Entrevista > Pablo Escudero Abenza / Escritor y profesor universitario de Matemáticas (Orihuela, 22-agosto-1984)
Pablo Escudero es licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid. Vive allí con su mujer y sus dos hijos, donde trabaja como profesor universitario de Matemáticas.
Ha ganado casi cincuenta premios literarios en diferentes certámenes nacionales, y ha publicado las novelas ‘Mil dolores pequeños’ (2016) y ‘¡En el rincón de la derecha…!’ (2018), y los libros de relatos ‘Beber durante el embarazo’ (2015), ‘Desórdenes’ (2016), ‘Exhibición de interiores’ (2020) y ‘Las medallas de mercurio’ (2020).
¿Vienes mucho por Orihuela?
Al margen del verano y la Navidad, que siempre te dan más disponibilidad, intento venir todos los meses si el trabajo y los compromisos lo permiten.
Ahora tenemos la comodidad del AVE, pero a unos precios elevados que no siempre hacen que los viajes nos salgan rentables.
¿Qué anhelas de tu pueblo?
La familia, tener la playa a mano, la comodidad de salir a la calle y tenerlo todo tan cerca que puedes ir dando un paseo y, en ese mismo paseo, dejarte la compra hecha, tomarte un café con un amigo y encontrarte algo que no esperabas…
«Pienso que por la covid mi último libro no tuvo la acogida que merecía»
¿Recuerdas cuándo escribiste tus primeras líneas?
Sé que en los veranos escribía ‘libros’, y hasta pedía a mis padres que me ayudaran a encuadernarlos, pero no queda rastro de aquello.
La escritura como algo propio de mi día a día se fue estableciendo a los veintipocos años. Hay una reflexión de Paul Auster que me gusta mucho. Dice que no se trata tanto de lo feliz que te hace escribir, aunque a veces provoque muchos quebraderos de cabeza, como de lo infeliz que te llega a hacer no sentarte a escribir.
Eres un autor galardonado. ¿Sueles presentarte a certámenes asiduamente?
No puedes mandar cualquier texto a cualquier sitio. Intento que se ajuste a lo que creo que allí puede salir premiado. Al final eres escritor y escribes, y los concursos son un modo de sacarle algo de rendimiento y reconocimiento a eso que haces.
En 2020 tomé la decisión de retirarme, por así decirlo, porque parece que estos concursos resienten la relación que hay entre escritor/editoriales grandes. Pero puesto que mi relación con las editoriales no ha mejorado, este verano volví a enviar textos a ver si se sacan un dinero, les gustan al jurado y unos cientos de personas los leen.
¿Te han ayudado económicamente estos premios?
Claro, he ganado premios muy buenos que me han permitido coger excedencias cuando mis hijos eran pequeños y no preocuparme por el dinero.
Me gusta decir que la entrada de mi casa la pagaron los concursos literarios. Hace que muchas personas que no entienden esta profesión te miren de otro modo.
«Los concursos son un modo de sacarle algo de rendimiento y reconocimiento a lo que escribes»
Recientemente has sido premiado en el ‘XXXV Certamen Literario Villa de Almoradí’. ¿Qué presentaste?
Un cuento muy breve titulado ‘Gloria y libertad’. Es un cuento que habla de un niño de cinco años, muy enamoradizo, que vive en Orihuela, a quien una compañera que le había prometido amor, le rompe el corazón.
Tu último libro ha sido ‘Las medallas de Mercurio’. ¿Cuál es su trama?
Es un libro de relatos bastante variado. Hay desde relatos fantásticos a otros decididamente realistas. Nostalgias de infancia, historias de terror, inseguridades de treintañeros. Mucho juego literario.
¿Cómo están yendo las críticas?
Si ya es difícil que se vendan libros de relatos, este lo tuvo un poco más complicado, pues, aunque fue premiado por un jurado presidido por Luis Mateo Díez (Premio Cervantes), le pilló el peor momento de la covid en cuanto a edición, lanzamiento y distribución.
La editorial no lo distribuyó con mucha fuerza: presentación en Madrid con mascarilla, Feria del Libro con aforo limitado, en Orihuela solo pudimos hacer una firma en la calle con la gente de Códex…
«Pronto apareceré en otro concurso televisivo de cultura general»
¿Tienes algún nuevo proyecto literario en mente?
Mi mundo es el del relato. Para bien y para mal soy un cuentista, me temo que en todos los sentidos de la palabra. Tengo dos novelas, pero no me siento novelista.
Este verano pillé un virus horrible, pasé un mes con fiebres y me quedé sin voz. Escribí muchas historias que espero puedan llegar a convertirse en libro. También ando trabajando en un ensayo y hasta atreviéndome con mi primera obra de teatro. Hay que probar de todo.
¿Por qué un apasionado de la lectura y de las letras como tú optó por estudiar física y ser profesor de matemáticas?
Casi te lo plantearía al revés. Siempre se me dieron bien las mates y tenía claro que estudiaría algo así. Ahora son carreras muy prestigiosas, pero hace veinte años nadie las estudiaba. Mucha gente me animaba a meterme en una ingeniería, que parecía que vestía más.
Siempre les he recomendado a mis alumnos que estudien algo que les vaya a gustar.
Este año participaste en el programa de televisión ‘El cazador’. ¿Cómo fue la experiencia?
Muy divertida. Fui nervioso y esperando no hacer el ridículo, y la verdad es que se nos dio genial y ganamos el premio. Nos dijeron que habíamos hecho la segunda mejor marca de la historia del programa en aquel momento.
No puedo contar mucho, pero a raíz de aquello me animé, y pronto apareceré en otro concurso de cultura general. Uno de los clásicos.