Se levantó, con un coste faraónico, para convertirse en un mirador desde el cual contemplar el mar Mediterráneo. Aunque no se ve gran cosa del ‘Mare Nostrum’. Debido a la escasa atención municipal, ciudadanos y turistas le va dando usos alternativos, como aprovechar su urbanismo para los deportes sobre ruedas: bicicletas, monopatines y patines.
La torre Miramar, ese colosal mirador que se alzó en el otrora conocido como ‘semáforo de València’, apenas tiene razón de ser. El acceso a su ascensor está denegado… ¿qué función tiene ese colosal mirador más allá que el de perder los conductores en él la vista cuando cogen en rojo los semáforos de la rotonda?
Sobrecoste
Vayamos ahora a sus números. Una obra de semejante magnitud costó un buen dinero a los ciudadanos para que no se le dé el uso para el que fue concebido este mirador. No se afanen en buscar a nadie en lo alto disfrutando de las vistas de València. No los verán. Por no hablar del acceso hasta la propia torre Miramar, ubicada en mitad de una enorme rotonda hipertransitada por vehículos.
Casi una década (nueve años) costó levantar e inaugurar la torre Miramar. ¿Su coste? 24 millones de presupuesto, diez más de lo previsto, que le concedieron el dudoso título de haberse convertido en la rotonda más cara de España.
La torre Miramar tuvo un coste de 24 millones de presupuesto, diez más de lo previsto
Desde 2009
Este formidable y costoso mirador, sin duda el más moderno de València, se acabó de construir en 2009. Fue una obra del Ministerio de Fomento que tan sólo estuvo abierta al público tres meses. Cambian los gobiernos en la ciudad y parece que nadie quiere coger este toro por los cuernos.
Los turistas que llegan a València desde el norte se preguntan cuál será su uso. O si se puede subir. Los valencianos miran con resignación la enésima obra faraónica fallida en el ‘cap i casal’, una suerte de enorme perchero que sólo sirve desde entonces para colocar lonas y cartelería sobre algún que otro galardón que vaya recibiendo la ciudad, diríase.
Fue una obra del Ministerio de Fomento que tan sólo estuvo abierta al público tres meses
45 metros de altura
Rivalizando con el Miguelete (63 metros de altura), se levantó esta torre de hormigón de 45 metros con la intención de que fuera un mirador de la huerta valenciana y del mar. Las instalaciones de la UPV, su enorme aparcamiento próximo a la avenida Constitución y los techos del barrio marinero representan las vistas que ofrecía en dirección al mar.
A la obra le acompañaba un paso inferior y una rotonda con 7.000 metros cuadrados construidos. Por medio atraviesa el tranvía que va desde la Feria de Muestras hasta morir en la Malvarrosa, como decía la novela de Manuel Vicent que José Luis García llevó a la gran pantalla.
Por debajo un túnel moderno y amplio. Bien señalizado y con velocidades controladas. En él sus paredes se decoran con ‘trencadís’, como en tantos otros túneles y puentes de la provincia de València. Pero por ese túnel inferior a la torre Miramar no se ven peatones. Sólo el ir y venir de quienes dejan la ciudad en dirección a l’Horta Nord, Camp de Morvedre y, más allá, Castellón, Teruel y Tarragona.
Los ‘skaters’ con sus trucos urbanos son el único aprovechamiento del faraónico mirador
Demarcación de Carreteras
Durante largo tiempo casi inaccesible, llegar hasta la torre Miramar era casi como uno de esos videojuegos en los que debías jugarte la vida si deseabas llegar a ella. Cierto esfuerzo municipal por evitar la degradación se evidencia en algunos operarios que, pese a la dificultad de acceso, se esfuerzan por mantener el entorno limpio; no en vano es una zona de bienvenida a la ciudad.
En su día se tomó la acertada decisión de colocar un paso de cebra y un semáforo para acceder al espacio. Por fortuna la coordinación con la Demarcación de Carreteras, que ha invertido en la adecuación de la rotonda, ha permitido al consistorio limpiar la cara a una estructura de la que se debería sacar mucho más provecho que el de mera valla publicitaria.
Skatepark
La realidad en 2025 pasa por manos de los ‘skaters’. Este deporte urbano que penetró en los años ochenta en València y que nunca dejó de irse, ha vuelto a tener en sus usuarios los mejores aliados. Tanto es así que el Ayuntamiento ha declarado la parte inferior de la torre ’Parque Urbano’ destinado a este deporte.
Con sus formidables tablas o con patines en línea, estos deportistas urbanos de València son los únicos que hoy en día sacan provecho del faraónico monumento. Se les ve antes de la caída del sol ejecutando sus trucos y piruetas.
Hace ahora tres años el Ayuntamiento quiso sacar provecho de esta inercia ‘skater’ y llevó a cabo el «Miraramar Urban Meet», impulsando exhibiciones de disciplinas como ‘parkour’, ‘skateboarding’, patinaje, danzas urbanas o graffiti a cargo de los colectivos Valencia Royals, Motion Academy, Longboard Valencia y Let’s grow.