Conquistar o reconquistar no se quedó en lo del mandoble y tentetieso. El ser humano, societal, lo registra todo. Al retórico romano y senador Cayo Tito, hoy de ignota biografía, le atribuyen muchos la frase “Verba volant, scripta manent” (“las palabras se las lleva el viento, las escritas permanecen”). Aunque parezca extraño, la frase estaba a favor de las alígeras palabras. Luego, sin embargo, significó “no lo digas, escríbelo”.
Ya se ha dicho que los romanos todo lo pesaban, contabilizaban y, a continuación, lo anotaban. Y las culturas descendientes así lo han hecho: durante el siglo trece, las Coronas de Aragón y Castilla fueron registrando la sustitución, en casas y heredades, de los dueños originales, muslimes, por los colonos cristianos. Hablamos de los ‘libros de repartimientos’.
El legado romano
El hoy conocido como ‘Llibre del Repartiment de València’ (así, en valenciano, referenciando a una fuente que elaboraron huestes occitanas), ‘Donationum regni Valentie’ de título original (en latín, cual era costumbre, quizá para afianzar aún más ese legado romano), consignaba estos repartos “de inmuebles y oficios”, tanto en la ciudad de València (tomada el ocho o el nueve, según autor) como del correspondiente “reino”.
Abarca anotaciones desde julio de 1237 a junio de 1245, e incluye un añadido referido al año 1252. Obviamente, hablamos de los ejércitos de Jaume I (1208-1276). No fue el primero, por un año le gana, por ejemplo, el de Córdoba. Ni es el más famoso, honor que los historiadores reservaron al de Sevilla (1253-1258). Pero este nos interesa mucho aquí, en estas tierras.
Fue escrito en latín, fruto del legado cultural romano
Repartos a capricho
Hubo más por estos lares, como el de Orihuela (1272-1273), pero el de València se permitió incluso el lujo de desarrollar, a partir de los ya elaborados, un modelo propio. Para empezar, no parte de las anotaciones de los ‘partitores’ (divisores) designados por los conquistadores, como sí ocurre en otros conservados, sino que recoge directamente las donaciones en el lugar o promesas de Jaume I.
Frente al sistemático reparto de la Corona castellana, aquí parece que el monarca iba donando según capricho, realidad o circunstancias. Aunque el asunto quizá estriba en que el ‘Llibre del Repartiment’ no remite al obvio filtro de los ‘partitores’, funcionarios designados para ejercer esa labor de ‘repartimiento’, sino directamente a los escribas reales del monarca montpellerino.
Abarca la distribución de tierras desde 1237 a 1245, y 1252
Los manuscritos conservados
Los tres volúmenes manuscritos custodiados en el Archivo de la Corona de Aragón son hoy, en realidad, un duro batiburrillo de notas de aquí y allá. Hablan de inmuebles, heredades, huertas u oficios. Como muestra, el siguiente ejemplo: “Pelegrinus, scutifer, .II. jovatas terre in Campanar. VII. idus julii”, que literalmente significa esto: “Pelegrinus, el escudero, .II. ‘jovadas’ de tierra en Campanar. VII, idus de julio” (el quince de ese mes).
En muchos textos traducen las ‘jovatas terre’ como “placeres de la tierra”, pero una ‘jovada’ no era más que la superficie de terreno capaz de ser labrada por una pareja de bueyes en una jornada. Al escudero de la anotación le habían tocado en el reparto dos de estas acotaciones, por la zona del hoy veterano barrio del Campanar (que no viene de campanario, sino de campo: el nombre se lo debemos a los escribas).
A Cayo Tito muchos le atribuyen la frase «las palabras se las lleva el viento, las escritas permanecen»
Nos cuentan historias
Jaume I conquistó, pero no se embarcó en campañas masivas de destierros. En ocasiones, llegó incluso a ententes con los habitantes conquistados. Por ejemplo: “Hamet Amdediç et nonaginta novem aliis sarracenis, alqueriam que dicitur Fula et alqueriam que dicitur Acullo, cum terminis et pertinentiis earum” (“Hamet Amdediç y otros noventa y nueve musulmanes, un granero llamado Fula y un granero llamado Acullo, con sus linderos y dependencias”). Acullo está por la castellonense Xèrica.
Algo en lo que ya los romanos pensaban, y seguramente sus descendientes también, es que todo registro, pese a toda la frialdad institucional, funcionarial, que quepa atribuírsele, cuenta cosas: costumbres, artes, economías, historias. Y el ‘Llibre del Repartiment de València’ narra mucho de lo que hoy sabemos de la época. Una centuria que, en especial tras ese 1238 de la conquista, iba a vivir lo que hoy se conoce como el alargado ‘siglo de oro’ de la ciudad.
El ‘siglo de oro’ valenciano
La urbe llegó a dar trabajo a unos 1.200 telares, por lo que hubo que fundar, ya en el siglo quince, la Lonja de la seda y de los Mercaderes. Y se generó obra monumental nueva, comercios, en una ciudad que llegó a ser, por la época, más populosa que las eternas rivales Madrid y Barcelona. Pero este trabajo que nos permite conocer el porqué de todo ello, el ‘Llibre’, casi se pierde.
No fue hasta 1856 que se pudo conformar, a partir de lo que pudo reunirse de documentos (en muy mal estado) ya referenciados en 1301 y 1376. Básicamente, se consiguió agrupar lo que conocemos hoy y que comprende solo los registros quinto, sexto y séptimo. La de historias que nos habremos perdido, pero habrá que reconfortarse, a cambio, con las que sí ganamos.