Entrevista > Guillermo González / Entrenador y jugador máster de waterpolo (Madrid, 4-septiembre-1956)
La palabra waterpolo siempre ha tenido una connotación especial en la vida de Guillermo González. Desde los dieciocho años practicándolo, ha mantenido este hábito presente en su vida cotidiana, hasta el día de hoy. “El hecho de que sea un poco atípico hace también que sea especial” destaca.
Pasando de jugador a entrenador y viceversa, Guillermo ha tocado todos los palos de este deporte y, pese a empezar en su Madrid natal, actualmente lo practica en el Club Natación (CN) San Vicente. Por el camino, ha ido consiguiendo ascensos a Liga Nacional como entrenador o medallas internacionales.
Tras más de cuarenta años entrenando y compitiendo, Guillermo ha podido ver la evolución del waterpolo desde cerca, a la par que ha podido mantener una gran condición física. “Tengo 68 años y me encuentro muy bien, he tenido la suerte de no sufrir lesiones”.
«En los entrenamientos casi no nadábamos porque veníamos directos de entrenar natación»
¿Cuándo empezaste a jugar a waterpolo?
Empecé con dieciocho años, aunque anteriormente ya practicaba natación. Comencé en el Grupo Deportivo Isla de Madrid; el club anunció que iba a tener una sección de waterpolo y me apunté con mi grupo de amigos de natación. Estuve allí hasta los veinticinco años, después vine a Alicante e hice un paréntesis de doce años.
¿Cómo eran los entrenamientos en el Isla?
Muy sencillos. Al ser un deporte minoritario teníamos un entrenador que era uno de los monitores de natación. Nosotros íbamos primero a nadar y, cuando salíamos, a las nueve de la noche, teníamos que ir a otra piscina a entrenar waterpolo. Era durísimo, acabábamos a las once y media; pero bueno, éramos jóvenes y podíamos con todo.
Los entrenamientos no eran muy complejos, pasábamos un poco el balón y ya nos íbamos repartiendo los roles del equipo en función de la destreza de cada uno: uno jugaba de boya, otro de extremo…
«Estuve siete años como entrenador femenino donde ganamos todas las ligas autonómicas y conseguimos ascender a división nacional»
¿Y dónde competíais?
Nosotros jugábamos la Liga de Castilla, porque por aquel entonces las autonomías no existían. Básicamente jugábamos contra equipos de Madrid. Estuve jugando allí siete años, luego ya me mudé a Alicante y tuve que hacer un parón.
Una vez ya estuve asentado aquí, llamé a la Federación preguntando por equipos y escogí el San Vicente por cercanía. Luego ya dio la casualidad de que el entrenador era Juan Cegarra, con quien había coincidido jugando en Madrid, por lo que la adaptación fue más fácil para mí.
Tu etapa máster, ¿cómo fue?
Unos compañeros de mi etapa en el Isla me comentaron que el Canoe estaba haciendo un equipo máster y los acompañé en algunos campeonatos a nivel internacional en los que yo también participaba, llegando a ganar varias medallas.
La más especial fue la de Auckland. La ganamos en los Juegos Másters, una competición que, pese a no estar recogida bajo los aros olímpicos, tiene esa filosofía: participan todos los países con una organización similar a los Juegos. Allí no fuimos como Canoe, al no haber gente suficiente acudimos jugadores de toda Europa y, bajo el nombre de Europa +55, ganamos la medalla de oro.
«Por suerte, mi mujer y mis hijas viajaban conmigo a los partidos»
¿Qué otros logros has tenido?
A nivel europeo he ganado medallas de oro (Croacia 2016, Copa Alemania 2022) y plata (Rusia 2015, Roma 2022, Copa Alemania 2023). Además de la medalla de Auckland (2017); a nivel mundial conseguí un oro en Miami 2022. Como entrenador máster también conseguimos el oro en Corea del Sur.
Por otro lado, fui entrenador femenino del CN San Vicente durante siete años. Allí, menos el primer año que nos costaba ganar partidos, ganamos todas las ligas autonómicas y conseguimos ascender a división nacional, permaneciendo durante dos temporadas. Hicimos una gran labor.
Un momento bueno y uno malo.
El paso que di para empezar a jugar en las categorías máster ha sido un salto de calidad brutal para mí y para mi familia. Nos ha permitido viajar por el mundo, combinando los campeonatos con una parte de vacaciones y generando un vínculo familiar muy grande.
En cuanto a lo peor, no tengo nada concreto. Es cierto que ya con los años se me hace un poco más difícil: estás en casa tranquilamente y tener que salir tarde a entrenar se hace un poco pesado. Pero por otro lado afortunadamente no he tenido muchas lesiones y las que he tenido las he podido superar.