Entrevista > Roberto Alcaraz / Fotógrafo (Bocairent, 1974)
Benidormdreams es el alias tras el que publica en Instagram sus fotos Roberto Alcaraz. Un proyecto que empezó hace una década y que descarriló por un ‘hackeo’ que le obligó a empezar de cero.
Ahora, de nuevo con miles de seguidores, esa exposición permanente, creciente y digital, es una oda a la arquitectura de Benidorm en la que las fachadas, lo ordinario (como sinónimo de rutinario) se torna arte. Y es, sobre todo, un homenaje a la luz de la ciudad y de la comarca.
¿Tienes recuerdo de la primera foto que hiciste?
De la primera foto, probablemente no, pero sí del primer carrete.
«Fue entrar al laboratorio y me dije a mí mismo que me iba a quedar sin amigos, porque me quedé muy enganchado»
¿Cuál fue? ¿Dónde fue?
Fue en La Vila Joiosa y habría fotos, seguramente, de mis amigos, del colegio, de la familia. Y sí que hice una foto en la azotea del edificio donde vivieron mis padres, de unas chimeneas. Y la verdad es que es una foto que para mí fue reveladora.
Tenía algo esa foto que me enganchaba: darle como una historia, como otra forma de mirarla, que me resultaba sorprendente, aunque fuese una cosa superordinaria que podía ver cada día. No la tengo localizada, pero sí tengo el recuerdo de haberla revelado yo.
La cuenta de Instagram @benidormdreams dice en su encabezado: ‘Cosas ordinarias. Lugares ordinarios. Fotos ordinarias’. Sin embargo, lo ordinario puede ser extraordinario. Esas fachadas, esos colores, el cielo y el mar como protagonistas. ¿Cómo ha sido la transición de aquel carrete a esta cuenta con más de 6.000 seguidores?
Han pasado un montón de años. Fíjate que empecé a hacer y revelar fotos con mi padre, que montó un laboratorio. Tenía entonces nueve años. Fue entrar al laboratorio y me dije a mí mismo que me iba a quedar sin amigos, porque me quedé muy enganchado. Quería ir cada día a revelar.
O sea, que esta pasión por la fotografía la has heredado de tu padre.
Sí, la semillita la plantó mi padre. Luego hay que regarla. De esto han pasado cuarenta años. Empecé a hacer fotos en la cuenta de @benidormdreams hace unos diez años, y era una cuenta que crecía muy rápido, iba como un tiro, y en el verano antes de la pandemia me la robaron, me la hackearon.
Tuve que volver a empezar de cero. En aquella primera cuenta tenía casi 40.000 seguidores. Había bastante gente que se había interesado por ella y empezaba a darme muchas alegrías y me la hackearon.
«Ordinario es aquello que te pasa cada día. No uso la palabra como algo peyorativo, sino como sinónimo de rutinario»
¿Cómo funciona una red social como escaparate de tu trabajo?
Antes mejor. La esencia de Instagram eran las fotografías. Mi cuenta es un poco distinta a otras, porque es muy raro ver algo personal en ella. Cuelgo mi proyecto fotográfico. Estoy detrás y soy quien contesta todos los comentarios; pero no cuelgo nada de mis vacaciones.
Eso antes funcionaba muy bien. Tú ponías tus fotos e intentabas buscar los nichos donde pudiesen gustar, y había una respuesta. Ahora Instagram está premiando mucho más el vídeo y el contenido de consumo más rápido, más de entretenimiento, para que te pases muchas horas enganchado. Con las fotos, la verdad es que es un poco injusta ahora mismo la red.
Los fotógrafos suelen decir que hacer una buena foto es un proceso, incluso, de muchos días. A ti, con tus fachadas, ¿te sucede eso?
Cada vez que cuelgo lo de lugares ordinarios, las fotos ordinarias… la palabra ordinaria no es mala. Ordinario es aquello que te pasa cada día. No la uso como algo peyorativo, sino como sinónimo de rutinario. Voy paseando y voy encontrando cosas.
A veces veo edificios y digo: ‘vale, este edificio me interesa muchísimo y estoy muy cerca, pero el ángulo no me interesa’. Entonces, me tengo que alejar incluso kilómetros de ese edificio para poderlo fotografiar en el ángulo que yo quiero. Otras veces, haciendo esa operación de alejarme, encuentro otros sitios que me resultan muy interesantes.
Uno siempre tiene que estar con esa visión de cazador, buscando a la ‘presa’ allá donde salga.
Cuando salgo a hacer fotos es como una disposición del ánimo. Estoy en un estado en el que me dejo sorprender por todo, y que es agotador.
Siempre que eso sucede, hago bastantes fotos y luego las dejo reposar, las dejo macerar un tiempo. Las vas mirando y hay algunas que te siguen enganchando y otras que no. Es todo un proceso, pero sí que necesito hacer muchas fotos y kilómetros para tener la galería que tengo.
«Ahora Instagram está premiando mucho más el vídeo y el contenido de consumo más rápido»
Las redes sociales son medios de comunicación bidireccionales. ¿Te han escrito diciéndote que vayas a fotografiar las fachadas donde viven tus seguidores?
Eso ha pasado. También algún hotel de Benidorm que me ha dicho que suba a la terraza del bar y que me invitaban a tomar algo. Y a veces ocurre que es algo que no es para mi cuenta. Yo subo encantado a la terraza del bar y tal, pero no es para eso.
El objetivo no es ir por encargo.
Exacto. Es un proyecto muy personal del que me han salido luego proyectos profesionales, pero la cuenta no está pensada para eso.
Hay mucho Benidorm en este proyecto, y también otros puntos del mundo por los que has andado. ¿Qué ingredientes dirías que tiene esta comarca que no has encontrado en otros lados?
Esta comarca es la luz. Es muy especial. Hace poco, una amiga que se dedica más al vídeo, estuvo en el Low Festival y me escribió para decirme que es verdad que no hay casi edición en mis fotos, que es así la luz de Benidorm.
Además, en el caso concreto de Benidorm, tienes los contrastes arquitectónicos de edificios supermodernos con los edificios que se construían en los años setenta en un espacio no muy grande.