Entrevista > Belén Cárcel de Corpa / Enóloga (València, 1-enero-1990)
La tragedia vivida en nuestra comarca, además de las vidas malogradas, dañó masivamente uno de nuestros bienes más preciados, las viñas. Pasadas unas semanas, con el drama aún latente, dialogamos con Belén Cárcel, enóloga y propietaria de las Bodegas Cárcel de Corpa, además de presidenta de Ferevin desde 2020.
Nos remarca que los pueblos más perjudicados han sido Utiel y algunas pedanías de Requena, entre ellas El Rebollar, “donde se ubican nuestros viñedos”. Especialmente lastimada fue la bodega por su condición subterránea, nos aclara, antes de indicar cómo afectará -muchísimo, sin duda- a la producción del próximo año.
“Mínimo debemos arrancar tres parcelas”, clama Belén, la cuarta generación de una firma centenaria. Todavía recuerda cómo se construyó la bodega, siendo ella una niña de apenas siete años, “mientras jugaba”; se ha criado entre barricas, con amplios conocimientos vinícolas.
«Todas nuestras viñas han perdido mucha tierra, es decir, nutrientes para poder vegetar»
Las viñas, ¿estarán bien para la próxima vendimia?
Algunas no se van a recuperar (suspira), sobre todo las cubiertas totalmente por el agua, mientras que otras sí se podrán restaurar, con mucho trabajo. Una cosa genérica para todas ellas es que han perdido mucha tierra, es decir, cuentan con menos nutrientes para poder vegetar.
Disponemos, por ejemplo, de un viñedo que se ha abierto completamente por la mitad, con un cauce de dos metros de ancho y uno de profundidad. Las viñas quedaron colgadas de los alambres, como ‘ahorcadas’; debemos arrancarlas y volverlas a plantar.
Obviamente, la próxima producción será menor.
Claro. Llevábamos ya tres años de sequía extrema, bajando la producción, este año al 20%. De cara al próximo será mucho peor, al tener que darle un buen trabajo al campo, ver si podemos abonarlo… La DANA por supuesto que nos va a afectar.
¿Cuáles son las características de vuestra bodega?
Es subterránea, para protegernos de los cambios de temperatura y mantenerla adecuada sin necesidad de utilizar energía, de una forma sostenible. Asimismo, está diseñada para trabajar por gravedad, iniciando todo el proceso en la parte de arriba (exterior) y finalizando abajo (interior). No es necesario emplear tanta maquinaria y se minimizan las oxidaciones.
«Bobal, variedad local, es muy tánica y hay que saber elaborarla para que dé vinos suaves»
¿Qué has aprendido de Ernesto, tu padre?
Muchas cosas, destacando la perseverancia, tranquilidad y mente fría en el negocio. La agricultura como tal es muy sufrida: puedes estar todo el año trabajando, diseñar proyectos y, de repente, en un día todo se pierde.
A nivel de elaboración, la Bobal, variedad autóctona de la zona, es muy peculiar, muy tánica, y hay que saber elaborarla para que dé vinos suaves (afrutados). La voz de la experiencia de mi padre ha sido clave para su desarrollo.
Acabaste de formarte en República Dominicana.
Durante mis estudios de enología conocí al que hoy es mi marido, Richard Miller, de origen dominicano. Nos trasladamos seguidamente a la isla y allí busqué trabajo en mi área, en este caso el ron, porque en el Caribe carecen de vino.
Estuve un tiempo en el área de producción y calidad de una de las marcas más conocidas. ¡Fue una experiencia fantástica!, al igual que disfrutar del país.
¿Regresaste para modernizar la bodega?
Mi padre se retiraba por completo y tomé las riendas. Quise primero actualizarla un poco, pues la industria del vino es muy demandante, con muchísima competencia. Tenemos ahora un nuevo proyecto que, dadas las circunstancia, le daré un giro.
Uno de los aspectos que potencié fue el enoturismo (catas, visitas a las bodegas y viñedos…), además de brindarle una vuelta a los propios vinos.
«En enología siempre ha habido mujeres determinantes, aunque quedaban en la sombra»
¿Al vino se le debe escuchar?
Sí, porque es como si tuviera vida. Aparte de todos los compuestos que posee, en su proceso de elaboración alberga los microorganismos del medio, lo que supone que sea un ente ‘vivo’, sujeto a la temperatura, aire, lluvia… Para mí, el vino debes sentirlo, saber lo que precisa en cada momento.
Quizás tú quieres hacer una cosa, pero él te demanda otra distinta. Tenemos que conocer en qué momento está y qué puedes hacer, porque se puede embotellar o mejorar aplicándole una crianza.
¿Por eso es tan importante la investigación?
Por supuesto, pero es curioso, porque dispongo de documentos de mi bisabuelo Feliciano, de principios del siglo XX, donde muchas de las prácticas actuales ya se promovían, sin saber exactamente cómo beneficiaban al vino.
Hoy en día hay muchísimos estudios que llevan a una mejora evidente del producto. Tenemos más medios para investigar y trabajar de un modo muy diferente.
¿La enología sigue siendo tradicionalmente masculina?
Siempre ha habido mujeres, aunque durante muchas décadas estuvieron en la sombra. Han sido trabajadoras y fundamentales en la elaboración; aunque el mérito se lo han llevado los hombres, hasta ahora.