Entrevista > Joan Montagud / Jefe de utilería del Palau de les Arts (València, 6-enero-1972)
Acudir a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de nuestra ciudad siempre es un regalo para la vista, al que se agregan el resto de los sentidos si tenemos la fortuna de asistir a uno de los espectáculos que se celebran -de septiembre a junio- en el majestuoso Palau de les Arts.
Pensamos que dentro todo debe funcionar como un reloj suizo, gracias al trabajo de enormes profesionales, en este caso dirigidos desde 2006 por Joan Montagud. “Dispongo de un equipo de expertos capaces de pintar, modelar y construir diferentes elementos”, expresa con orgullo.
Montagud es una persona de grandes conocimientos escenográficos, muchos de ellos aprendidos en Italia, “porque los maestros de la perspectiva y magia de la escena están allí”. Recordemos, en ese sentido, que el Palau de les Arts cuenta con cuatro salas que tienen actividad todo el año, “con el enorme trabajo que eso supone”.
¿Cuál es tu primer acercamiento al teatro?
Tras licenciarme en Bellas Artes en València, mi primer trabajo fue en un taller de pinturas escenográficas. Me inicié en el teatro, por lo tanto, como pintor de decorados, formándome y aprendiendo muchísimo.
Sin embargo, al saber que no podía crecer más en dicha empresa, lo dejé y me fui a vivir una experiencia en Italia -a Roma y Verona, principalmente-, teniendo la oportunidad de trabajar mano a mano con Raffaelle del Savio, maestro de la pintura escenográfica italiana. Esa visión era la que realmente quería conocer.
«Fui a Italia para aprender de ellos, los maestros de la perspectiva y magia de la escena»
¿Cómo te introduces en el Palau de les Arts?
Finalizada mi etapa transalpina, estuve algunos años como freelance, haciendo alguna producción como asistente de escena, realicé un máster de esta especialización en Madrid y fundé en Xàbia, junto a mi pareja, Reyes Martínez, la galería SET.
Poco antes de la inauguración del Palau de les Arts me presenté a una entrevista y me contrataron para el departamento de atrezzo o utilería, como máximo responsable, en parte por mi perfil y dominio del italiano, que es la lengua principal en la escena operística.
Explícanos cuáles son tus funciones principales.
Dirijo la gestión del departamento, que aporta todos los elementos que empleamos en los espectáculos. Me refiero a los que están dentro de un escenario y utilizan los cantantes: mobiliario, decoración y utilería personal, por ejemplo, un bastón.
«Nuestra labor, que es determinante, es muy bonita para todo aquel amante del teatro»
Debes empatizar mucho con los artistas.
Sobre todo con el director de escena de ese determinado espectáculo, que es con el que nosotros trabajamos directamente. Él marca unas pautas y unas necesidades para cada show y mi equipo debe completar todo lo que nos sugiere.
Nuestro propio director de escena fija entonces un ambiente, que es un momento histórico y un estilo -como puede ser el siglo XVI- para que lo construyamos, en los talleres propios. Las localizaciones también las podemos comprar o alquilar.
¿Se trata de una labor muy estresante?
Sin duda. A mi llegada, el principal reto era la gestión del equipo, el que haya una cohesión o un espíritu de trabajo, porque el colaborar es fundamental para que funcione. Somos pocos, diez, pero bien avenidos.
Además, el equipo es el mismo que sirve función cada día, con el público sentado en la butaca, porque la representación se debe llevar a cabo y siempre somos esos diez los que estamos en los talleres, el almacén -guardando todos los elementos- y los que hacemos que cada día se levante el telón. Es un trabajo muy bonito para todo aquel que ame el teatro.
«Luchamos para que todo salga perfecto: siempre andamos escondidos y vestidos de negro»
¿Es un trabajo también a la sombra?
Sí, para que todo salga perfecto, porque sin nosotros no sería posible la función. Estamos como escondidos y siempre vestidos de negro, para que no se nos vea. En total, en el equipo técnico del teatro trabajamos unas cien personas, número para nada excesivo si se compara con otros como el Teatro Real, que cuenta con muchísimo más personal.
¿Muchos de los espectadores son foráneos?
No. El público abonado, el que es aficionado, es local, nacional y extranjero, pero el que llena el teatro al completo suele ser de València, donde se ha ido forjando cierta tradición. No fue fácil al principio, porque hay que acercar la ópera a la gente, educarla, llamarle su atención.
Ofrecemos una programación muy diversa, ambiciosa, atractiva y muy abierta, que no se centra únicamente en la ópera sino también en otro tipo de música. Uno de nuestros objetivos es que el público valenciano sienta el teatro como algo propio, que pueda valorar y disfrutar de un espectáculo al nivel de otras ciudades como Barcelona, Madrid, París o Londres.