Lo de los homenajes tiene su punto: agradecemos algo a alguien, intentamos perpetuarlo dándole el nombre de una calle o plaza, institución o centro social, quizá educativo, para acabar integrándolo a nuestro planisferio mental. Olvidándonos de quién fue. Bueno, sí, ‘fue’ y ‘es’ la calle tal o el colegio cual. Así ocurre con el mutxameler Manuel Antón Ferrándiz (1849-1929), desde luego bastante más que una escuela o una calle.
Sucede que Antón Ferrándiz hizo mucho, y encima se le recuerda también por sus desvelos por la sociedad levantina, en especial el Campo de Alicante (participó activamente en la traída de aguas de Sax, logrando en 1891 la firma ministerial para ello, por lo que desde la capital le nombraron, al año siguiente, Hijo Adoptivo), pero sus aportaciones a la antropología, por ejemplo, son de índole internacional, global.
Ramillete de ciencias
Manuel Antón nacía un veintinueve de diciembre en el seno de una sociedad eminentemente rural, la mutxamelera de la época, pero la ciencia parece que le tentó desde la escuela. Y este amor a la ciencia se lo debió de inculcar el profesor Francisco Sala Marco (se le dedicó como calle la que saluda a la iglesia del Salvador), procedente de aulas aspenses y a quien su obra enterró la biografía: en 1857 fundaba la sociedad musical l’Aliança.
El diecinueve queda consignado por muchos historiadores como el ‘siglo científico’, claro preámbulo del siguiente, apellidado ‘tecnológico’ (o sea, el de la ciencia aplicada, de ahí que al actual lo pretendan de la información como hija de la tecnología), y a Antón parecían interesarle mucho las que por entonces se engloban como ‘ciencias naturales’ (que estudian la naturaleza mediante el método empírico-analítico: experimentación y lógica) y las ‘sociales’ (para el comportamiento humano).
Aparece como alumno de Francisco Sala Marco, fundador de l’Aliança
De ciudad en ciudad
Lo cierto es que las diferentes ‘ciencias’ (las otras eran las ‘formales’, basadas en abstracciones ‘lingüísticas’, como las matemáticas, y ‘físicas’: como las ‘naturales’ pero dedicadas a lo no vivo) funcionaban por la época, quizá fruto de un academicismo mal entendido, como cámaras estancas. Precisamente una de las grandes aportaciones de Manuel Antón consistió en la permeabilización e interrelación entre diferentes disciplinas.
Así que la familia se rascó los bolsillos y el joven mutxameler pasó a estudiar en la capital, en Alicante, para marchar después a València y finalmente a la Universidad Central de Madrid, creada en 1822 y denominada desde 1970 Complutense. El bachiller lo había obtenido en 1864, pero la salud no le acompañó: abandonó los estudios para, ya restablecido, continuarlos.
Se licenció en Ciencias Físicas y Naturales, y también estudió Antropología
Doctorados, licenciatura y cátedra
Conseguía la primera licenciatura, la de Ciencias Físicas, en 1876, y en 1878 la de Naturales, especialidad de la que se doctoró en 1888. Y decidía formarse también en las Sociales, como futuro antropólogo, en el ‘Muséum national d’histoire naturelle’ de París, institución fundada en 1793 que, además de grupo de museos, ofrece estudios superiores y participar en diversas investigaciones. En esta etapa el ya científico mutxameler sumó conocimientos idiomáticos.
Lograba, en Madrid, la cátedra de Antropología de la Universidad Central (1893), para desplegar una frenética actividad como docente, investigador y autor de artículos, conferencias y libros sobre sus especialidades, a la vez que comenzaba a traducir a nuestra lengua varios títulos que consideró fundamentales y no habían llegado aquí. Y en ese trasiego del saber, mientras él traía aquí conocimiento de allende nuestras fronteras, sus aportaciones cruzaban la frontera a otros países.
Dirigió la pionera Escuela de Criminología española
Científico y político
Para muchos autores, Manuel Antón Ferrándiz no solo fue un antropólogo capital, sino además el padre de la antropología desarrollada en y desde nuestro país, y de la criminología. De hecho, fundaba en 1921 la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, y dirigió desde 1923 la Escuela de Criminología, antecesora de las primeras universitarias en España, dependientes de las facultades de Derecho (Barcelona,1955 y Madrid, 1964).
También tuvo sus veleidades políticas. Adscrito al Partido Liberal-Conservador (1874-1931) de Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), ejerció en las Cortes de diputado (1891 a 1893, 1896 a 1898 y 1907a 1910) por las provincias alicantina y valenciana. Entonces, frente al político profesional forjado especialmente durante el pasado siglo, prima el prohombre (tardará en llegar la promujer), las figuras destacadas. Para el científico, supuso además una oportunidad de promover medidas bañadas en el naturalismo.
La calle y el colegio
Las infraestructuras de comunicación supusieron otro de los caballos de batalla, además de la educación y la ciencia, lógicamente, del Antón Ferrándiz político. Miembro también de la Real Academia de la Historia (desde el veintiocho de mayo de 1912), fallecía en Cercedilla (Madrid) un cuatro de septiembre. Dejaba un notable legado teórico y palpable.
Posiblemente, nunca supuso que se convertiría en una referencia geográfica, dando nombre en Mutxamel al tramo de la N-340 donde nació (a continuación de Cura Fenoll, si se va hacia Xixona) y, hacia el oeste, a un colegio público, en la calle Lazarillo de Tormes, que comenzó a funcionar para el curso 1977-1978 y en donde quizá se estén forjando futuros nombres del callejero.