Entrevista > Lluïsa Oliver y Alejandro Rodríguez / Directora del CP La Fila y coordinador del CD La Fila
El Colegio Público La Fila es toda una referencia en nuestra localidad y comienza a serlo también en la provincia de València. Ojalá otros muchos centros educativos tuvieran sus valores y deseos de integridad, “siendo la segunda familia del 50% de nuestros alumnos”, expresa Lluïsa Oliver (Manacor, Mallorca, 2-septiembre-1972), su directora.
Nos acompañará en esta charla Alejandro Rodríguez (Alfafar, 28-marzo-1996), coordinador del Club Deportivo La Fila, entidad independiente, pero altamente vinculada, al emplear sus instalaciones todas las tardes. “Se publican los resultados, los profesores observan su comportamiento, comentan los partidos…”, aseveran.
Ambos nos confesarán los evidentes problemas que tienen los chicos de hoy en día, porque no nos engañemos, son varios los enemigos que azotan y ponen en peligro su futuro más inmediato. El más evidente se llama redes sociales, y en concreto TikTok, aplicación que les emboba, pero hay más: el trabajo y salario denigrante de sus padres, la inclusión social, la inmigración…
Respecto a cómo debemos comportarnos los adultos, si darles o no todos los caprichos, Oliver reflexiona que “hay mucha presión social, y ser padres responsables, con criterios muy firmes, es sumamente complicado”, pues, sin duda, “van a contracorriente de los demás y los que sufren son tus hijos, que se ven diferente al resto”.
¿Cómo se presenta el nuevo curso?
Lluïsa Oliver (LO) – Con energía e ilusión, partiendo del hecho de que el nuestro es un centro singular, al contar con muchas necesidades y niños con unas ‘mochilas’ muy cargadas. Esperamos que la situación vaya cambiando paulatinamente, porque cada vez nos llegan más alumnos con precariedades, algunas fuera de nuestro alcance y que influyen en su educación.
¿Vienen estudiantes no aceptados en otros centros?
LO – La realidad es que al ser una escuela pública disponemos de muchos recursos, como profesorado especializado en educación especial o audición y lenguaje, por ejemplo. Eso hace que tengamos una plantilla sólida y que varios de esos recursos no estén en los colegios concertados.
Por esa razón, esos chicos tan necesitados -emocionalmente o por algún problema cognitivo- se escolarizan en los centros públicos, algo que nos enriquece muchísimo, aunque suponga un gran esfuerzo.
¿La exigencia es menor que hace unas décadas?
LO – La sociedad ha cambiado tanto que es muy complicado, aunque se quiera, llegar a los niveles de antaño. Ha bajado, también a día de hoy, porque competimos con unas redes sociales que nos quitan todo tipo de armas y motivaciones escolares.
Antes la vida era más sencilla, en el sentido de que casi todos podíamos trabajar. Ahora no: existen muchos puestos laborales que son precarios, a turnos, muchos niños se quedan solos y han tenido que asumir unas responsabilidades que no les tocaba. Todo ello incide en el día a día de las aulas.
«Existe mucha presión social, y ser padres responsables, con criterio, es complicado; vas a contracorriente» L. Oliver
Los expertos señalan a TikTok como el gran enemigo.
Alejandro Rodríguez (AR) – La parte mala de esa aplicación, junto al contenido vacío, es la breve duración de los vídeos: son muy estimulantes y al estar acostumbrados a verlos dos o tres horas al día, cuando llegan a una clase de cincuenta minutos, se aburren, se les hace eterna.
Por eso hay que adaptar mucho la forma de dar las clases, que en parte han cambiado. Deben dar clases muy dinámicas para captar la atención de estos alumnos.
LO – Están acostumbrados a la inmediatez, al ya. Esa cultura del esfuerzo la hemos aumentado en el colegio, para que los chicos se esfuercen, sepan que las cosas tienen un sacrificio.
¿Entre ellos se saben relacionar?
LO – No, debido a las redes sociales, que les protegen; es muy fácil comunicarse por WhatsApp y no llamar, no tienes que dar la cara ni hay un tú a tú. Es como un caparazón que les protege; es mucho más sencillo comunicarse mediante pantallas.
Debemos ir a las metodologías activas, pese a que nos cueste, porque afuera tenemos un enemigo tan grande en forma de redes sociales y la vida que llevamos… Si no lo hacemos, perderemos muchos niños en el camino.
«Están acostumbrados a ver vídeos fugaces, estimulantes, y cuando afrontan una clase se les hace eterna» A. Rodríguez
¿En ese aislamiento son felices?
AR – Porque no han vivido nada más. Este año hicimos un campus de verano en el club y lo enfocamos en hacer cosas de antes, como tertulias. En esos momentos se olvidaron bastante de los móviles y les noté muy agradecidos.
¿Los padres damos buen ejemplo?
LO – Ser consecuente cada día es agotador. Llevamos un estrés de vida que no es lógico y acabas cayendo en esas cosas que te desinhiben. A veces digo: “sé que no es correcto, pero tengo 52 años y ya no me puede pasar nada”. Todo en su justa medida está bien.
«Somos una escuela muy ONG: cuando llegan las familias miramos qué necesitan, véase ropa o recursos» L. Oliver
¿El crecer sin frustraciones qué consecuencias tiene?
LO – Les cuesta muchísimo aceptar normas y les hacemos la vida fácil porque no queremos que sufran. Sin embargo, al educar de esa manera, estamos creando gente que no admite una frustración y cuyo nivel de tolerancia es bajísimo.
Como lo quieren todo inmediato, se frustran cuando no lo consiguen. Ese es el perfil de una franja que se mueve entre los once y dieciséis años, cuando entran en la adolescencia. Después van madurando.
¿Qué sucede cuando alcanzan los dieciocho años?
LO – Paulatinamente maduran, como digo. Además, al acabar cuarto de la ESO, deben asumir la responsabilidad de pasar a bachiller u optar por un ciclo formativo. Se les remarca mucho que “estáis en bachiller porque así lo habéis querido”.
En todo ello tiene mucho que ver las ganas de salir, muy diferente al desespero de cuando tienen quince años y desean salir. Con dieciocho son más selectivos y la intensidad baja en la mayoría. A algunos los podemos perder por el camino.
«Es difícil perdonar si en la relación paternofilial se hacen las cosas mal, sobre todo si los padres se rinden» A. Rodríguez
¿Se recupera fácil la brecha con los padres?
AR – Es determinante en esa época la relación entre padre e hijo y madre e hijo, pues puede haber muchas cicatrices y heridas acumuladas por parte del niño. Si las cosas se han hecho mal, va a ser muy difícil que se perdone, especialmente si los padres se rinden. El rencor es mucho mayor.
LO – Los niños necesitan límites. Antes ya los había, con mucho más respeto. Todo es cíclico, insisto, estamos en una época de crisis social, que en ocasiones te obliga a abandonar tu país para mejorar… Hay niños a los que eso les cuesta, que deben echar raíces en países o ciudades que no son las suyas.
Nos encontramos con familias con problemas para llegar a final de mes, por lo que la educación de sus hijos pasa a ser secundaria. Es más importante poder pagar la luz y disponer de estufas cuando llega el invierno. La educación de los menores se convierte en un ‘ya veremos’ y al final algunos se acaban perdiendo.
¿La inmigración enriquece?
LO – Siempre digo que “la diferencia suma y enriquece”. Nosotros no tenemos guetos, pese a contar a día de hoy con ¡veinticinco nacionalidades! Tenemos sobre todo latinoamericanos, muchos procedentes de los países que lo están pasando mal, como es el ejemplo de Venezuela.
«Hay tantos niños desubicados, que deben echar raíces en países o ciudades que no son las suyas» L. Oliver
¿Llegaron muchos ucranianos?
LO – Por supuesto, durante el inicio de la guerra. Desde la Generalitat se nos hizo un protocolo. Los latinos se integran y empatizan más rápidamente porque no tienen la barrera del idioma, que es fundamental, pero tanto los ucranianos como los rusos muestran una facilidad brutal para aprender castellano.
El nivel de adaptación es fenomenal, al ser una escuela muy inclusiva. Disponemos asimismo de un aula de comunicación y lenguaje, las denominadas Unidades específicas en centros ordinadores (UECO), de educación especial, con ocho chicos con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Llevamos casi veinte años con este tipo de sistema, por y para la inclusión.
También somos una escuela que se preocupa por sus familias: cuando llegan, les preguntamos de dónde viene, qué necesitan, qué recursos o ropa precisan. Nos sentimos bien así, porque no lo concebimos de otra manera.
¿Estos problemas se liberan en el deporte?
AR – Totalmente. El papel del deporte en la juventud es clave, porque les da valores como la disciplina y el respeto. Muchas veces los propios profesores del colegio se quedan sorprendidos de su comportamiento, tan dispar al que tienen en clase.
Los chicos de hoy buscan referentes, sobre todo en el caso de no tenerlos en casa, función que realizamos los entrenadores en muchos casos.
«Si el club deportivo funciona tan bien es porque hay muchísima implicación detrás» L. Oliver
¿Notáis que ‘salváis’ a muchos chicos?
AR – Salvar no sé si es la palabra adecuada, pero sí les ayudamos a no tener necesidad de irse por otra vía; les ofrecemos un espacio seguro y saludable. Entrenan dos días a la semana, aunque vienen más, a practicar otros deportes o simplemente hablar entre ellos.
Si nuestra forma de actuar y pensar fuera la tradicional, en este club habría gente, pero no sería lo que es a día de hoy, un referente en el pueblo y poco a poco en toda València, con alrededor de doscientos miembros inscritos.
LO – Estoy tan orgullosa del colegio como del club deportivo, y recientemente el Ayuntamiento de Alfafar nos ha concedido el Premio 9 d’Octubre. Para mí es un triunfo, porque comenzó como un proyecto innovador, de Conselleria, y dos años después decidimos sacarlo afuera, abrirlo a cualquier joven.
Eso ha provocado que podamos unir a chicos de diferentes municipios y colegios, porque no se le cierra la puerta a nadie, y vemos niños que están ‘enganchados’ a estos monitores, ayudándoles a entrenar a los más pequeños. Es tan bonito ver a niñas senegalesas jugando fútbol, ¡algo impensable hace apenas unos años! O que las novias vengan a ver a sus parejas practicando deporte. El club funciona muy bien porque hay muchísima implicación.
¿Cuántos equipos tenéis para este curso?
AR – Recuerdo que comenzamos con fútbol sala y baloncesto, un equipo de cada. Ahora hay ocho masculinos de fútbol sala, tres femeninos, dos de baloncesto y hemos creado uno nuevo de voleibol. A partir de este mes de octubre comenzamos con atletismo.
LO – Por otro lado, vamos a solicitar los espacios del IES 25 de Abril para crecer, pues sus instalaciones son mejores y nos permitirán competir, especialmente en baloncesto.