Toda una concatenación de hechos: fallecimiento de Franco el veinte de noviembre de 1975, reinstauración democrática tras referéndum del quince de diciembre de 1976, primeras elecciones generales en democracia el quince de junio de 1977, votaciones el seis de diciembre de 1978 para la Constitución Española y ley Orgánica 5/1982, del uno de julio, por la que arrancaba el Estatuto de Autonomía de la Comunitat Valenciana.
Entre ello, tocó reordenamientos físicos, especialmente durante los años ochenta del pasado siglo, que pretendían hacer justicia tras las divisiones territoriales durante el franquismo (1939-1975). La Comunitat no fue ajena a aquellos movimientos, pero en ocasiones el asunto derrapó: exactamente los nueve municipios de los que constaba l’Horta Oest. Y eso que la aceptación de esta comarca fue siempre oficiosa.
A efectos administrativos
Pero no carguemos la culpa a los padres (y madres) estatutarios. Lo que se hizo en 1988 fue consolidar, por propuesta administrativa (nunca aprobada), una especie de comarca etérea que no existía en las mentes de sus habitantes, quienes se sentían de l’Horta Nord o la Sud (en última instancia, de la inmensa Horta). No ha de extrañar que la ley de acompañamiento de los presupuestos autonómicos de este mismo año finiquite el territorio.
El reordenamiento actual deja, de acuerdo a sentimientos y reivindicaciones de las respectivas poblaciones, a Aldaia, Alaquàs, Manises, Xirivella, Mislata, Picanya y Quart de Poblet en l’Horta Sud, y envía a Paterna hacia l’Horta Nord. La del Oest ya se había propuesto en los años treinta, al organizar la división comarcal, y se volvía a solicitar, desde arriba, en 1987. Pero al final el invento no tuvo más efectividad que la puramente administrativa.
Paterna pasa a pertenecer a l’Horta Nord
Otras divisiones
En el ámbito estatal ya teníamos circunstancias parecidas durante el franquismo, con su división por regiones (germen de las actuales comunidades autónomas, aunque no siempre coincidan). Así, Andalucía (Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla), Aragón (Huesca, Teruel y Zaragoza), Asturias (Oviedo), Baleares (Ibiza, Mahón y Palma), Canarias (Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife) y Castilla la Nueva (Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid y Toledo).
Además, Castilla la Vieja (Ávila, Burgos, Logroño, Palencia, Santander, Segovia, Soria y Valladolid), Cataluña (Barcelona, Gerona, Lérida y Tarragona), Extremadura (Badajoz y Cáceres), Galicia (La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra), León (León, Salamanca y Zamora), Murcia (Albacete y Murcia), Navarra (Pamplona), País Valenciano (Alicante, Castellón y Valencia) y País Vasco (Bilbao, San Sebastián y Vitoria). Aparte, una nube colonial cada vez más pequeña en la que destacó entre 1964 y 1968 Guinea Ecuatorial (Fernando Poo y Río Muni).
El franquismo se apoyó en las diputaciones provinciales
Regiones y provincias
No era un trazado original, puesto que se heredaba del de la República, que distinguía entre regiones autónomas (Cataluña, Galicia y País Vasco) y no autónomas (las demás), a su vez sucesor de las intentonas regionalizadoras del siglo diecinueve. A Franco, pese a la coartada de la riqueza de ‘las distintas culturas’ (hoy ‘nacionalidades’) que alimentaron la España “una, grande y libre”, en el fondo solo le interesa el regionalismo a título arquetípico.
Porque el aparato administrativo del Régimen franquista se apoyó no en estas ‘culturas’, sino en las diputaciones provinciales, además de las sedes de Gobierno Civil (luego, delegaciones gubernamentales y hoy subdelegaciones). Como ocurre siempre con las divisiones territoriales, las que sean, los mapamundis se convierten en gazpachos cambiantes por presiones, pactos o querencias. A partir de un determinado nivel, dicen, todo es política.
Cinco municipios castellonenses cambian también de zona
Hace dos siglos
A título de ejemplo, en las divisiones provinciales del diecinueve la hoy Comunitat se dejaba fuera en 1822, entre otras, a Orihuela y Ademuz. Además de que aparecían cuatro provincias: a las actuales se añadió la de Xàtiva, que incluía Ontinyent o Cofrentes. Eso sí, en la de 1833 teníamos las tres actuales, aunque sin Requena o Villena. Las fronteras extra e intraprovinciales o intrarregionales se agrandan o achican a voluntades de la alta política.
Es lo que ocurrió, por ejemplo, con la hoy albaceteña Caudete, que hasta 1883, al depender de Gandía y, más tarde, de Villena, creó en sus gentes un sentimiento de pertenencia, que en muchos casos aún subsiste, a la hoy Comunitat Valenciana, en concreto a la provincia alicantina. En la propia Comunitat, las diferentes ordenaciones iban a sumarse a la lista de agravios internos.
Municipios castellonenses
La actual reordenación territorial en nuestras tierras, operativa desde el uno del pasado enero, afecta aquí o allá, respondiendo a reivindicaciones populares, pero planta los titulares en Castellón, con cinco municipios permutando comarca, y en la zona metropolitana del cap i casal, con la ya comentada desaparición de un territorio que nadie sintió como suyo. No es ya que los habitantes se conformen, es que incluso llevaban décadas reclamando esta acción.
La Fundació Horta Sud, ya que estamos en ello, ocupó prácticamente una cincuentena de años, la mitad de un siglo, embarcada con tales afanes. Pero la retorta sigue, como la vida, al fuego, y quién sabe si hoy nos acostaremos aquí y, sin movernos de la cama, mañana despertaremos allá.