“¡Es un secarral!”, te aseguran. “¿Allí qué hay, alacranes?”, remachan. Bueno, al menos son animales. Porque por entre los 58,6 kilómetros cuadrados (5.860 hectáreas) de superficie, Santa Pola da también para su propia riqueza faunística, algo avivado, además, por el hecho de poseer tres espacios naturales como las salinas, el Clot de Galvany y la sierra asomada al mismo Mediterráneo.
Las 2.470 hectáreas (24,7 kilómetros cuadrados) del Parque Natural (desde el 27 de diciembre de 1994) de las Salinas y las 366,3 hectáreas (3.663 kilómetros cuadrados) del paraje natural (desde el 21 de enero de 2005) del Clot reúnen una importante y bien conocida fauna lacustre, así como una nutrida y estacional aportación aviar, pero ¿qué ocurre con las 1.309 hectáreas (13,9 kilómetros cuadrados) de la sierra?
Los alacranes
Porque, contra lo que pudiera parecer, en este gran promontorio tubular de terrenos carbonatados, elevado 144 sobre el nivel del mar y que en buena parte conforma un antiquísimo atolón (obviamente, madrepórico, de coral) de la época Messiniense o Mesiniana (entre 7.246 y 5.332 millones de años, ayer mismo), existe una gran riqueza animal, aunque obviamente hablamos de ejemplares de pequeño tamaño. Como un importante número de bichería.
Vale, hay que andarse con ojo con esto del senderismo. Lo de levantar piedras al azar, además de un sinsentido, puede dar como resultado el que nos topemos con un alacrán (‘al-ágrab’, el escorpión, o sea, el ‘scorpio’). Sobre todo, por la tarde o de noche, cuando no dormitan. Salvo que seas alérgico, o un niño de corta edad, hay muchas posibilidades de que sobrevivas sin más. Pero la picadura realmente duele mucho.
Es un antiquísimo atolón coralífero de hace millones de años
Multitud de arácnidos
Bien, por las mediterráneas tierras de la provincia de Alicante el que abunda, en esta clase de arácnido, es el escorpión común (‘Buthus occitanus’), y la sierra de Santa Pola y aledaños no habría de ser la excepción. En el reino ‘animalia’, o sea, animal (arácnidos, aves, crustáceos, insectos, peces, reptiles…), uno de los cinco que hay para seres vivos (los otros: vegetales, hongos, protistas y moneras), también ellos, los alacranes, suponen riqueza biológica.
Cerremos el capítulo de dar miedo añadiendo otros arácnidos (‘Arachnida’), sobre todo arañas (‘Araneae’), como las arañas lobo o tarántulas europeas (‘Lycosa tarantula’), y tengamos en cuenta que al yacimiento, en esta sierra, del Eneolítico o Calcolítico (Edad del Bronce, por estos pagos entre el sexto y el tercer milenio antes de Cristo) lo llamaron Cueva de las Arañas, y que Tabarca fue también conocida como la ‘isla de las arañas’.
Tabarca fue conocida antes como ‘isla de las arañas’
Escolopendras y tórtolas
En todo caso, citemos aparte que podemos encontrarnos con insectos como los ciempiés o escolopendras (‘Scolopendromorpha’), tal que la ‘Scolopendra cingulata’ o la ‘coleoptrata’, aunque es cierto que los de aquí no revisten especial peligro (menos que en un alacrán, pero también duelen, y ojo con personas alérgicas o la chavalería más pequeña). También, claro, mariposas varias, alguna nocturna (como, con su aspecto de polilla, la ‘Thaumetopoea pityocampa’, cuyas larvas son las terribles procesionarias del pino).
Bueno, y escarabajos (‘Coleoptera’) o grillos (‘Gryllidae’), además de saltamontes, también llamados chapulines, charates, langostas o sanagustines (vamos, la suborden ‘Caelifera’). Para merendarse todo ello, lagartijas ibéricas o sargantanas (‘Podarcis hispanicus’) o las aves que patrullan el lugar, como las águilas culebreras (‘Circaetus gallicus’). Aquello, en el fondo, es un paraíso ornitológico, con cuervos (‘Corvus corax’), palomas torcaces (‘Columba palumbus’), tórtolas (‘Streptopelia turtur’) …
El lugar, en el fondo, es un paraíso ornitológico
Conejos, águilas y búhos
La realidad es que la alta presencia de bichería ha logrado que exista una gran cantidad de fauna aviar con una dieta especial o esencialmente insectívora, así como posibles remanentes de antes de la parcial deforestación arbórea iniciada a partir de 1769 para colonizar la isla de Tabarca, que se convirtió, por cierto, en paraíso cinegético: quizá los serrados árboles santapoleros transportaron a los conejos (‘Oryctolagus cuniculus’) tabarquinos.
Pero es en las aves, como señalábamos, donde nos encontramos en tal monte ante un despliegue animal que incluye incluso al búho real (‘Bubo bubo’), depredador a su vez del busardo ratonero o águila ratonera (‘Buteo buteo’), o el búho campestre (‘Asio flammeus’). Y aún más depredadores, como cernícalos (‘Falco tinnunculus’) y hasta aseguran que en ocasiones águilas reales (‘Aquila chrysaetos’).
A las húmedas faldas
Obviamente, en un lugar rodeado de humedales, quizá como nutritivo residuo de cuando Santa Pola devino físicamente en isla, portón (labor compartida con la zona de El Molar, hoy físicamente participada por Elche y San Fulgencio) a la inmensa ensenada del Sinus Ilicitanus (bahía ilicitana), las aves lacustres, migratorias, sobrevuelan la sierra sobre todo para anidar, por ejemplo, en las acuosidades del Clot de Galvany.
Ánades reales o azulones (‘Anas platyrhynchos’), cercetas pardillas (‘Marmaronetta angustirostris’), fochas comunes (‘Fulica atra’), garcillas cangrejeras (‘Ardeola ralloides’), malvasías cabeciblancas o comunes (‘Oxyura leucocephala’) o porrones pardos (‘Aythya nyroca’) observan, allá abajo, a las faldas del promontorio, mientras retozan en el humedal, cómo la vida bulle y rebulle allá arriba, y cómo a los humanos, los ‘Homo sapiens’, les da por levantar piedras.