Nos desplazamos miles de kilómetros -en coche, tren o avión- para visitar monumentos extraordinarios, sin darnos cuenta que cerca nuestro tenemos otros también de bella factura. El que nos atañe hoy es sencillamente espectacular, es la Alhambra valenciana, el castillo-palacio de los Condes de Cervellón, ubicado en la localidad de Anna (Canal de Navarrés).
Sin duda, durante décadas el nombre de Anna estuvo vinculado al de su albufera, destino elegido por miles de familias valencianas para pasar el día. Además, al encontrarse a las afueras, aproximadamente a un kilómetro, los visitantes no mostraban ningún interés en acercarse a una villa que era una gran desconocida.
Afortunadamente, una acertada rehabilitación del monumento, llevada a cabo entre 2001 y 2007, convirtió a este Bien de Interés Cultural en un centro de difusión patrimonial, todo un viaje en el tiempo, pasando además a ser uno de los mayores reclamos turísticos de la Comunitat Valenciana. Pasen y sorpréndanse con este viejo castillo almohade, toda una maravilla.
Siglo XII
El castillo-palacio se alza en el corazón de la localidad, allí donde la vida transcurre entre susurros de agua pues acequias, lavaderos y fuentes salpican un casco antiguo que goza de especial encanto.
Su construcción se remonta al siglo XII, cuando el pueblo almohade -atraído por la riqueza de los manantiales del lugar- lo erige. Tiempo más tarde, a finales del XVI, los Borja deciden levantar sobre el castillo una casa-palacio con oratorio dedicado a Santa Ana, resultando residencia del primer Conde de Anna, Fernando Pujades de Borja.
A lo largo de los siguientes siglos fue el centro económico y de poder de las familias nobiliarias de la zona. De este modo, los Condes de Cervellón son los Señores de Anna, una familia ligada a una leyenda local que señala los misteriosos orígenes de las aguas del municipio.
Durante la visita podremos conocer también dos museos, el del Agua y el Etnográfico
Alberga dos museos
La nueva vida que se le ha dado al edificio ha permitido recrear cada etapa histórica en sus múltiples y diferenciados espacios.
Las visitas guiadas comienzan en el sótano, donde su singular Museo del Agua da a conocer cómo la riqueza líquida de Anna motivó -ya en tiempos prehistóricos- los asentamientos humanos, o cómo la abundancia de saltos de agua posibilitó la creación de infinidad de industrias entre los siglos XVIII y XX.
Por su parte, en las antiguas caballerizas se ubica el Museo Etnológico, con herramientas de labranza y útiles de diversos oficios que fueron perdieron su uso con la llegada de los avances tecnológicos.
Patio y Sala Árabe
Abandonamos el sótano para ascender al patio y la Sala Árabe, avanzando asimismo en el descubrimiento de nuestra propia historia. Es la Edad Media, época de dominio musulmán, evidente en un jardín con plantas aromáticas y árboles frutales, en el que las fuentes y el agua toman un notable protagonismo.
El colorido de la cerámica en el patio cobra aún mayor riqueza al adentrarnos en la sala: miles de pequeñas piezas vidriadas, de vivos colores, revisten muros y columnas. Del artesonado del techo, pintado con exquisito gusto, penden lámparas.
Mármoles en columnas y suelos, hermosas yeserías y muebles de estilo musulmán nos ofrecen una estancia repleta de decoración, que nos habla de un momento histórico del edificio. La sala, amplia y diáfana, se emplea para exposiciones temporales, conciertos de cámara y presentaciones.
En la Sala Árabe, amplia y diáfana, se celebran exposiciones, conciertos y presentaciones
Salas Borja y Cervellón
La Edad Moderna se inicia al cruzar el patio, introduciéndonos en las salas cristianas. En la planta baja, la Sala Borja es un espacio gótico-renacentista de los siglos XV y XVI, con muros revestidos de cerámica hecha a mano (siguiendo siempre los modelos de la época) y la capilla y retablo de Santa Ana.
La Sala Cervellón, localizada en el primer piso, brinda una decoración más recargada, con suelos de mármoles, espejos y mobiliario barroco, tan habitual de los siglos XVII y XVIII. Al fondo, un lienzo representa la antigua leyenda ya mencionada y atribuida al conde.
Sala de Anna
Subimos por el imponente torreón, medio de comunicación de todas las salas cristianas, y topamos con la Sala de Anna, que nos coloca en los siglos XIX y XX. en la historia más reciente de la localidad.
Aquí se rinde un merecido homenaje, mediante pantallas táctiles y proyecciones, a las personas que destacaron en Anna en el mundo de las artes -poesía, teatro, música, pintura…-, orgullo de todos sus habitantes.
En un futuro cercano tiene previsto la apertura en el ático del torreón de ‘El Legado Faustino’, una colección arqueológica que completará los contenidos museísticos de un edificio que, sin duda, deja huella a todo el que lo conoce.