Entrevista > Carlos Gómez / Productor musical, cantante y compositor (Draguinhan, Francia, 1-agosto-1969)
Después de realizar múltiples charlas con cantantes y músicos, llega el momento de mirar quién hay detrás de ellos. Nada mejor entonces que contactar con Carlos Gómez, un apasionado de la música desde la infancia, que ha estado tocando en orquestas la mitad de su vida, “más de veinticinco años”.
Ahora se dedica plenamente a la producción musical y deseamos que nos cuente cuáles son sus funciones y cómo es su día a día, “que en muchas ocasiones no es trabajo, porque cuando algo te apasiona…”.
Durante su etapa adolescente, de la mano de su hermano mayor Enrique, disfrutaron al máximo de la música disco, la que crearon los Bee Gees, Earth, Wind & Fire, ABBA, Donna Summer o Gloria Gaynor, y luego especialmente de la música rock.
¿Siempre quisiste ser músico?
La música la llevo en la sangre desde pequeño y siempre he sabido que era lo mío, lo que quería hacer. Mis primeros recuerdos, todavía en Francia, son de Carlos Santana, el guitarrista mexicano, que me emocionó muchísimo.
No obstante, en mi casa no había gran tradición musical. Mis padres sobre todo compraban discos franceses, sin ser muy melómanos, aunque tanto Enrique como yo teníamos una sensibilidad especial por este arte.
«Mis padres no eran muy melómanos, pero mi hermano y yo teníamos una gran sensibilidad musical»
¿Tu primer contacto con la música es gracias a Enrique?
Sin duda, al ser tres años mayor que yo lo hacía todo primero, conmigo pegado: escuchaba los mismos discos que él y ciertamente la música nos encantaba. Siendo ya adolescentes, en Cullera -localidad muy turística- teníamos mucha conexión con gente extranjera, y escuchábamos discos de rock (‘AC DC’, ‘Kiss’…), algunos de ellos no se podían adquirir en España.
Nos los traían grabados en casetes, de verano en verano. ¡Esperábamos un año para recibir ese regalo, el mejor que podías recibir!
¿Te marcó alguna película en especial?
Sí, ‘Grease’ (1978) fue una auténtica locura a nivel musical. Mi hermano y yo quemamos (literal) el tocadiscos con sus dos singles. Su mito residía en la banda sonora, porque nos encantaban también los Bee Gees, con ‘Stayin’ Alive’, y toda la música disco, tan de moda esos años.
Ya habíamos escuchado mucha música de ese estilo antes de comenzar con el rock, también el funk de los setenta, con mucho ritmo. Igualmente, Queen, por supuesto.
¿Cuándo montaste tu primera banda?
Antes incluso, con catorce-quince años, cuando escuchábamos las primeras canciones de rock, que tiene ese punto de rebeldía que conecta con tu parte adolescente. Convencí a unos amigos y creamos el grupo ‘Nova’, con los que hicimos algunos conciertos. Tocaba la guitarra y siempre que podía, cantaba.
«‘Grease’ fue una auténtica locura: quemamos literalmente el tocadiscos de tanto escuchar sus dos singles»
¿Había en esos años más respeto por la música?
Ahora se ha difuminado un poco, porque es tan fácil. Antaño debíamos ahorrar un tiempo para comprarnos un disco, mientras ahora los tienes en las plataformas. Parece que no se valora tanto: la música es ahora mucho más efímera, sale una canción y hay después tantas en tan poco tiempo, con acceso a todo…
Sigamos con tu camino, ¿también componías?
Así es, de un modo autodidacta, porque obviamente tampoco había videos de YouTube. Además, al estar en Cullera me sentía un poco alejado, al no haber mucha tradición de música moderna (es excepcional la que hay de bandas).
Mi abuelo, por ejemplo, me recomendaba que fuera a la banda, pero yo lo que realmente quería era tocar la guitarra. Aprendí a base de escuchar otros grupos, sacando poco a poco las canciones, mediante imitación.
¿Fue complicado introducirte a nivel profesional?
Muchísimo, también porque en mi casa no pude tener el apoyo suficiente, pues era un chico en una familia humilde y no veían futuro (a eso de la música). No obstante, tenía claro que mi destino estaba en la música.
Seguí tocando con grupos, con los que no paraba de aprender, sobre todo a ser tú mismo como músico, a tener personalidad, un valor muy importante. Fui poco a poco conociendo a gente de otros lugares, me introduje en nuevas bandas y continué mi formación, asimismo cambiado de estilos.
El rock me gustaba, pero me empezaba a interesar por otros estilos de música, británica principalmente. A mediados y finales de los ochenta ya sonaban en las discotecas U2, Simple Minds, The Cure, The Cult y mucha música pospunk.
«Ya no se valora tanto la música, es más efímera y otras cosas acaparan el interés de las nuevas generaciones»
¿En qué momento supiste que podías dedicarte a ello?
Durante esos años, precisamente. Me sentía muy presionado por mis padres para que trabajase en otra cosa, y de repente apareció la opción de tocar para una orquesta pequeña en una Nochevieja. Me ofrecieron mucho dinero y vi que era una manera ‘sencilla’ de poder trabajar en la música.
Fue mi inicio en el mundo de las orquestas, en 1993, que se alargó durante un cuarto de siglo, hasta 2018. ¡Llegué a hacer más de noventa galas al año! Me sentía sumamente afortunado, porque ser músico en España es una profesión muy dura y difícil.
Llegaste a hacer de todo.
Efectivamente. Ejercía de guitarrista, cantante y de director musical. Para preparar una canción debes desglosarla por completo y entender qué hay dentro. Con el paso de los años te das cuenta de que ese tiempo nunca fue perdido, sino que formó parte del aprendizaje. Las orquestas fueron mi auténtica escuela.
¿Por qué lo dejaste?
Era complicado compaginarlo todo, porque había comenzado ya como productor musical y mediante la tecnología podía por mí mismo componer y arreglar canciones, desde mi casa. La orquesta finalmente la dejé al cumplir los cincuenta, pese a que hubiera preferido hacerlo quince años antes.
Previamente, sobre el año 2000, pasé muchas horas con el músico y amigo Paco Garnelo, montando un proyecto juntos: éramos unos ‘locos’ de la música e hicimos una maqueta -con nuestro grupo, ‘Solo dos’-, que enviamos a muchísimas compañías discográficas.
«Me surgió la opción de tocar en una orquesta y estuve haciéndolo más de veinticinco años, hasta 2018»
¿Os contestaron?
Al cabo de un tiempo se puso en contacto con nosotros el productor de ‘Ella baila sola’, Gonzalo Benavides; le presentamos una nueva maqueta, que envió a una compañía, pero finalmente no cuajó. Tampoco me importó, pues seguía tocando en orquestas y hacía nuevos proyectos, también desde casa.
¿Cuándo te haces productor?
Productor lo he sido siempre, aunque antes a un nivel mucho menor. Nunca he dejado de trabajar en música y estaba en orquestas, porque me proporcionaba ingresos y sobre todo tiempo para poder hacer mis otras cosas.
En 2013 había conocido, por medio del guitarrista David Lozano, a Alejandro Parreño -de Operación Triunfo 1-, con el que pronto tuve una fuerte conexión. Actualmente toco en su banda, además de con Junior Mackenzie, y he hecho incluso los arreglos de su último trabajo, ‘Infinito’.
¿Alejandro fue el que te presentó a Manuel Tomás?
Realmente fue Lozano, para incluirme en el proyecto del propio Alejandro. Manuel, qué duda cabe, es la persona clave en mi desarrollo como productor: cuenta con una trayectoria enorme, grabando, mezclando y produciendo a un sinfín de artistas. Tiene en su currículo tres Premios Grammy Latinos por mezclar a Niña Pastori.
Estuvo un tiempo en Estados Unidos, como asistente de Andrew Scheps, quien ha mezclado a tops mundiales como Adele o Red Hot Chili Peppers. Regresó a València y hoy en día es uno de los mejores productores de España.
«Actualmente toco en la banda Junior Mackenzie y con Alejandro Parreño, al que realicé arreglos en ‘Infinito’»
¿Cuánto tiempo trabajaste para él?
Cuando conocí a Manuel, en su estudio, pronto encajamos: le gustaba cómo trabajaba y de inmediato nos pusimos con los temas de Alejandro. Nos hicimos amigos; a él le gustaba decirme que era muy bueno -cuando el realmente excelente es él…- y estuvimos un total de cinco años.
En 2018 le había pedido si sabía de alguna escuela para aprender y me remarcó que lo mejor era estar a su lado: aprendí muchísimo, en todos los ámbitos, y se puede decir que gran parte de lo que sé es gracias a Manuel Tomás, sin duda. No me lo podía creer: ¡la vida me sonreía al final, casi a los cincuenta años!
¿Cuáles fueron vuestras producciones más relevantes?
La de, por ejemplo, ‘Santero y los muchachos’. Hicimos el disco ‘Rioflorido’, que fue una pasada, también por donde se grabó, en un palacete del siglo XVIII ubicado en la plaza Tetuán de València. Aparezco en el video de cómo se hizo, el llamado ‘Making of Rioflorido’.
Otros han sido, por supuesto, Revólver o Los Zigarros, uno de los grupos de rock más potentes. Había empezado asimismo a hacer mis propias producciones.
¿Ahora trabajas en solitario?
Sí, desde hace unos tres años. Se puede decir, recalco, que he estado en la música toda mi vida, aunque es una labor que no me cuesta trabajo, porque me divierte y me apasiona.
Mi día a día sí es estresante, muchas veces por la búsqueda de la perfección. También tengo mucho trabajo, con plazos de entrega… De igual modo, hay meses sin apenas nada y otros en los que voy desbordado, esto es así.
«Estuve unos años junto a Manuel Tomás, enorme productor e ingeniero de sonido, del que aprendí mucho»
¿Cómo ha variado la música en estos cincuenta años?
Pienso que el mundo evoluciona y las cosas cambian. Debemos adaptarnos a los nuevos tiempos. Sí añoro un poco que se ha perdido el valor; parece que la música sea un objeto de usar y tirar.
En un disco pienso en todo el trabajo que hay detrás: desde la composición, arreglos, producción, grabación, mezcla, masterización, promoción, conciertos…
Los jóvenes no lo aprecian igual.
Porque la música ha pasado a ser otra cosa. Antes podía iniciar una revolución social y ahora es un objeto más de entretenimiento. En mi opinión, y aunque siempre ha habido de todo, las canciones eran algo más, pese a que no soy de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor. Se sigue haciendo música muy buena, se continuará haciendo, está muy viva y hay artistas nuevos superinteresantes.
¿Las plataformas lo han transformado todo?
La industria musical ha cambiado y las ganancias para los músicos son irrisorias. Cada vez es más una proeza emprender un proyecto musical como artista o como grupo en nuestro país, porque te lo tienes que autogestionar tú mismo.
Sé de primera mano todo el esfuerzo económico que supone, ahora que he producido el primer disco en solitario de Héctor Robledillo, más conocido como Roble, ‘Siddhartha’.