultó fundamental para la futura universidad.
El aeródromo original nacía en 1919 con capital francés
Momento de crecer
En el mismo preámbulo de la Guerra Civil, el aeropuerto de Rabassa se militarizaba y, durante el conflicto, a partir de 1937, se convertía en base de los aviones republicanos. Cuando terminó la contienda, se dio una curiosa anécdota: ante la falta de personal para su mantenimiento, buena parte de oficiales, suboficiales y tropa encargados de tales tareas, tras ser supuestamente “reeducados”, continuaron trabajando, incluso recuperaron los cargos.
En esas, Rabassa iba a abrirse al flujo viajero de índole civil: en el verano de 1949, se establecían desde allí vuelos regulares con Bilbao, Barcelona, Madrid y Palma de Mallorca. Comenzaban a llegar cada vez más turistas, y Rabassa, pese a la ayuda subsidiaria de l’Altet, empezaba a sentirse impotente para canalizar la llegada turística. Se imponía crecer, y esto solo podía hacerse, sin cortapisar los ensanches urbanos, desde la pedanía ilicitana.
La cantidad de hijos universitarios de trabajadores era inexistente
De bolsillos trabajadores
La construcción en 1967 del aeropuerto de El Altet, renombrado desde el veintiuno de abril de 2021 Aeropuerto (Internacional) de Alicante-Elche Miguel Hernández (con las pistas de Rabassa convertidas en un aeroclub), al futuro campus de Sant Vicent, otro de los nombres de la actual Universidad de Alicante, solo le quedaba empezar ahora a crecer de verdad. Para eso recibía cantidades de dinero popular.
La idea ya se había fraguado tanto desde la política como otros estamentos. El columnista Bovián, desde el diario local ‘Primera Página’ (1968-1972), noticiaba el sábado tres de abril de 1971, en ‘Un duro para el CEU’, la petición del Consejo Provincial de Trabajadores, “reunido en Elda (Alicante)”, de que todos los jornaleros de la provincia (que suman por entonces unos trescientos mil) aportasen un duro (hoy unos tres céntimos, entonces cinco pesetas) para el mantenimiento de la institución.
Los últimos datos de matriculación señalan más mujeres que hombres
La transformación
En aquellos momentos, cuando el salario mínimo interprofesional estaba entre las 3.600,60 y las 4.079,80 pesetas (21,64 y 24,52 euros, respectivamente), tenía su punto. Más cuando acabó derivando más tarde en aquellos nueve céntimos antes señalados, si tenemos en cuenta, como decía Bovián, que en aquel momento la cantidad de hijos de trabajadores que cursaban estudios superiores era prácticamente inexistente.
En estas, los obreros de la provincia habían estado rascándose los bolsillos para la creación del marco adecuado para que la Universidad de Valencia, que tutelaba al CEU alicantino, decidiera, ante el éxito de la oferta educativa, crear para el curso 1975-1976 las Facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias, absorbiendo los anteriores estudios y secciones.
Presente y gastos
Hubo que esperar un poco más para que se publicase, un treinta y uno de octubre de 1979, la Ley de Creación de la Universidad de Alicante, cuyo primer estatuto se aprobaba en 1985. En el último curso públicamente contabilizado, en 2021-2022, hubo un total de 25.725 matrículas, 21.986 destinadas a grados, 2.167 másteres universitarios y 1.572 a doctorados.
Anotemos que desde aquellas épocas las cosas algo han cambiado: en 2021 había más mujeres matriculadas que hombres (14.947 frente a 10.778), lo que se repite en todos los campos (grados, 12.970 y 9.016; másteres, 1.196 y 971) menos uno (doctorados, 781 y 791). Seguimos, eso sí, rascándonos los bolsillos. Según los datos de los Presupuestos Generales del Estado en 2020, de 55.265,8 millones de euros se destinaron a la educación universitaria 10.267 millones. Eso es volar.