Los titulares de la época no pueden resultar más clarificadores. Como los que en 1989 nos informan de que la iniciativa privada había invertido nada menos que 35.700 millones en el patrocinio de actividades sociales, principalmente culturales. Pero entre finales de los ochenta y especialmente en los noventa iban a ganar poco a poco importancia dos conceptos: ecología y sostenibilidad.
Será una de las reuniones con los jefes de la Obra Social de la extinta Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) cuando, en ese tránsito de década, Vicente Sala Recio (sin relación familiar con quien dirigió la entidad), quien fuera presidente de la Asociación de Cine Amateur de Alicante (Acada), pero también coordinador de actividades culturales de la CAM, propusiera esa deriva ecológica de la que surgirían actividades como ‘Mediterráneo, bosque amigo’.
Un ‘paquete’ ecológico
La iniciativa, por cierto, no gozó de aceptación en aquel momento. Pero no iba a pasar mucho tiempo, un par de años a lo sumo, para que la ecología se convirtiera en bandera en todo proyecto que se generase desde la CAM, o que se presentase a la entidad para que esta la pusiera en marcha. De todas ellas, de las más exitosas incluso, ‘Mediterráneo, bosque amigo’ se convirtió casi en bandera.
Exposición, actividades interactivas, sobre todo realizadas en la misma naturaleza, clases, unidades didácticas, conferencias. El ‘paquete’ de propuestas agrupadas bajo ese nombre resultaba lo suficientemente atractivo como para que fuera solicitada más allá del radio de acción financiera de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (en aquel momento, Comunitat Valenciana y Murcia). Por ejemplo, en las Islas Baleares y Cataluña.
Fue solicitada más allá del radio de acción de la entidad
Por medio mundo
No podía ser menos, cuando nos encontramos con que el bosque mediterráneo es un bioma (del griego ‘bios’, vida) o área biótica cuyo nombre sembró por estas orillas, pero que se extiende también por la estadounidense California, Chile, cachos de África y otros tantos de Australia. De hecho, su masa forestal abarca aquí unos veinticinco millones de hectáreas (250 mil kilómetros cuadrados).
Además, comprende también otros tantos cincuenta millones de hectáreas (quinientos mil kilómetros cuadrados) por otros litorales. ¿Y es importante? Para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés: Food and Agriculture Organization), en su informe ‘State of Mediterranean Forests 2018’ (estado de los bosques mediterráneos 2018), “la región mediterránea representa el dos por ciento de la superficie forestal mundial, pero alberga al siete por ciento de la población humana mundial”.
En la región mediterránea se alberga al siete por cien de la humanidad
Preocupación de la FAO
No ha de extrañar que se remachara esto así: “en el futuro, los bosques mediterráneos sustentarán la agricultura y el bienestar humano. Por lo tanto, es crucial mejorar las políticas y las prácticas y promover la gestión sostenible para proporcionar beneficios sociales y económicos, así como para aumentar la resiliencia de los ecosistemas y las sociedades”. Vale, pero ¿qué es bosque mediterráneo y cuál es su importancia inmediata para nosotros?
Empecemos respondiendo a la segunda pregunta. Según datos de la Generalitat Valenciana, nosotros contamos con 1,3 millones de hectáreas forestales (trece mil kilómetros cuadrados), es decir, el 56 de la superficie total. Bien es cierto que, especialmente en la árida Alicante, esta masa va decreciendo: incendios intencionados (o provocados por cualquier otro motivo, incluso natural), presiones urbanísticas o turísticas y clima cada vez más adverso.
La Comunitat Valenciana cuenta con 1,3 millones de hectáreas forestales
Espacios protegidos
Por ahora contamos con unos veintidós parques naturales y nueve paisajes protegidos, y un elemento que comienza a remitir: aparte de problemáticas económicas, la pandemia de la covid-19 desatada en 2020 ayudó curiosamente a que se abandonaran huertas altas, con la consiguiente expansión de la masa forestal. No obstante, lo que beneficia algo, contrarresta dañando otro aspecto, algo que no es sinónimo precisamente de sostenibilidad (equilibrio entre sociedad y medio ambiente).
¿Y la primera pregunta? Bien, de los diferentes tipos de bosques (según clasificación, pueden ir de cuatro a catorce), nos toca lógicamente el mediterráneo o durisilva (de ‘durus’, resistente, y ‘silva’, bosque), formado por bosque y matorral, típicos de las áreas en que se desarrolla (pinos, encinas, alcornoques), más su porción, generalmente poco tupida, de sotobosque (vegetación boscosa más cercana al suelo), con lentisco, romero y tomillo.
El hombre y la naturaleza
El conjunto de actividades propuesto por la CAM bajo el título de ‘Mediterráneo, bosque amigo’ estaba ordenado en cuatro grandes bloques: ‘El bosque mediterráneo’, ‘El bosque amigo’, ‘El bosque en peligro’ y ‘La conservación del bosque’. Había explicaciones biológicas (por ejemplo, ‘Cómo vive un árbol: la hoja’, o ‘Cómo vive un árbol: la raíz’), o de su interés (‘Los usos del bosque’ o ‘La cultura del bosque’).
Pero incluía también subapartados para contarnos la difícil relación entre nosotros y estas biomasas que, al cabo, nos dan vida. Así: ‘El frágil equilibrio: el clima, el suelo, la vegetación y el hombre’, ‘El impacto humano’ (tanto a propósito de ‘la lluvia ácida’ como de un aspecto ya comentado, ‘el turismo’) o este tan lapidario, con que finalizaba el ‘paquete’ de actividades: ‘El difícil equilibrio: explotación-conservación’.