Era por la playa de Aguamarga; una de esas que muchos alicantinos, abonados a las multitudinarias del Postiguet o de San Juan, parecen desconocer. También por la ahora tan limpia y organizada playa para los perros de Urbanova. A un paso de la caleta esa, Calabarda. Había unas penínsulas, una suerte de embarcaderos de piedra y obra. Iban familias enteras, con bolsas y, algunos, prevenidos, pinzas para carne.
De lo que se trataba era de coger cangrejos. De los comunes, esos blancos, más bien pequeños, que los científicos llaman ‘Liocarcinus depurator’ o ‘Macropipus tuberculatus’. Pero sobre todo de los primeros, de los que por aquí siempre se han llamado ‘crancs de platja’ (cangrejos de playa), ‘de sopa’ o ‘de paella’. De los que dan buen caldo, pero, si te los quieres comer, tienes que tirar de dedo y paciencia.
Por tamaño costero
La playa quizá, en esos momentos, ya no suponía tanto lo del bronceado, el baño y exhibirse. Para esto, daba igual que fuera verano o invierno, pero mejor si no molestaban los bañistas, aunque se agradecía el ‘solecico’. Playa todo el año: el sueño de cualquier ‘touroperador’ turístico. De los 7.661 kilómetros del litoral español, a Alicante provincia (la Costa Blanca) le tocan 244 de costa.
Esto nos coloca en el puesto décimo tercero (o doce más uno), tras Almería (249) y por delante de Málaga (175). De ellos, la ciudad se lleva sus buenos quince kilómetros, según datos del propio ayuntamiento. Pero realmente no todas las playas son conocidas. Y algunas de ellas, en el fondo, y quizá nunca mejor dicho, ni siquiera están ya operativas.
Se trataba de coger cangrejos, de los de sopa o paella
Las más publicitadas
Lo de acaparar publicidades es lo que ocurre con la playa del Postiguet (por ‘pequeño postigo’, puerta), unida a la del Cocó, unos setecientos metros adentrándose en el Mediterráneo; los 423 metros de longitud de la Albufereta; y los 2.900 metros (6.200 con la campellera Muchavista) de Playa de San Juan. Pero hubo un momento que los titulares iban hacia otro lugar.
Estábamos cogiendo cangrejos; pues ahora marchemos más al sur. Hasta 1972, cuando se construyen las primeras torres del hoy barrio-pedanía de Urbanova (cuya asociación de vecinos se creaba en 2004), la entonces pedanía de Saladares, anexa a la playa del Saladar. Aquello era el exótero alicantino, lindante, allá a lo lejos, con territorio ilicitano. Las playas más concurridas, además de las más citadas, se encontraban al norte, donde asentó el turismo.
Es la décima tercera urbe española por kilómetros de costa
Visitantes tardíos
En realidad, esta zona, Urbanova, comenzó a ser realmente cumplimentada a partir de aquellas primeras torres. Y los 1.900 metros de la playa de los Saladares, a ser más disfrutados. Aunque al norte enlazaba con una, la de Aguamarga, de 2.600 metros, que ya gozaba de visitas, quizá para instaurar costumbres cangrejeras. La presidía el edificio del matadero municipal, cerrado en 2008 al no poder cumplir con los nuevos requisitos sanitarios.
Ahora se pretende reactivar el complejo con el proyecto de un centro de innovación bautizado como Ágora Futura, pero también es cierto que la cercanía a los estudios Ciudad de la Luz ha permitido que esta ribera se utilice para más de un rodaje. Seguimos en la zona sur, la de las playas nada mediáticas, los rincones extraviados, de nombres singulares (cala de los Borrachos, de Alí)… y de las playas perdidas y luego recuperadas.
Hacia las áreas del norte, nos adentramos en zona turística
La ribera que fue
La de San Gabriel, por el barrio del mismo nombre, fue el lugar de veraneo de los habitantes de prácticamente todo el sector sur de la urbe alicantina (Benalúa, Ciudad de Asís, Florida, Florida-Portazgo), aparte del barrio-pedanía. Conocida antaño, también, como la playa de los Doce Puentes (son los que cruzaban el barranco de las Ovejas, ahora una semi-marina, para controlar inundaciones).
La desembocadura de las alcantarillas por la zona, la progresiva ampliación del muelle de Levante del puerto alicantino y otros tantos factores más acabaron por detraer a la tropa bañista. Sigue existiendo, reducida a un arenal de unos cuatrocientos metros junto a la desembocadura del barranco, al lado sur; al norte, la dársena pesquera, con paseos y restaurantes. Ha sido remozada, pero se sigue desaconsejando el baño en sus ya no tan límpidas aguas.
Presencia turística
Hacia las áreas septentrionales de la hoy metrópoli, con sus 338.577 habitantes censados en 2022 y sus 201,27 kilómetros cuadrados (20.127 hectáreas), nos adentramos en zona turística. Entre las zonas de la Albufereta y El Cabo, por ejemplo, lo que antaño fue recoveco, la playa de la Almadraba, cien metros con desembocadura de río subterráneo, es hoy visita de manual.
Tampoco otros puntos, como, ya en el mismo Cabo de la Huerta, la cala de los Judíos (la dels Jueus o Xodíos, o del Martell, del martillo), con sus 202 metros de longitud; o la Cantalares (cien metros), gozan de la tranquilidad de antaño, en un entorno hiperurbanizado. Bien es cierto que la segunda, inicialmente nudista, conserva más ese aspecto salvaje que quizá envidien las otras playas, las mediáticas.