Entrevista > José Sempere / Cantante lírico (Crevillent, 9-enero-1951)
José Sempere, ‘El Maraño’, es una leyenda de nuestro municipio. Cantante lírico ya retirado -aunque hace actuaciones puntuales- tuvo una trayectoria de casi cuatro décadas sobre los escenarios, codeándose con los más grandes.
Guarda un especial recuerdo de Luciano Pavarotti y Plácido Domingo, al que le unió una gran amistad, al tiempo que con otros como Alfredo Kraus o Josep Carreras la relación fue mucho más profesional, “menos cercana”.
Formado en Barcelona, pronto dio el salto a la escuela de la Scala de Milán para recibir clases de los mejores maestros. Seguidamente actuó en prestigiosos teatros europeos, de la mano de una voz prodigiosa. Retirado desde hace unos años, se dedica ahora a sus labores -pintar y tocar la guitarra, principalmente- y a dar clases particulares, sin cobrar, “para enseñar lo que sé”. Nos apunta una figura en ciernes dentro del panorama musical crevillentino: Manuel Fuentes Figueira.
¿Tu música nacía desde el corazón?
Por supuesto, a los cinco años ya cantaba -junto a mi amigo Vicente Martínez, ‘El Cacha’- en la emisora municipal de Crevillent. Mi música siempre ha sido desde el corazón, desde las entrañas.
En esos años me llamaban ‘El Maraño’, apodo familiar, o ‘El Belso’.
¿Cómo recuerdas esos inicios?
Al principio cantaba rancheras y poco después me incorporé a la banda musical del pueblo, dirigida por el tío Tomata, que fue el primero que se dio cuenta de mi voz aguda, en una clase de solfeo.
Me dijo que era un tenor, con una voz magnífica. Yo tenía trece años.
«El tío Tomata, director de la banda musical de Crevillent, fue el primero en apreciar mi voz»
¿Te dedicas entonces a la música?
No. Al proceder de una familia muy humilde, tuve que comenzar a trabajar a los catorce años, en varias fábricas de Crevillent, dejando de lado la música. Únicamente cantaba como afición.
¿Cuándo la recuperas?
Precisamente en uno de mis puestos de trabajo, un encargado, Tono Fuentes -solista de la coral crevillentina- tenía una de las voces más bonitas que he oído en mi vida.
Le oía cantar y me decía a mí mismo: “¿por qué no voy a cantar como él?”, y volví a cantar, como un lírico, apuntándome a la coral.
«En el programa ‘Gente joven’ causé una gran sensación y empezó mi carrera como tenor»
¿Te presentas entonces a un concurso televisivo?
Sí, notaba que mi voz se había desarrollado y me apunté a ‘Gente joven’, de Televisión Española (TVE). Acudí acompañado del director del coro, Ramón Mas; causé una gran sensación, ganando la primera ronda, y allí despegué como tenor.
Me empezaron a llegar ofertas, a pesar de que había competido sin apenas formación. De hecho, seguía trabajando en la fábrica.
¿Marchas a Barcelona?
Obtuve una beca, por parte de diversos organismos, y me desplacé a Cataluña, donde recibí una formación musical intensiva. Desde allí, concretamente desde El Liceo, me mandaron a la escuela de La Scala de Milán, donde conocí a grandísimos cantantes.
Estuve en Italia cerca de tres años, aprendiendo igualmente arte dramático. Participé en diversos certámenes, como El Viñas, y gané el premio Gino Bechi.
¿Cuáles son las obras que recuerdas con mayor estima?
Mi debut, ‘Rigoletto’, en Parma. Estaba de cover, es decir, para realizar los ensayos con Alfredo Kraus, haciendo una función.
Seguidamente hice una gira por toda la Lombardía, cantando en Módena, Ferrara, la Scala… Conocí en esa época a la familia Pavarotti, con los que establecí una amistad.
«Desarrollé una técnica muy buena que me permitía llegar a unos agudos muy altos»
¿Cómo eran?
Encantadores; me llamaban el caballero español, porque siempre les llevaba un ramillete de flores. Con el propio Luciano fuimos amigos y una vez le tuve que sustituir -porque estaba enfermo- en el Metropolitan de Nueva York.
También tuviste amistad con Plácido Domingo.
Le conocí en una coral crevillentina, en una audición organizada por él mismo e Isidro Boyer, presidente de la entidad.
Ese fue nuestro primer contacto. Posteriormente hemos mantenido una relación de amistad, coincidiendo en numerosos lugares; recuerdo especialmente cuando vino a verme actuar a Viena.
¿Cuál era tu registro?
Debido al trabajo con el maestro Giacomo Lauri-Volpi, en Burjassot, desarrollé una técnica muy buena que me permitía llegar a agudos muy altos.
Gracias a ello completé un repertorio que muy pocos podían.
Tu última etapa, ¿cómo la viviste?
Fue duro, porque siempre estaba activo, sin descansos. Pero lo que realmente me afectaba era estar lejos de mi familia, mis hijos apenas me reconocían.
Llevaba muchos años siempre fuera de mi casa, y llega un momento en que te cansas. Además, cantaba un repertorio que te produce un gran estrés, constantemente estudiando, porque lo mío eran auténticos retos. Me llamaban el tenor de los imposibles; una vez le preguntaron a Kraus por qué había dejado los puritanos a los 44 años, a lo que contestó que quería dormir tranquilo.