Recientemente se ha publicado un estudio en el que se dice que el núcleo de la Tierra ha sufrido un parón y que este suceso tiene influencia en diferentes aspectos del planeta, como el campo magnético o el clima. A raíz de esta publicación, han surgido algunas voces que sugieren consecuencias exageradas y catastróficas. Es importante analizar estas noticias con una visión crítica y, sin restar importancia a la gran repercusión de los descubrimientos científicos sobre el funcionamiento de nuestro planeta (aún con tantos misterios), no caer en simplicidades ni dramatismo.
Para entender esta noticia, primero debemos conocer la estructura interna de nuestro planeta. La Tierra está formada por diferentes capas. En el centro se localiza el núcleo interno, una esfera sólida de hierro y níquel de 1220 km de radio. Se encuentra rodeada por una capa de 2260 km de espesor de composición similar, pero en estado fundido, el núcleo externo. Los movimientos de convección en esta capa fluida, unidos a la rotación terrestre, generan el campo magnético que protege nuestro planeta de partículas que llegan del Sol y del espacio. Alrededor del núcleo encontramos el manto, de unos 2900 km de espesor y, sobre este, la corteza terrestre sobre la que vivimos, con tan solo 10 a 50 km de grosor.
Lo primero que hay que dejar claro es que el núcleo no se ha parado. La Tierra con todas sus capas está rotando de forma que tarda aproximadamente 24 horas en dar una vuelta completa. Hasta ahora se pensaba que el núcleo interno rotaba un poco más rápido que el manto y la corteza (a esto se le denomina “superrotación”), de forma que iba adelantándose en torno a una décima de grado cada año. Según este nuevo estudio, el núcleo se habría frenado hasta alcanzar la misma velocidad de rotación que las capas más externas o incluso una velocidad ligeramente inferior. Estas diferencias de velocidades relativas son muy pequeñas. Pensemos, como ejemplo, que vamos por la autopista a 120 km/h y nos adelanta otro coche a 121 km/h. Por la ventanilla veremos que nos va adelantando poco a poco. Si ahora el otro vehículo frena y se pone a 120 km/h lo veremos “inmóvil” junto a nuestro coche, aunque sigue moviéndose, al igual que nosotros. De la misma forma, el núcleo se habría frenado y, ahora, al rotar a la misma velocidad que el manto y la corteza, desde la superficie terrestre lo veríamos parado.
Para llegar a la conclusión de que el núcleo ahora gira más lentamente, los investigadores seleccionaron terremotos originados en las Islas Sandwich del Sur, en la zona sur del Océano Atlántico, y estudiaron la señal registrada en un observatorio de Alaska, casi al otro lado del planeta. De esta forma pudieron analizar el tiempo que tardaban en llegar las ondas que habían atravesado el núcleo terrestre siguiendo siempre las mismas trayectorias. Observaron que las ondas tardaban un tiempo distinto en cruzar el núcleo en diferentes épocas. Distintas zonas del núcleo pueden tener distintas propiedades, lo que hace que a las ondas les tome más tiempo cruzar unas zonas que otras, así que llegaron a la conclusión de que si el tiempo de viaje de las ondas cambiaba con los años es porque el núcleo interno se estaba adelantando a la corteza. Dicho de otra forma, si para ondas emitidas y registradas en los mismos puntos de la superficie obtenemos resultados distintos según la época, significa que las ondas están atravesando zonas distintas del núcleo, es decir, está girando a una velocidad distinta que la superficie de la Tierra.
Sin embargo, desde el año 2009 las ondas están tardando siempre lo mismo en cruzar el núcleo. Esto significa que el núcleo ahora está quieto respecto a la superficie (gira a la misma velocidad). Los mismos resultados se obtuvieron cuando se amplió el estudio a terremotos generados en otros puntos del planeta, respaldando las conclusiones anteriores.
Este ligero cambio en la rotación del núcleo no es la primera vez que sucede. Los datos muestran otro suceso similar en la década de 1970. Esto sugiere que el fenómeno se repite con una periodicidad de unas siete décadas. Curiosamente, esta misma frecuencia aparece también en otros observables geofísicos, como el campo geomagnético, la duración del día o el clima, lo cual sugiere que puedan estar relacionados. Actualmente se piensa que este fenómeno de variación periódica de la rotación del núcleo se debe, por un lado, a la interacción electromagnética entre el núcleo interno y externo que tiende a acelerar el núcleo interno y, por otro, al acoplamiento gravitatorio con el manto, que lo obliga a volver a acompasarse.
Resumiendo, ¿dice el estudio que el núcleo se detuvo en seco en el año 2009 y que va a comenzar a girar en sentido contrario? No, solamente ha cambiado su velocidad en relación a la corteza. A lo largo de la historia, el campo magnético ya se ha invertido en multitud de ocasiones, ¿este frenazo del núcleo sugiere una nueva inversión inminente de los polos o va puede desaparecer el campo magnético? No, el núcleo sigue girando y el campo magnético se seguirá generando. ¿Va a tener este fenómeno implicaciones en el clima? El artículo propone que podría existir alguna relación, pero que el origen de las variaciones multidecadales en el clima aún no se conoce completamente. Además, no parece probable que cambios tan pequeños en la rotación del núcleo puedan tener efectos realmente apreciables.
Como podemos ver, la dinámica de la Tierra es un sistema de gran complejidad y son multitud de factores interconectados los que determinan las características y la evolución de nuestro planeta. La larga historia de la Tierra comparada con nuestro estudio de ella hace que entender su evolución sea un gran reto. Descubrimientos como este son una muestra de los esfuerzos de la ciencia para comprender cada vez más cómo funciona el planeta donde vivimos.