Sherezade Soriano / Actriz y bailarina
Sherezade Soriano (València, 7-noviembre-1989), la chica de la eterna sonrisa, nos recibe desde su casa en la sierra de Madrid para comentar los proyectos que ha realizado hasta el momento, muchísimos, y los futuros, tanto en el baile como en la actuación, sus dos grandes pasiones.
Le preguntamos primero por su singular nombre y nos confiesa que fue su hermano el que “me lo puso, por su ‘novia’ en la guardería”. Comenzó en la danza clásica, empalmando con la contemporánea, más acorde a su estilo. Reconoce que le encanta hacer musicales y desea repetir en la Gran Vía, “donde actué una vez, en ‘Perdidos entre dinosaurios’”. Talento y ganas derrocha, como ha demostrado en ‘Bernarda’, dirigido por Tonet Ferrer, “una pieza muy dulce”, o ‘Los desamparados’, de María Almiñana.
El destino también ha jugado a favor de Sherezade: tras sufrir una gravísima lesión de rodilla, en la rehabilitación conoció a Daniela Merlo y Juan Larumbe, hoy fundamentales en su vida. De hecho, forma ahora parte de su compañía, con ‘La tortuga, la liebre & la influencer’ en cartel.
¿Cuándo empezó a interesarte la danza?
Mis padres me apuntaron, como actividad extraescolar, con tres años. Siempre estaba cantando y bailando y mi profesora vio que tenía ciertas cualidades. Hice las pruebas para el conservatorio y cursé danza clásica, antes de comenzar arte dramático.
¿Esa pasión la sigues manteniendo?
¡Claro! Sin bailar ni música no podría vivir; de hecho mi perra se llama ‘Danza’. Me especialicé seguidamente en teatro textual y físico, también porque no había otra modalidad. Si hubiera existido musical, no lo hubiera dudado, porque incluye danza, canto, interpretación…
«Sin música ni baile no podría vivir; me apasiona tanto que a mi perra le puse el nombre de ‘Danza’»
¿Una de tus referentes fue Isadora Duncan?
Realmente no, aunque fuera la impulsora de la danza contemporánea y un mito, también por su trágica muerte, estrangulada. Me fijaba más en Sylvie Guillem o Pina Bausch.
¿En qué momento deseaste ser actriz?
Al pasar a danza contemporánea, en 2008; me ocupaba todo el día, ¡mañana y tarde en el conservatorio! Debuté en la compañía ‘SalaNegra’ y participé también en diversos musicales, para empresas de entretenimiento.
¿Dónde te sientes más desarrollada?
Posiblemente en danza, le he dedicado más tiempo. Me han surgido más oportunidades, y vas haciendo el camino que estas te van dictando. Pero ambas me encantan; no hay nada como el chute de adrenalina que te da subirte a un escenario, pese a que esté fastidiada en ese momento.
El audiovisual es diferente, menos natural, pero igualmente estresante, con rodajes que te exigen apenas fallar y estar a tope muchas horas.
¿Por qué te consideras insegura?
Lo soy, aunque parezca que no. Me desagradan los castings, no por el miedo al rechazo, sino porque muchas veces no son tolerantes ni respetuosos. Si tienen que chafarte, lo hacen, al menos así me he sentido. Dejé de hacerlos, no lo pasaba bien.
«Me desagradan los castings; no a ser rechazada, sino porque muchas veces han sido irrespetuosos»
¿Tuviste un periplo en Chicago?
Sí, alrededor de un año y medio. Trabajé para varias compañías de danza, sobresaliendo ‘Hedwig dances’, pero principalmente me dediqué a formarme, en danza contemporánea -que es muy diferente a la europea- y ballet.
Precisamente en Estados Unidos hice con mi pareja (José Martínez) y David Jiménez una pequeña gira por las universidades de Seattle, San Francisco, Chicago y Boston. Él tocaba la tuba y yo bailaba, interpretando una pieza de teatro-danza, ‘Historias de juventud’. El grupo, llamado ‘Duo 2 Arts’, sigue en activo.
¿Desde cuándo estás en Madrid?
Llegué en 2017 y poco después me rompí el ligamento cruzado mientras esquiaba. Durante la rehabilitación coincidí con Daniela Merlos, bailarina y coreógrafa. Conectamos de inmediato y me habló de su pionera compañía, ‘Larumbe Danza’, con Juan de Torres, en Coslada.
Ya recuperada, empecé a tomar clase y colaborar con ellos, primero en la producción de ‘Iceberg’ y después haciendo sustituciones. Ahora estoy como bailarina en ‘La tortuga, la liebre & la influencer’.
¿Qué has hecho recientemente en Francia?
Me fui en 2015 a Florencia a estudiar danzas renacentistas con Marco Bendoni y Bruna Gondoni. Actualmente estoy también en la compañía, dirigida por Sofía Grande, realizando espectáculos de danza antigua. El 17 de noviembre estaremos en València.
En Francia, gracias a mi amiga Margot Mouth y su marido, Cédric Chapuis, me ofrecieron incorporarme al proyecto ‘Eclats de Vies’. Estrenamos con éxito en Aviñón y volveremos el próximo año. Quisiera decir, no obstante, que nuestro sector está en profunda crisis y es inviable vivir únicamente de la actuación y la danza. También hay que saber venderse bien, aunque me siento superafortunada y feliz con la vida que llevo.