Calizas y margas, entre otras rocas carbonatadas, más arcillas, arenas, areniscas, gravas o yesos. Ya tenemos sustrato para que se nos ahueque la Comunitat Valenciana con grutas por doquier, al producirse formaciones kársticas o carsos (por la región-meseta esloveno-italiana Carso, germanizada como Karst cuando perteneció al imperio austro-húngaro, 1867-1918), rica en calizas y pletórica en grutas como las de Škocjan, patrimonio de la humanidad desde 1986.
El lugar se convirtió, además de en atracción turística, en el foco de la ciencia del Karst, por la que sabemos que la formación kárstica supone la acción continuada del agua sobre una serie de materiales (caliza, yesos) que deshará pacientemente, creando cuevas y sus elementos. Como estalagmitas (los churros de piedra del suelo para arriba), estalactitas (del techo hacia abajo, a veces con espectaculares ‘canelobres’, candelabros en valenciano) o columnas (la unión de estalagmitas y estalactitas).
Aguas subterráneas
Un sistema kárstico implica la filtración de agua de la superficie al subsuelo, al tiempo que circulación acuosa subterránea, generalmente asociada a algún caudal interior, aunque no sean siempre visitables (a veces porque se canalizan sus aguas con destino a bancales y grifos). Todas las cuevas que ahora visitaremos corresponden a este modelo.
Por espacio, no trataremos las ‘artificiales’, como el santuario de la Cueva Santa (Altura, l’Alt Palància) o el de la Virgen de la Balma (Sorita de Morella, Els Ports). O las bodegas subterráneas en Requena-Utiel, el posible refugio de una comunidad anacoreta en las Covetes dels Moros (Bocairent, Vall d’Albaida) o la cueva-museo Dragut (Cullera, pedanía de El Faro, Ribera Baixa), dedicada a la piratería.
El Karst implica la filtración de agua superficial al subsuelo
El catálogo de la Generalitat
La Generalitat Valenciana en 2006, a partir del decreto 65/2006, de 12 de mayo, para la conservación de este patrimonio natural, le anotaba 68 a la provincia valenciana, 28 a la alicantina y 37 para la castellonense. 133 cavidades naturales a proteger, de las que solo aparecen como visitables a título familiar cinco, tres en Alicante (incluiremos aquí otra) y luego una para València y otra para Castellón.
Nuestro viaje comienza al norte, con les Coves de Sant Josep, en la Vall d´Uixó (Plana Baixa). Explorada por vez primera, de modo oficial y no popular, en 1902, su gran caramelo turístico es el río subterráneo navegable, el más largo de Europa. Hasta ahora se cuentan 2.750 metros, 800 con la tropa visitante embarcada, que también puede recorrerse a pie 250 metros.
Se asocian a acuíferos subterráneos a veces hoy canalizados
Madroños y una tumba romana
Sembradas durante el triásico medio (hace entre 251 y 201 millones de años), con pinturas rupestres y una tumba romana, nos marcan una línea que nos lleva hasta Jalance (Valle de Ayora-Cofrentes). Pinos, hiedras y madroños enmarcan a las cuevas de Don Juan, cretácicas (entre 145 millones y 66 millones de años) y habitadas en el mesolítico (la Edad media de la Piedra, entre 12.000 y 9.000 años).
Llamadas de Don Juan en alusión a uno (según leyenda) o tres caballeros cristianos contra moriscos, también de Charcoyos por los charcos y humedades del interior (hoy unos 400 metros bien acondicionados), se encuentran en un ojal de la sierra del Boquerón al que los espeleólogos accedieron hacia 1959. Menos conocida, tenemos la Cova de l’Atzúbia-Forna (Marina Alta) o del Canelobre, junto al Tossal del Llop, abierta en 1998, tras ser descubierta por unos pescadores.
En 2006 se firmó un decreto para su conservación
Detrás de un conejo
Con trescientos metros visitables y una sala de 600 metros cuadrados, se la considera ‘cueva muerta’, al finalizar todos los procesos químicos que la formaron, pero el espectacular resultado ahí está, para disfrute de todos. En la misma comarca, la Cova del Rull (la Vall d´Ebo), en las entrañas montañosas que escoltan el río Girona, la descubrió en 1919 José Vicente Mengual, El Tío Rull (pelo rizado), cuando, escopeteando conejos, se le escapó uno por un agujero.
El veterano montero abrió un cacho de cueva al turismo en los sesenta, pero desde el dieciséis de septiembre de 1995 es plenamente paseable. Sigamos en la Marina Alta, ahora en Benidoleig, con las cuevas de las Calaveras (por los esqueletos de doce personas encontrados, en 1768, por el científico valenciano Antonio José de Cavanilles y Palop, 1745-1804).
Músicas de interior
Con alta techumbre pétrea (50 metros en algunos trechos) del cretácico inferior (entre 145 y cien millones de años) y 300 metros visitables, esconde bajo los pies un largo río subterráneo. Dejémonos aparte la Cova dels Arcs (el Poble Nou de Benitatxell, Marina Alta), esencialmente submarina, para marchar ya a nuestra última parada, las cuevas del Canelobre (Busot, l’Alacantí), las más mediáticas, bajo el Cabeçó d’Or, exclave perteneciente a la capital provincial.
La cuasi catedralicia sala central, de 700 metros, con plataforma para conciertos e inicio de un recorrido hasta las mimbres de un espacio con un inmenso ‘canelobre’ de más de 100.000 años de antigüedad como atracción principal. Fue polvorín y refugio de la aviación republicana, en la Guerra Civil, pero hoy sus 80.000 metros cúbicos se encuentran para disfrute común, familiar y desde luego pacífico.