“¡Es la música del futuro!”, aseguraban por los años noventa, cuando finiquitábamos un tumultuoso siglo XX y esperábamos un XXI más relajado. Y mientras, el neoyorquino Nasir bin Olu Dara Jones (1973), el rapero Nas, fraseando por estos mundos desde 1991, incubaba frases como esta: “El sonido de los años noventa, para mí, es una combinación del alma y de la calle; es un sentimiento”.
El rap, que según la leyenda había nacido gracias al también neoyorquino (de cuna jamaicana) Clive Campbell, o sea, DJ Kool Herc (1955), nacía en los años setenta en la otra orilla atlántica y caló pronto en medio mundo. “El rap es simplemente poesía hablada con ritmo”, decían, y por la Comunitat Valenciana, tras aterrizar por España a finales de los ochenta, entonaron pronto el invento.
Orígenes neoyorquinos
Cuentan que a Kool Herc le llamó la atención que cuando montaba una fiesta como dj (por ‘disc-jockey’, literalmente jinete del disco, el antiguo pinchadiscos, pero en plan más creativo), basada en discos de soul y funk de James Brown (1933-2006), en la parte rítmica, sin letra, los ‘breaks’ (rotura o descanso), los bailarines se animaban y con ellos el público. Y si retornaba manualmente la aguja al comienzo, esto le daba más alegría al asunto.
Bueno, pues ya tenemos al dj, el ritmo, el Maestro de Ceremonias (MC o, en origen, Move the Crowd, mueve a la multitud), la danza ‘break’ o ‘break-dance’. Nos faltaban los ‘graffiti’ o grafiti (se habría podido traducir directamente por grafito, el significado de esta palabra italiana). Y se nos ausentaba todavía, pero Kool Herc y otros estaban en ello: el propio rap.
«El rap es simplemente poesía hablada con ritmo»
Desde la calle
Según la mayoría, la cosa viene de ‘rythm and poetry’ (ritmo y poesía) o ‘recite a poem’ (recita un poema), o según sus detractores de ‘cháchara’ (palabrerío sin fin). En realidad, todo esto es una parte de la verdad, pero no toda. Herc recogía, al tiempo que iba generándose, una cultura muy particular que se había gestado en el Bronx neoyorquino.
Este distrito urbano y condado (por aquí, sería equivalente a pedanía) neoyorquino había sido fundado por holandeses en 1639 y fue acogiendo a sucesivas oleadas migratorias. Convertido poco menos que en un gueto, eso sí, multiétnico, fue la comunidad afroamericana la que gestó estos fraseos sincopados, con acompañamiento musical, eminentemente reivindicativos, aunque, debido a su éxito, iban a ser convertidos en mercancía discográfica.
Llegó aquí en 1984 en una emisión del ‘Un, dos, tres’
La familia crece
Incluso en este estado, el comercialoide no perdió el rap; sin embargo, su carga crítica, a pesar de que la denuncia dio paso en muchos casos a reivindicar no una mejora, sino enriquecimiento rápido. Pero la creatividad es la creatividad: ambos ramajes, el uno más, digamos, ‘puro’; y el otro de temática impostada, daban cada vez más triunfos artísticos al género.
De esa manera comenzaba su panspermia la cultura ‘hip-hop’, llamada así, afirman, por una broma de uno de los pioneros del rap, Robert Keith Wiggins (Keef Cowboy, 1960-1989, del grupo Grandmaster Flash and the Furious Five, 1978-1983 y 1987-1988), a un amigo que se había alistado en el Ejército (como un paso militar: hip, hop, hip, hop). Y entonces llegó a España, en una emisión de 1984 del concurso ‘Un, dos, tres’.
Es crítica social, reivindicación ácida, sarcástica, con ribetes políticos
Desde aquí
El grupo, Break Machine, aún en activo, había sido fundado un año antes por el mismo equipo de la banda Village People (de 1977). Impactaron su música y el movimiento escénico, y pronto cruzó también el charco su sentido reivindicativo original. Pioneros nacionales como Franklin Tshimini Nsombolay (Frank T, 1973), de origen zaireño, o los madrileños Sindicato del Crimen (1987, mezclan rap y metal) rompían el rítmico hielo en el ámbito nacional.
Y en la Comunitat Valenciana comenzaron a anotarse nombres como la banda valenciana Los Chikos del Maíz (2005-2016 y desde 2019), o el alicantino de origen albaceteño, Ignacio José Fornés Olmo (Nach y antes Nach Scratch, 1974), que comenzaba su carrera en 1994. Si hubiera una especificidad del rap desde la Comunitat Valenciana (que no ha de haberla necesariamente), ambos podrían servir de modelo: crítica social, reivindicación ácida, sarcástica, con ribetes políticos.
Pioneros y seguidores
Si sirve de guía, Nach estudió Sociología en la Universidad de Alicante, mientras que Ricardo Romero Laullón (Nega, 1978), de Los Chikos del Maíz, lo hizo en Comunicación Audiovisual en la Universidad de València, desde donde comenzó una carrera reivindicativa de tintes anticapitalistas. Desde entonces, y con la aparición del trap, de cadencias más lentas, el rap autóctono no ha abandonado ese trasfondo, más alternativo en unos casos, más ‘integrado’ en otros.
Los nombres son, si no infinitos, abundantes: Arma Blanca, Arkano, Charly Efe, Cres, Erick Hervé, Hakuna Tanaka, Historiadores Versátiles, Jaloner, Luisaker, Nadal015, N Bajozero, Pupil·les, Santiuve, Yeke Boy (también productor), Zasko Master… Más dado a los nombres estrella en la provincia alicantina, más difuso y dedicado a mixturizar diversas influencias en la valenciana, nutridos y cualitativamente ricos ambos para público y crítica, patentizan que un buen ritmo puede cruzar muchos mares y océanos.