Que sí, que Hernán Cortés (1485-1547) fue conquistador en tierras americanas antaño glorificado, como si todo lo que hiciese fuera puro oro, y hoy odiado, biográficamente caído en desgracia. Y Hernán Cortés, en Alicante, un distrito foguerer que planta en Especial y que antaño bebió de otras aguas que aquellas que la rocían hoy.
Porque no todo es tan sencillo: la vida tiene sus duplicidades. Y Hernán Cortés fue también el nombre de otro conquistador, este de escenarios. El actor alicantino (de nacimiento pontevedrense) de igual nombre que anota defunción, en plena gira vital, en Tucumán (Argentina), a quien se le atribuyó una plaza que, por cierto, constituye el porqué del nombre de la comisión festera. Duplicidades.
Afirmaciones y desmentidos
Del Hernán Cortés que marchó al Nuevo Mundo en búsqueda de oro, apellidado Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano, mucho hay escrito, quizá como para llenar varias bibliotecas. ¿Pero del otro? Alguna crónica le atribuye al actor la plaza que conquistaba el extremeño, algo que era desmontado antaño desde ‘Información’, aquí periódico único de la época, al pertenecer al Movimiento.
El artículo lo firmaba Augusto Fresneau, el 5 de junio de 1966. ¿Y quién era ese tal Fresneau? En ‘La Terreta’, que desde Madrid orgulloseó el calificativo de ‘revista de exaltación crevillentina’, en su número 13, fechado a 1 de octubre de 1959, en un artículo sobre ‘Crevillente en Alicante’, le adjudican el cargo de ‘jefe de Archivos del Excelentísimo Ayuntamiento’ (por el contexto, el de Alicante).
Al actor, antes administrativo de Hacienda, no es a quien se dedicó el lugar
Escenarios lejanos
Bueno, pues ya que nos dejamos influir por el llamado sesgo de autoridad, o sea, dar por válidas las opiniones y juicios de ‘figuras de autoridad’, recreémonos más en ello. Aunque no aparecen más datos biográficos sobre este Fresneau, sospechémoslo descendiente el empresario vinatero de origen francés Auguste Fresneau Mérit (1855-1947), quien tuvo primer almacén en la calle Quiroga (actual Alemania, en el distrito foguerer Sèneca Autobusos).
Sospechado queda, pues, y nosotros tan contentos: este Hernán Cortés, nacido en 1845, administrativo de Hacienda que cambió por la interpretación y eligió dejarnos en enero de 1880, tras recorrerse los proscenios de ambas orillas atlánticas arrastrando una triste vida personal, machacada por el alcoholismo, no es a quien se dedicó la plaza. Hoy, no hay calle o plaza para este Cortés.
Hasta hubo, desde 1883 a 1899, un mercado de madera, el de Calamarde
Nombre santo
¿Y al otro? Según todo ello, sí. Como ya vimos a propósito de la calle Castaños, antes incluso del propio desmonte (iniciado en 1860) de las murallas de la ciudad, crecida en las faldas del monte Benacantil, por donde el castillo de Santa Bárbara, se había comenzado a ensanchar la futura urbe allá por la primera década del 1800. El llamado barrio de San Francisco, de nueva hornada, finaliza su primera gran urbanización en 1812.
Allí, se abrirá una plaza que se dedicaría inicialmente a Santa Teresa, y que tendría una atribulada vida, aún continúa en ello, como una especie de foro romano, o sea, centro de reunión ciudadana. El mismísimo nódulo, vaya, de lo que ahora, por influencia audiovisual estadounidense, denominamos ‘downtown’. Si hasta hubo, desde 1883 a 1899, un mercado de madera, el llamado de Calamarde.
Comenzaron unas reformas, a partir de los ochenta, en general mal vistas
Mercadillo de madera
Lo de Calamarde, obviamente, no venía por ninguna serie de dibujos entonces ni siquiera imaginada, aunque lo de la futura existencia de la tele puede que sí, para los abundantes lectores por aquí de Julio Verne (1828-1905), que es como aún seguimos llamando al visionario escritor francés Jules Verne. El nombre venía por el concejal García Calamarde, su principal promotor.
Su biografía posiblemente se volatilizó con los archivos dañados por la Guerra Civil, y su obra queda en el recuerdo: el mercadillo se trasladó a Benalúa, pero consta como desmantelado en 1900. Aunque la plaza no iba a perder su carácter popular, ya que, por ejemplo, quedaba dictaminado en pleno del 27 de abril de 1932 que se la ajardinara. Así permaneció muchos años, hasta que llegaron las reurbanizaciones del lugar.
Hormigón a mansalva
Fue a partir de los ochenta del pasado siglo que esta plaza, que había logrado hasta dar nombre al distrito foguerer (gozó también de uno propio), y bien pronto, ya que este es de 1929, justo un año después de fundarse las Fogueres de Sant Joan, comenzó una sucesión de reformas en general mal vistas, o directamente rechazadas, por la ciudadanía. Se la llamó plaza Nueva, se quitaron los jardines.
Se empezó a añadir hormigón y acero. Y un acuario donde desaparecían los peces (dentro, los marrajos, ‘Isurus oxyrinchus’, tiburones, sonreían mientras nadaban). Se eliminó este. La última remodelación, en 2022, no corrió mejor suerte. Mientras la Hoguera planta en la Montañeta (donde la parroquia Nuestra Señora de Gracia, rodeada por Hacienda y la Subdelegación del Gobierno: popularmente, incluso antes de la Democracia, plaza de Cristo y los Dos Ladrones), aquí se temen futuros cambios.