En pleno centro histórico de la ciudad de València, en la calle del Marques de Dos Aguas, se ubica el palacio homónimo, cuya fachada principal es una joya indiscutible del estilo rococó. El edificio actual es fruto de una amplia reforma llevada a cabo sobre la antigua casa solariega de la familia Rabassa de Perellós, titulares del marquesado, en la década de 1740.
Sin embargo, el lugar esconde la historia de una familia no demasiado bien vista en la urbe. Todo comenzó a inicios del siglo XV, cuando un noble catalán se casó con Joana de Perellós, dama de las reinas Violant de Bar y María de Luna: sus descendientes tomaron el apellido de Rabassa de Perellós y adquirieron el título nobiliario de Dos Aguas, otorgado en 1699 por Carlos II.
Desde entonces, la casa de los Marqueses de Dos Aguas ha sido considerada, durante siglos, como emblema de riqueza y grandeza en la ciudad de València. El monumento, que alberga el Museo Nacional de Cerámica González Martí, está catalogado como Bien de Interés Cultural y fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1941.
Su fachada
De planta cuadrada irregular, organizado alrededor de un patio y con torres en los lados, en un lateral de su fachada rococó se abre la puerta principal, realizada en 1745 en alabastro por el escultor Ignacio Vergara sobre diseño del pintor Hipólito Rovira.
Se trata de un ejercicio de voluptuosidad artística impresionante, encabezado por la imagen de la Virgen del Rosario, de la que descienden dos caudales de agua, haciendo referencia al título de los marqueses. Los dos atlantes de los lados simbolizan dos ríos: el Turia y el Júcar.
La fachada fue decorada por frescos del propio Hipólito Rovira, pero una nueva reforma, en 1867, eliminó estas pinturas, que estaban deterioradas por la humedad. Fueron reemplazadas por estucos grises y rosas, imitación del mármol.
La rehabilitación de 1740
En 1740 Giner Rabassa de Perellós y Lanuza afrontó la rehabilitación del palacio, incluyendo elementos ornamentales, frente al carácter severo de la antigua casa solariega. Contó con la colaboración de Rovira, Vergara y el adornista Luis Domingo, destacando principalmente la mencionada portada, la escalera noble y la carroza de las Ninfas.
Se crearon también los balcones, de sabor francés, con barandillas ondulantes. Ya en el interior todavía hoy se pueden observar las carrozas del siglo XVIII y los salones decimonónicos, con su decoración original.
Debemos señalar que el espacio en el que se ubica el palacio probablemente fuese donde en origen se fundó una necrópolis romana, de los siglos I al III d.C., debido a los hallazgos encontrados en uno de sus patios en 1743.
El palacio fue considerado durante años como emblema de riqueza y grandeza en la ciudad de València
Planta baja y primera planta
En la planta baja, una de las más espectaculares, se aprecian carruajes antiguos y los coches que empleaban las clases más nobles. Sobresalen la carroza del Marqués de Llanera y la de las Ninfas, sin olvidarnos de la imponente entrada al museo y su llamativa escalinata.
La primera planta permite descubrir la lujosa vida que disfrutaban los propietarios del Palacio Marqués de Dos Aguas, mediante estancias como la Sala Oriental, la Sala de Porcelana, la Sala de la Virgen y la Sala de Baile, que se utilizaba para celebraciones y reuniones palaciegas.
Allí, las esculturas de Mariano Benlliure, junto a espejos y valiosos tapices, llevan al visitante al esplendoroso pasado. En esta misma planta se encuentran asimismo el oratorio, el comedor, la dependencia para juegos -o ‘fumoir’- y el Salón Chino.
Su fachada es un ejercicio de voluptuosidad artística
Museo Nacional de Cerámica
La segunda planta del edificio acoge el Museo Nacional de Cerámica y de Artes Suntuarias González Martí, con una relevante colección de piezas -de las más importantes del mundo- que van desde la Antigüedad hasta los más modernos diseños.
Inaugurada en 1954 por el entonces ministro de Educación, Joaquín Ruiz Jiménez, en la exposición podemos maravillarnos, como indicábamos, con las carrozas del siglo XVIII y diferentes salones del XIX que conservan su decoración original. En 1962 recibió la denominación actual.
Siglo XX
El palacio fue comprado por el Estado en 1949 para ubicar la colección de cerámica donada por Manuel González Martí. Desde su apertura se han sucedido numerosas intervenciones, como la propia restauración del inmueble, mejoras en su infraestructura y la renovación de los espacios museológicos.
En la década de los noventa el museo cerró sus puertas para llevar a cabo una necesaria restauración que hacía peligrar tanto la colección como el mismo edificio. La reforma fue dirigida por el arquitecto Ginés Sánchez Hevia, abriendo nuevamente las puertas al público en 1998.