Entrevista > Kiko Such / Autor de ‘Coses i cases del poble de l’Alfàs del Pi’
‘Coses i cases del poble de l’Alfàs del Pi’ reúne una recopilación de recuerdos personales sobre la vida en el municipio durante la primera mitad del siglo XX, antes de que la actividad turística lo cambiara todo. Un libro que permite conocer y entender cómo eran, vivían y sentían las alfasinas y alfasinos que habitaban el pueblo en esa época.
Voy a definir ‘Coses i cases del poble de l’Alfàs del Pi’ no como un libro, que lo es, sino como una suerte de gran enciclopedia del municipio, editada en dos volúmenes de gran formato.
Pues sin pretenderlo ha salido una enciclopedia. No había una programación de los temas que han acabado siendo incluidos, sino que salían conforme conversaba con los abuelos.
«No había una programación de los temas que han acabado siendo incluidos, sino que salían conforme conversaba con los abuelos»
Cuatro años de conversaciones, si no me equivoco.
Así es. Cuatro años de conversaciones con la gente mayor del pueblo y que me han hablado de todo, completamente de todo. Ha sido una experiencia única. Realmente, ha estado muy bien.
Usted ha vivido aquí toda la vida. ¿Le han sorprendido algunas cosas de las que le han contado o se esperaba todo lo narrado?
No esperaba nada en concreto. Sí me ha sorprendido que los abuelos, que me han visto crecer, se hayan abierto. O sea, me han hablado desde el corazón. Ellos no tenían por qué mentirme y ha habido un mimetismo muy fuerte entre ellos y yo. De hecho, algunos me dijeron “eres el único amigo que tengo hoy en día”. Que eso te lo diga un abuelo de noventa años hace que se te encoja un poco el corazón.
Recuerdo un caso de un abuelo que me dijo “Kiko, va a ser el último día que venga a verte, porque las piernas ya no me obedecen”, y al mes falleció. Ha sido una relación muy bonita entre ellos y yo.
¿Quién ha sido la persona más anciana que ha entrevistado para este libro?
Creo que es el tío Ramón, que tiene noventa, o la Tía Pepica, que debe estar en los 98 o 99; tiene que estar ya por ahí. Es una mujer increíble. Está un poco sorda, pero la lucidez la tiene perfecta. Ella sí que es una enciclopedia.
«Me ha sorprendido que los mayores, que me han visto crecer, se hayan abierto. Me han hablado desde el corazón»
En parte, la elaboración de esta obra ha sido también una suerte de labor social, porque ha pasado mucho tiempo hablando con personas mayores, que son víctimas de eso que se ha dado en llamar soledad no deseada, y que, por lo tanto, necesitan ser escuchadas.
Es que es una generación que se educó en los momentos del fuego, en las noches alrededor de este, donde sus padres y sus abuelos les transmitían la tradición oral. No había televisión ni había radio.
A veces, de tanto en tanto, se repetían las cosas que eran interesantes recordar. Como dices, hoy en día les escuchamos poco, pero ellos tienen ganas de ser escuchados. Ellos tienen ganas de dar a conocer lo que saben.
Aparecen una enorme cantidad de datos e historias en ‘Coses i cases del poble de l’Alfàs del Pi’ que no siempre son tan evidentes. ¿Qué ha sido lo que más le ha sorprendido conocer?
Un día me viene Ramón y me dice “yo soy capaz de decirte todas las casas del pueblo”. Hay 311 casas desde El Calvari hasta el cruce de Benidorm… y me las dijo todas. Algunas no completas, pero me dice todas las familias.
En la parte de agradecimientos aparecen los nombres de una decena de personas que son las que han aportado su testimonio. ¿Ha encontrado un consenso en su manera de contar y, por lo tanto, recordar la historia de l’Alfàs del Pi?
Totalmente. Aquí se conocían todos. Pasaba una desgracia y no había farmacia, pero daba igual, porque en la calle donde sucedía esa desgracia, uno te traía la tila, el otro te decía que no te preocuparas porque te traía la comida, o cuidaba a los niños, o te limpiaba la casa… Era todo un pueblo que se volcaba en la ayuda.
«Ha sido una experiencia única. Nos lo hemos pasado muy bien»
¿Y se ha perdido parte de ese sentimiento de comunidad?
Claro, hoy en día vamos por la calle y no nos saludamos. Yo recuerdo que al salir de la escuela, y no soy tan mayor, iba a casa, dejaba la cartera con los libros y cogía el bocadillo e iba a jugar. Y estabas tan a gusto que se hacía de noche. Iba al barranco, íbamos debajo de los algarrobos. Y luego mi madre, como tardaba en venir, al primer hombre que pasaba hacia arriba o hacia abajo, le preguntaba si me había visto y se quedaba tranquila o ya iba a por mí.
Todos los abuelos sabían el niño de quién era y de qué familia era.
¿Había abordado anteriormente un proyecto de este tipo?
No, nunca. Realmente ha sido una experiencia única. Nos lo hemos pasado muy bien.
¿A quién se le ocurre la idea?
Se le ocurre a un abuelo que me dijo que era capaz de nombrarme a todas las familias del pueblo y yo le dije que se sentara, y comenzamos a hablar. Ahí empieza la historia. Yo no la busqué para nada.
¿Qué le está diciendo la gente que ya ha podido leer y consultar su ‘Coses i cases del poble de l’Alfàs del Pi’?
Está teniendo buena aceptación en el pueblo. Nadie se ha sentido ofendido, que ya es algo difícil de conseguir. Al menos, de momento, porque falta el segundo volumen.
¿Para cuándo tendremos ese segundo volumen publicado?
Yo creo que para fiestas del año que viene. He hecho un apartado que titulé ‘Cosas que no venían a cuento’. A lo mejor, algunos apartados los digo, pero sin poner nombres, y no tiene por qué ofenderse nadie. Alguno puede ser que se reconozca, pero son los menos. O sea que el libro está tratado un poco con pinzas para no ofender a nadie y decir al mismo tiempo la verdad.