Entrevista > Antonio Martínez Cascales / Entrenador de tenis (Villena, 13-febrero-1958)
Antonio Martínez Cascales saltó a la palestra mediática tras la eclosión de un joven Juan Carlos Ferrero, pero sus enormes conocimientos tenísticos proceden de mucho antes. Quiso ser jugador, porque no se le daba mal, pero la inexistencia de una escuela en su Villena natal lo impidió. “Me gustaba mucho y creo que hubiera podido llegar a ser profesional”, rememora.
Fundó entonces una ‘escuelita’ en su pueblo y fue ganando un merecido prestigio, por su forma de entrenar y la empatía que mostraba con los chicos. Los éxitos con Ferrero no tardaron en llegar, focalizados en un Roland Garros (2003), tres Copas Davis -especialmente recordada la primera, en 2000- y ocho semanas como número uno mundial.
Ambos son los máximos responsables de la Ferrero Tennis Academy desde la retirada del tenista de Ontinyent, compuesta por numerosas pistas de tenis y pádel y que da cabida a unas 75 jóvenes promesas. “Es un lugar perfecto para que los jugadores puedan desarrollarse y aprender con libertad, en un entorno que les permite trabajar concentrados”, expresa, orgulloso.
Valores y redes sociales
Desde 2018 uno de los componentes de la academia es Carlos Alcaraz, y Toni, por supuesto, ha sido determinante en los valores que muestra el murciano dentro y fuera de la cancha. Nos contará lo detallista y agradecido que es, además de la educación que traía de su casa de El Palmar y que ha sabido mantener.
Asimismo, como estudioso del tenis y de la vida en general, considera que los móviles y las redes sociales han influido negativamente en muchísimos tenistas, “que no han trabajado como debía”. Eso mismo hizo que jugadores como Roger Federer, Rafael Nadal o Novak Djokovic se mantuvieran tanto tiempo en lo más alto, “porque no había jóvenes que les apretaran de verdad”.
Toni, ¿el tenis te lo ha dado todo?
A nivel laboral y de felicidad me ha brindado muchísimo, al igual como te dan la familia y amigos. Sin duda, hacer algo que te gusta es fundamental, más si tienes suerte y te sonríe el éxito.
¿Querías ser jugador?
Mis inicios se remontan a mediados de los sesenta, cuando mis tíos y mi padre construyeron una pista de tenis muy casera. En España vivíamos el ‘boom’ de Manolo Santana y empecé a jugar con unas raquetas pesadísimas, de madera.
En Villena hicieron poco después dos clubes de tenis, donde era el único joven, con unos quince años, y destacaba por eso y mi técnica sobre los demás. Fui un buen jugador comarcal, porque progresar desde mi localidad era imposible, pues no había escuela ni nada parecido.
¿Precisamente Santana era tu ídolo?
Llegué un poco tarde a Manolo, porque cuando empecé a ver partidos ya estaba retirado. Me fijé mucho en la siguiente generación, liderada por Manuel Orantes, con Ilie Nastase como otro de los jugadores más relevantes.
«Fui un buen jugador comarcal, pero progresar en mi pueblo, sin escuelas de tenis, era casi imposible»
Sí tienes una anécdota con él, siendo tú joven.
Exacto, jugué una final en Alicante, la gané y el propio Santana -que había hecho una exhibición previamente- me entregó el trofeo. Él ejercía de director de una escuela de la Federación Española y le pregunté, tímidamente, cómo podía hacer el curso de tenis.
Me facilitó el número de teléfono de una persona de València que era el delegado de zona y a raíz de eso hice el curso de profesor.
¿Pensaste entonces en crear una escuela?
Más bien una ‘escuelita’ (ríe). Muchos de los padres me insistían que diera clases a sus hijos y así empecé a impartirlas. Era 1978 y estaba estudiando, al mismo tiempo, la carrera de Derecho, en Alicante, que no terminé, básicamente porque estaba ya obsesionado con el tenis.
¿Qué te distinguía respecto a otros entrenadores?
Mi formación como técnico fue muy exhaustiva, asistiendo a infinidad de cursos (varios incluso en Estados Unidos) y conferencias. Quizás también mi empatía con los jóvenes y mi sentido común a la hora de organizar los entrenamientos.
Además, me daba igual el día que fuera, estaba absolutamente volcado en el tenis y la formación. ¡Mis primeros tres días seguidos de vacaciones fueron cuando tenía cuarenta y tres años!
«En 1978 creé una ‘escuelita’, mientras estudiaba Derecho que dejé al estar obsesionado con el tenis»
Se cruza en tu camino un tal Juan Carlos Ferrero.
Sí, cuando tenía la escuela doce años. Venían chicos de toda la comarca, empezábamos a tener cierto éxito y la Federación le recomendó al padre de Juan Carlos que se incorporara, porque era el mejor centro de la zona y estaba relativamente cerca de Ontinyent.
Recuerdo que llegó una noche, en septiembre de 1990; le probé, me di cuenta de que jugaba muy bien y, a partir de ahí hasta que se retiró. Ahora seguimos juntos, como se sabe.
¿Cómo era de jovencito?
Contaba con muchísimo talento y, aunque había mucho que mejorar -tenía únicamente diez años- se le veía muy competitivo. Era un niño muy dócil, alegre, fácil, en definitiva. Se integró rápido al grupo, muy bueno, que tenía, y a los doce años ya se proclamó campeón de España de su categoría, después del Mundo a los trece y catorce… Es una época que recuerdo con muchísimo cariño.
¿Podría haber ganado más Grand Slam?
Se impuso en Roland Garros, en 2003, jugó otra -el año anterior, ante Albert Costa-, llegó cuatro veces a semifinales, hizo también semis en Australia, final en el US Open, y perdió ante Andy Roddick, levantó tres Copa Davis, cuatro Masters 1000… Siempre piensas que podría haber ganado más, pero como muchos otros jugadores -también buenos- no ganan nada. En el tenis solo gana uno cada semana.
Tenía muy buen físico, a excepción de los pies, donde sufrió mucho, y mostraba mucha tolerancia al dolor -muy parecido a Carlos Moyá-, disputando partidos demasiadas veces ‘tocado’. Un jugador debe saber cuándo parar, en el momento adecuado, porque si no la lesión se agrava; esta situación le sucedió muchas veces. Jamás pidió un fisio en un partido, algo extraordinario.
«Juan Carlos Ferrero llegó al centro en 1990, le probé, vi el talento que tenía y ya no nos hemos separado»
Algunos dicen que el tenis actual, tan físico, es aburrido.
Discrepo totalmente. Si ves a Alcaraz y te parece aburrido, tienes un problema de percepción. Eso en el tenis no es de ahora, sino de mediados de los noventa, cuando se convierte en un deporte muy físico. La mayor diferencia respecto a la época de Ferrero es la prevención de lesiones o cuidados a nivel de dieta, que se ha optimizado.
Tenistas habilidosos y de juego variado los ha habido siempre, aunque hay que marcar un punto de inflexión con el cambio de raqueta. Con la de madera sí había más variedad de juego, porque todo iba más lento.
Al jugar a más velocidad, todos se debieron adaptar y se crearon auténticos atletas, pero al ser la velocidad de pelota mucho más rápida daba menos tiempo a desarrollar un tenis variado. Sin embargo, se siguen haciendo muchísimas dejadas, no únicamente Carlos, revés cortado -que regresó especialmente con Federer-, y se continúa jugando bonito, está claro.
¿Somos afortunados de ser coetáneos de los tres grandes?
Para mí es un mito, porque tres grandes ha habido en todas las épocas. La diferencia es que estos tres (Federer, Nadal y Djokovic) han durado dos décadas, pero porque no había nadie detrás que les apretara. Boris Becker lo dijo, y pienso lo mismo, que el culpable de todo era Internet.
¿A qué te refieres?
Hemos pasado una época, del 2005 al 2018, en la que los jugadores jóvenes -siendo buenos y dedicándose mucho al tenis- han tenido el problema de los teléfonos móviles, Internet y las redes sociales. Por ejemplo, cuando Juan Carlos tenía quince años y estaba en la academia, su conexión con el mundo exterior era a través de un teléfono verde de monedas. Desde los 2000, esos niños de trece y catorce años están constantemente recibiendo información, ¡a todas horas!
Centrarse en el tenis es mucho más complicado. He cenado con jugadores top que tenían tres móviles en la mesa, algo inaceptable. Hoy en día, el teléfono sigue siendo un problema, pero es el más común de todos.
«De joven Juan Carlos era un chico muy dócil, fácil, trabajador… Recuerdo con mucho cariño esa etapa»
Tienes razón.
Regresando a si hemos tenido suerte de conocer a estos tres grandes, repito que en otras épocas también los ha habido, pero antaño llegaban pronto jóvenes de diecinueve o veinte años que les complicaban la vida, y les medio retiraban.
Federer, Nadal y Djokovic han aguantado. David Ferrer, con treinta y seis me decía: “Toni, si no me ganan los jóvenes, ¿por qué me voy a retirar?”. Otro ejemplo clarísimo, ¿por qué no derrotaba a ‘Ferru’ Grigor Dimitrov, jugador de gran talento?
¿Por qué no podía?
Al búlgaro, con un revés a una mano brutal y capacidad de hacerlo todo bien, le faltaba trabajo. Le vi con diecisiete años en un entrenamiento precisamente con Ferrer, en Roland Garros, y me quedé fascinado. Siete meses después fue capaz de ganarle un set a Nadal, con apenas dieciocho años.
Tiempo después a Dimitrov todos le daban como futurible número uno. Me lo encontré en un hotel en Barcelona, durante el Godó, en el ascensor, y no le reconocí, por las pintas de estrella de rock que llevaba. Es decir, estuvo unos años que no se dedicó al tenis como debía hacerlo, igual que otros muchos, y aun así es de mis jugadores preferidos.
Volvamos a la academia. ¿Cómo evolucionó tras la retirada de Ferrero?
Después de estar muchos años en ese club, pequeño, pensé que debía tener algo propio, mío. Coincidiendo que disponía de una excelente generación de jugadores -sobre todo chicas-, compré una casa en el campo, hice dos pistas de tierra y ese fue el germen de la actual academia.
A día de hoy contamos con profesionales extraordinarios, que llevan muchos años conmigo y confío cien por cien. Los propietarios ahora somos fundamentalmente Juan Carlos y yo, con las mismas participaciones.
«Tenistas habilidosos y de juego variado ha habido siempre; hay que distinguir desde el cambio de raqueta»
¿Albergáis nuevos números uno?
Eso es difícil de decir, pero tenemos por ejemplo a Darwin Blanch, que con dieciséis años apunta muy alto. Es de nacionalidad estadounidense, aunque toda la familia paterna es de Huesca. En los idiomas es también una máquina: habla castellano, inglés, chino, pues su madre es de origen asiático, y algo más.
Somos la única academia del mundo con dos números uno en lo que va de siglo, algo que es muy, muy complicado.
Hablemos de Alcaraz, ¿tiene potencial para ser el mejor de la historia?
Potencial tiene, pero eso de mejor de la historia es muy relativo. ¿Lo es Djokovic? Por número de títulos sí, pero si Rod Laver hubiera podido jugar de 1963 a 1968 en amateur -se lo impidieron por ser ya profesional- ¿qué hubiera pasado?
El australiano ganó los cuatro Grand Slam en 1962 y lo repitió en 1969. Santana, sin desmerecer, ganó cuatro Grand Slam, pero era amateur, mientras Andrés Gimeno ya era profesional. A los profesionales no se les dejaba jugar lo que hoy conocemos como grandes torneos; son épocas y tiempos totalmente dispares.
Federer quizás podía haber ganado más…
No creo, porque en París no era superior, al contrario que Nadal, que avasallaba en tierra -catorce Roland Garros- pero le ‘costaba’ más en otras superficies, siendo un jugador muy completo (ganó en todas). Últimamente estoy viendo partidos antiguos de Laver y era una barbaridad cómo jugaba. Si hubiera podido disputar los Grand Slam esos años que no le dejaron, quizás hubiera ganado muchos más de Djokovic.
¿Podrá Alcaraz superar los veinticuatro de Novak? Lo veo prácticamente imposible. ¿De qué dependerá? En cinco o seis años podría contestar mejor, porque veremos si Carlos sigue con esa ambición.
«Los tres grandes (Federer, Nadal y Djokovic) han estado tantos años porque nadie les apretaba por detrás»
¿En qué debe mejorar Carlitos?
Dentro de los partidos en ocasiones desconecta. Ahora lo hace menos que hace un año o dos, por supuesto. En eso tiene que mejorar, aunque eso no va a ser lo que marque si dentro de cinco o seis temporadas podamos decir si va a tener más títulos o no.
Lo que va a influir son sus ganas, su ambición. Esa es la cuestión, si Carlos va a querer más y más; si sigue así, se podrá acercar a unas cifras muy altas de torneos ganados. Una vez un periodista le preguntó a Moyá qué diferenciaba su carrera de la de Nadal, entonces con diez Grand Slam. ‘Charly’ le contestó que la ambición: “yo tenía mucha, porque llegué a ser número uno, pero Rafa mucha más”.
¿Qué otros jugadores crees que no alcanzaron su máximo potencial?
Otro jugador con un potencial enorme era Marat Safin, que se retiró muy joven. Tenía demasiadas cosas ajenas al tenis en la cabeza… Una lástima, porque es muy buen chico, le conozco desde hace mucho. Es ruso, con ese componente que les hace diferentes.
¿Cuál es tu ascendencia sobre el murciano?
He intentado apoyarle en todo lo que he podido desde que se incorporara a la academia, con quince años. Ahora ya es casi un hombre, lo que no significa que se deba seguir formando. Recuerdo perfectamente su cumpleaños número dieciséis, diecisiete…, los más de dos meses que estuvimos juntos, aquí, en el confinamiento.
También he procurado que creciera correctamente, conectándole mejor con Juan Carlos para que la confianza fuera máxima. Me he ido a jugar al golf cuando ha sido necesario, o a cenar, tratando que la educación que traía de su casa no la perdiera.
«Durante varios años los jugadores jóvenes han tenido el problema de los teléfonos móviles y las redes sociales»
Lo habéis conseguido.
Pienso que sí. Es un chaval agradecido, superagradecido. Muchos no se dieron cuenta de lo que pasó en el palco de Wimbledon, este mismo año: se subió, abrazó a todos, excepto a mí, que estaba en una esquina, detrás de Juan Carlos, pero se dio cuenta y regresó, para decirme “¡no te había visto!”, mientras nos fundíamos en un abrazo.
No conmigo, sino a todos los que conoce, es un chico al que le encanta agradar y satisfacer, es sumamente detallista. Esto viene de familia, lógicamente, pero en la academia lo hemos comentado, porque no es lo mismo estar en este entorno, tranquilo, relativamente cerca de su casa -algo más de cien kilómetros- que le ha generado mucha paz. En Murcia, sin faltar, porque allí es un ídolo, le paran constantemente, quieren hacerse fotos con él y como él quiere agradar a todos…
¿El ambiente familiar también cuenta?
Por supuesto. Hay un muy buen ambiente en el seno de su familia, respecto al tenis y en el comportamiento de todos. Eso ha proseguido en la academia y vuelvo a remarcar, ha ayudado el entorno en el que estamos, sumamente tranquilo, en el que no es fácil que vengan a verle entrenar, no acceden periodistas a menos que lo soliciten, hay una buena organización…
Sobre todo, no me refiero ahora, que le saluda Bill Gates o Barack Obama, sino cuando un chico tiene dieciséis o diecisiete años, que a muchos se les va la cabeza con los primeros éxitos. A Carlos no se le ha ido, y en eso hemos colaborado todos.
«Es verdad que Alcaraz desconecta a veces en los partidos, pero lo hace mucho menos que hace un año o dos»
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
En teoría me tendría que jubilar ahora, pero me gusta tanto (ríe). Estamos en un proceso de ampliación de la academia, que en Villena los permisos cuestan mucho de tramitar.
El siguiente reto es no perder la esencia que tenemos, en este entorno familiar, en el que yo vivo aquí, al igual que Juan Carlos, el gerente y muchos entrenadores. Eso permite que podamos tener un mayor acercamiento y control con los chicos.