Nuestros vecinos jamás olvidarán lo vivido en octubre de 2024, uno de los sucesos más trágicos de la historia de Utiel. A media mañana del día 29, unas fuertes lluvias en la cercana Sierra del Remedio provocaron el desbordamiento del río Magro y la posterior inundación de la población, destrozando vidas humanas (seis), casas, coches, enseres…
A continuación, les relatamos el testimonio de tres personas que pasaron ese día con angustia, tristeza y estupor. Nos contarán cómo su vida cambiaba en segundos, sus sueños se esfumaban y hasta qué modo temieron por sus vidas o las de sus familiares. Otros no nos quisieron verbalizar lo sufrido, porque todavía es muy reciente y “nos duele”.
Rosa Cócera
Una historia desgarradora es la que nos describe Rosa Cócera, nacida en Utiel, aunque habitualmente reside en Ontinyent. Ese día estaba en nuestro municipio, en la casa familiar, y nos detallará cronológicamente -gracias a los vídeos que grabó- la dramática secuencia.
“El agua venía de la montaña y a la una de la tarde empezó a desbordarse por el barrio de San Isidro”, asegura. Quince minutos después entró en su enorme sótano, ubicado en la parte más alta del barrio de la Fuente. “Seguidamente, a las dos menos veinte, las calles eran como rápidos de un río”.
A las 14 horas el sótano estaba ya prácticamente lleno y, “pese a tener aún luz, no paraba de irse”. El agua se metió en su casa a las dos y veinte, “algo inédito”, y los tres que estaban presentes -Rosa, su hermana Isabel y su pareja, Lewis- se vieron obligados a subir hasta el piso superior.
Son muchos los que no se atreven todavía a verbalizar lo sucedido, es reciente y «nos duele»
«El miedo era tremendo»
“Teníamos miedo a morir” y las dos se dijeron que no querían hacerlo ahogadas. Rosa recuerda que “no había forma de cerrar la puerta, de la fuerza del agua”. En su terraza contemplaban la desaparición de los bajos, de su coche (cuatro y diez de la tarde) y cómo la Guardia Civil salvaba a dos vecinos de una planta baja, exactamente a las cinco menos veinte. “La primera alerta le sonó a mi hermana a las ocho de la tarde”, sostiene.
El agua comenzó a bajar antes de las nueve de la noche y a las nueve y ocho llegaron las primeras ayudas, “mediante tractores y palas frontales de agricultores del pueblo”. El río continuó su curso, hacia València, donde ya sabemos qué ocurrió.
Pasado el drama, sigue en una fase de rabia, impotencia y enfado, “porque se podían haber salvado más vidas. ¿Ahora pretenden que nos fiemos de los gestores de la emergencia?”, se cuestiona.
Marta Sánchez confiesa haber pasado mucho miedo al ver el agua «tan brava»
Marta Sánchez
Marta y su marido, Santi, poseen una empresa pequeña, dedicada al aislamiento de viviendas como medida de eficiencia y ahorro energético. El día anterior habían estado trabajando en Torrent y el martes tenían previsto volver, “pero al suspender las clases, nos alertamos”, expone.
Daba muchísima lluvia, rememora, y “decidimos no movernos de Utiel y quedarnos en casa los cuatro”. Viven en un quinto piso, en la zona cero, “con una panorámica espectacular de toda la tragedia, de cómo el agua lo inundaba todo con celeridad”.
“Jamás la habíamos visto tan brava”, manifiesta, “en poco tiempo se juntó, por todas las calles”. Su máxima preocupación entonces eran sus familiares “en una situación mucho más frágil; pudieron ser rescatados, pero la incertidumbre fue mucha”.
Rosa Cócera sigue con suma impotencia y enfado, «porque se podían haber salvado vidas»
Su negocio, la camioneta
Al ver que se hundía su camioneta, “todo se iba al traste, porque era nuestra oficina, llena de material (caro)”. Sentían rabia por no poder salvaguardarla. Esa noche, lógicamente, nadie durmió en el pueblo y “nos centramos en ayudar a los nuestros”.
Pasada la vorágine, “la peor experiencia de nuestras vidas”, se dieron cuenta de la magnitud de todo y “que debíamos comenzar de cero: el tsunami se llevó nuestra ilusión”. Desconocen cómo hacerlo, si van a recibir ayudas, “porque el nuestro es un negocio un poco inusual, como una empresa itinerante”.
Se muestran muy agradecidos de las donaciones de familiares, clientes y amigos, “una bomba de oxígeno”. ¡Es muy emocionante cómo ayudaba la gente!
Javier Belenguer
Propietario de una panadería, a ¡quince metros del río!, “cuando estaba a punto de terminar, vi cómo entraba agua en el horno”. La intentó mitigar, pero fue imposible, y se puso a subir cosas a la parte de arriba.
Pudo salir por la ventana, sobre las tres y media de la tarde, y llegar a su casa para quitarse el barro, “pues tenía hipotermia”. El horno -valorado en 70.000 euros- quedó destrozado, así como el bajo de su casa, perdiendo la cocina, recuerdos, ropa, armarios…
¿Qué va a hacer? “Tengo 63 años y debo seguir trabajando, porque si me jubilo me quitarían el 16% de la pensión”, admite. “Puedo meterme en una inversión baja o ponerme a trabajar, en lo que sea”.