Allí estaba, bien presentero. Aquel gallo con aspecto gritón, en rojo (quizá bermellón, derivado del cinabrio, o arcilloso ocre; lo que tuvieran a mano en la imprenta murciana de la Editorial La Verdad) sobre blanco, cacareaba, o chillaba, bajo los epígrafes ‘El gallo crisis’, el título de la revista, y ‘Libertad y tiranía’. Era el número uno, de 36 páginas, ‘corpus de 1934’: surgía en la primavera de aquel año, con redacción en Orihuela.
Fue una creación cultural, de sustratos literario y católico, dirigida por un nombre hoy mítico en estos vericuetos, el abogado, ensayista, escritor y periodista oriolano Ramón Sijé (1913-1935), quien imaginó y puso en marcha esta publicación, algo efímera pero importante, que se finiquitaba un año después. Veremos que este Sijé pasó a la historia también por otras cosas. Y que hubo otro Sijé a tener en cuenta, su hermano Gabriel (1915-1946).
El famoso poema
Realmente, hoy los libros de texto escolares, los que aún se ocupan de ello, recuerdan a Ramón Sijé como protagonista, ‘post mortem’, de la ‘Elegía a Ramón Sijé’, considerada uno de los mejores poemas del también oriolano Miguel Hernández (1910-1942), escrito pocos días después de la muerte de Ramón (el 24 de diciembre de 1935) y publicado finalmente en el libro ‘El rayo que no cesa’ (1936).
El caso es que Ramón Sijé y Miguel Hernández fueron grandes amigos, pese a militar en bandos ideológicos distintos. Como también lo fue Gabriel, para quien no hubo elegía. Bien es cierto que, con mucho dolor, este sufrió la muerte de su hermano natural, Ramón, y del ‘hermano espiritual’ de ambos, Miguel. No obstante, su contribución a la literatura fue la suficiente como para, en su honor, crear en 1972 el concurso de novela corta con su nombre.
Como uno de los mejores poemas de Hernández está considerada la ‘Elegía’
La ciudad sacra
Estamos a comienzos del siglo XX, en una Orihuela sacra y provinciana, con pinceladas urbanitas, aquella Oleza descrita literariamente por el alicantino Gabriel Miró (1879-1930), quien estudió como alumno interno en el Colegio de Santo Domingo (la antigua universidad oriolana, 1552-1836, y desde 1871 hasta 1956 dedicado al bachillerato). Un municipio que fue capital de ducado visigodo, vasallo de los árabes (VII-IX), y de Alfonso X, tras la Reconquista.
Incorporada al Reino de València, como la Gobernación General de Oriola, que abarcaba buena parte de la provincia actual, la Iglesia católica la convirtió en baluarte espiritual del Levante, hasta el punto de convertirla en sede episcopal en el XVI. La llegada en 1884 del ferrocarril asentará aún más una burguesía dispuesta a demostrar su poderío como mecenas cultural, que entonces, por decirlo de alguna manera, daba ‘puntos’ sociales.
Ramón y Miguel fueron grandes amigos, pese a su distinta ideología
Burguesía cultural
Así, la profusión de palacetes urbanos, el Casino Orcelitano, de 1887, o el Teatro Circo Atanasio Díe Marín (1908), traído desde Alicante ciudad. Buen terrario para las actividades desplegadas por un grupo de jóvenes con aspiraciones culturales, sobre todo literarias. Entre ellos, José Ramón y Justino Marín Gutiérrez (los respectivos nombres de pila de Ramón y Gabriel Sijé, hermanos de Mariola).
Ramón será el primero en entrar al trapo con lo cultural, enhebrando mil y una iniciativas tan fundamentales para el surgimiento, entre otros, de su gran amigo Miguel Hernández. Pepe Marín (también ‘Chas’, ‘José Oriolano’ o el irónico ‘Lola de Orihuela’) acabará por convertirse en Ramón Sijé, no por el segundo nombre, sino por la creación de un anagrama con las nueve letras de José Marín.
Gabriel escribía y destruía lo escrito, así que poco nos legó
Breve obra
Tertulias literarias, publicaciones (como ‘Voluntad’, de 1930). Ramón Sijé, hijo de agente comercial y de dama bien, iba a ser alma máter de este grupo de creadores de fuertes lazos amistosos. Así, la pérdida de fe de Miguel Hernández y también su apuesta por la izquierda, mientras su amigo Ramón se reforzaba en el catolicismo tradicionalista, los distanciaba políticamente, pero, a juzgar por las referencias, no personalmente.
Esto explica, obviamente, la ‘Elegía’ compuesta tras la muerte de Ramón, solo diez días después de una infección convertida en septicemia (‘envenenamiento en la sangre’, se decía entonces). Curiosamente, ‘El gallo crisis’, con la participación hernandiana, y el poema en cuestión taparon su bien que breve obra, consistente en recopilaciones de sus artículos, sus revistas y el ensayo ‘La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas’, publicado, póstumamente, en 1973.
Desde provincias
A Miguel Hernández se lo llevaba una tuberculosis macerada de celda en celda. Quien iba a quedar ‘huérfano’ de ambos, de Ramón y Miguel, era Gabriel Sijé (homenaje conjunto a su hermano y a Gabriel Miró). Depresivo, compulsivo: Gabriel escribía y destruía lo escrito, por lo que también poco nos ha legado. Pero en esa escasez hay joyas.
De esta forma, su premiado cuento ‘Una historia demasiado vulgar’, de 1944, el año en que publica su único libro, ‘Del sencillo amor’, que recopila poemas y relatos. Cuando un 20 de junio de 1946 nos dejaba, de los hermanos Sijé quedaba, más que su obra, que también, aunque sucinta, el impulso cultural que supuso. Desde provincias, para arqueos de cejas capitalinas, caramba.