Si uno tiene la fortuna de visitar Penàguila, en el norte de la provincia de Alicante, deberá comenzar el recorrido en el precioso Jardín de Santos, un singular espacio creado en el siglo XIX en estilo romántico.
Ubicado a las afueras de la localidad, la finca es hoy en día un idílico jardín botánico compuesto por especies tan valiosas como tejos, cedros del Líbano, pinos pinsapo y magnolias, además de un laberinto y un estanque.
La entrada es libre y gratuita, abierto sábados, domingos y festivos. El resto de la semana suele permanecer cerrado. En el exterior del jardín, un merendero con mesas de piedra y árboles que dan sombra ofrecen la posibilidad de realizar un agradable pícnic.
Su historia
En 1841, Joaquín Rico Soler, terrateniente del municipio y persona culta, con grandes conocimientos en botánica, comenzó a edificar el jardín, ubicado en una antigua finca familiar. Contaba con apenas veinticinco años y logró finalizarlo en solo diez, basándose en los diseños de su amigo y pintor Antonio Cabrera.
Lo primero que hizo fue el denominado Paseo de los Cipreses que da acceso al recinto, para unir su casa palaciega en el casco medieval del municipio con la de recreo del Jardín de Santos. Seguidamente pensó en llevar agua hasta allí, sin perjudicar a los vecinos: para ello levantó un canal de dos kilómetros, desde la Font Major, por el que puede pasar una persona a pie.
En 1986, después de siglo y medio siendo propiedad privada, los herederos de Joaquín Rico lo cedieron a la villa de Penàguila. Después de una restauración y puesta a punto, abrió al público a principios del nuevo siglo, y es el propio consistorio el encargado de su conservación.
Fue construido por el terrateniente Joaquín Rico Soler, persona con grandes conocimientos en botánica
La entrada
Lo primero que nos encontramos es la gran puerta de entrada, de hierro, custodiada por dos enormes cipreses, y la antigua casa-museo, hoy restaurada, pintada en color añil valenciano.
Posee dos plantas -en la superior se pueden celebrar exposiciones- y un sótano, con numerosas herramientas que se empleaban para cuidar el jardín y paneles informativos que describen la historia del sitio y la familia Rico.
Recordemos que para descubrir el Jardín de Santos no se debe pagar -entre semana es necesario llamar al ayuntamiento-, con zona de aparcamiento exterior y un área de recreo que incorpora un pequeño parque infantil y barbacoa, haciendo que sea un lugar idóneo para pasar el día en familia.
Desde 1986, tras siglo y medio de propiedad privada, fue cedido al ayuntamiento para su mejor conservación
Cómo es
Ya dentro de la finca, llama poderosamente la atención el enorme estanque vallado, con diversas esculturas. Podemos rodearlo y sentarnos en alguno de los bancos instalados a su alrededor para disfrutar de las vistas a la montaña y la paz que ofrece el entorno.
Anexo a la alberca, un pequeño laberinto compuesto de caminos de piedra, cipreses y tejos -que hará las delicias de los más pequeños-, y una antigua pajarera, que sin custodiar ahora ningún pájaro ejerce como elemento decorativo. Al otro lado, un bosquete de cipreses con irregulares caminos que finalizan en una pequeña cueva o gruta.
En la parte superior de la balsa, una pérgola da acceso al orquidario, un pequeño invernadero con plantas de interior e infinidad de orquídeas.
En su interior sobresale una casa-museo, un estanque enorme, un laberinto e infinidad de cipreses
Especies ornamentales
El Jardín de Santos alberga tanto especies típicas de la zona como otras más exóticas, foráneas; algunas tienen incluso difícil aclimatación y están en un continuo cambio y especial cuidado.
Sobresale el ciprés común, que es el que observamos en todo el recorrido hasta la entrada al recinto, pero asimismo en su interior.
También grandes ejemplares de abetos, pinos, tejos, falsos castaños, durillo, rosal, magnolio y el tallo de una palmera canaria que, al igual que un cetro situado en el centro del laberinto, fue víctima del impacto de un rayo.
Cómo llegar
Existen diversas formas de llegar al jardín. La más sencilla es aparcar junto a la entrada, aunque la más recomendable es realizar una pequeña ruta desde el centro de Penàguila, caminando entre los cipreses.
Una tercera opción, algo más atrevida, es acceder a través del interior del barranco próximo. Se han colocado diversos carteles informativos de las diferentes especies vegetales que nos vamos a encontrar a lo largo del sendero.
Para completar la visita podemos conocer un poco más la localidad, construida en el siglo XII sobre un trazado irregular, protegida de murallas -aún visibles en algunos puntos- y con una clara vocación defensiva.
Nos maravillará El Portalet, antigua puerta de acceso a la villa medieval, en perfecto estado, además de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (gótica, del siglo XIV), el Arco de Santa Lucía y el castillo.